Mel Gibson, sin ser un gran actor, tiene
un mérito: se desenvuelve en todos los géneros, y este eficaz ejercicio de
acción con toques de humor no es la excepción
Escribe: Raúl Lizarzaburu.- Una
vez más, el título con el que se estrena un filme en nuestro medio nos conduce
a algo que no es. Uno ve en la cartelera Atrapado
en el infierno y se imagina un tremendo drama carcelario en el que el
protagonista pasa una serie de suplicios, como el joven americano apresado por
intentar sacar hachís de Turquía en Expreso
de medianoche. Pero nada que ver.
El
nombre original es Get the Gringo
(¿no sonaba mejor Atrapen al Gringo,
como se le conoce por otros lares?), y marca el debut en el largo de Adrian
Grunberg, luego de varios trabajos como director de segunda unidad para
cineastas como Oliver Stone, Michael Mann o el finado Tony Scott. Es, además,
coautor del guión con Stacy Perskie y Mel Gibson, quien a su vez es
coproductor y protagonista (y se nota su mano en la dirección; también trabajó
previamente con Grunberg). El filme, acompañado por una persistente narración
en off, se inicia con una persecución en auto al compás del grupo Ten Years
After: un patrullero va a toda velocidad tras un auto en el que fugan dos
sujetos con una millonada en dólares. Uno está disfrazado de payaso y el otro
es Driver (Gibson), a quien se conocerá luego simplemente como el Gringo en
cuestión. Están en California, y al cruzar la frontera el falso payaso es
abatido y su compinche arrestado finalmente por oficiales americanos y llevado
a una cárcel mexicana de máxima seguridad llamada El Pueblito, después de
disputárselo –botín de por medio– con sus colegas americanos.
El
Gringo pasa algunas dificultades al comienzo de su encierro, que logra superar,
ya que se las sabe todas. Y no solo consigue adaptarse, sino que consigue
pasarla bien, más aún cuando se hace amigo de un despierto niño (interpretado
por Kevin Hernández; ojo con él),
hijo de una misteriosa mujer que, a decir del chiquillo, sale a trabajar por
las noches. Y es que al interior de la cárcel hay drogas, trago, puestos de
comida, un mercadillo y hasta mujeres al mejor postor como parte del anillo de
corrupción y negocios turbios liderado por el peligroso Javi (Daniel
Giménez Cacho), mientras mafiosos y policías corruptos andan tras el dinero
robado. Estos
elementos contribuyen al tono por momentos festivo del filme, junto a otros
como el mexicanísimo ring de lucha donde Blue Demon Jr. aparece como sí mismo. Por
supuesto que hay acción, peleas, torturas, sangre, y una espectacular balacera en
cámara lenta al mejor estilo Sam Peckinpah, aunque en otras escenas se acerca
más a los contemporáneos Tarantino o Rodríguez. El tono de humor, rayano en el
absurdo, se acentúa en el último tramo, en el que el Gringo puede imitar por
teléfono la voz de Clint Eastwood (en una secuencia de antología) o salir
campante luego de provocar una explosión.
Mel
Gibson, sin ser un gran actor, tiene un mérito: se desenvuelve en todos los
géneros, y este eficaz ejercicio de acción con toques de humor no es la
excepción. Aquí sale airoso. Además cabe esperar un próximo trabajo de Adrian
Grunberg, un nombre a tener en cuenta para el futuro.