Después de un largo periplo por diversas
ciudades de Europa, en donde presentó el nuevo sello editorial Ceques y su
segundo libro de relatos El sendero de los rayos, se encuentra en Lima la destacada escritora Karina Pacheco Medrano, quien después de publicar las excelentes
novelas: La voluntad del molle (2006), No olvides nuestros
nombres (2009), La sangre, el polvo la nieve (2010), y Cabeza y orquídeas (
2012); y su primer libro de cuentos Alma alga (2010), esta noche a las 8 pm en la Sala Ciro Alegría
de la 18 Feria Internacional del Libro de Lima (FIL-2013), presentará su segundo libro de cuentos. Los
comentarios estarán a cargo de la escritora Alina Gadea Valdez y del investigador
del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) Ramón Pajuelo Teves. Razones de sobra para charlar con la autora.
-El sendero de los rayos,
contiene 15 historias sobre temas diversos: familia, amistad, relaciones de
pareja, guerra interna, mitología andina, y cuyo hilo conductor es el tema de la memoria.
¿Por qué es vital hacer un repaso de lo que nos tocó vivir?
En el fondo, a todos nos convoca
el recuerdo, la memoria de lo que fue, de lo que no fue y de lo que aún puede
ser. A mí los temas de memoria histórica, individual y colectiva me atraen
fuertemente; encuentro que indagar en el pasado permite entender mejor el
presente, alcanzar explicaciones más completas, espejos más profundos; aunque
siempre quedan preguntas sin resolver que nos llevan a simplemente observar el
misterio de aquello que no otorga respuestas. La memoria histórica y colectiva
está llena de lecciones; la memoria íntima, familiar, a mí me ha ayudado a conocerme
y entenderme mejor. Por ello creo que es importante que las sociedades den un
espacio a la memoria, tanto para no repetir errores del pasado, como para ser
más humildes y no creernos tan modernos
y exclusivos. En una escritora o escritor, esa humildad es esencial para
crear y seguir aprendiendo de quienes nos antecedieron, con originalidad y
libertad al mismo tiempo.
No obstante, no me atrevería a
señalar que la memoria debe ser un tema central para todos; pues es muy
importante que haya autores que se ocupen de temas del presente, del futuro,
también de lo fantástico, así el panorama creativo y artístico del que podemos
gozar todos es más diverso y enriquecedor.
-Me impactó Luciérnagas. El tema
de la partida física intempestiva. El hermano muerto. La atmósfera de suspenso cuasi cinematográfica…
¿Cómo surgió este relato?
Tal como la narradora de esa
historia, yo estaba mirando Lima al anochecer desde un piso alto de un
edificio. Me estaba preguntando cómo esa noche habría tanta gente sintiéndose
muy viva e ilusionada, con muchas ganas de salir de fiesta, y cómo, bajo esas
luces, también habría otras que podían estar atravesando tristezas, muerte, u
otro tipo de oscuridad. Entonces fue saliendo la historia de esas luciérnagas…
La muerte de un ser íntimo es algo tremendo; nos hacemos preguntas que nunca
nos habíamos hecho; está el vacío de las cosas que quedaron por decir; y más
terrible aún será si esa muerte deja la sensación de que acaso pudimos haber
hecho algo más por la persona que se fue.
- La violencia política marcó
profundamente nuestra sociedad. Karim, uno de los protagonistas de la historia del cuento que lleva el nombre del libro fue una víctimas de esta coyuntura. ¿Hasta qué punto te marcó este Perú de los ochentas violento y plagado de guerras
sucias ?
Nunca me había planteado si esa
época ha afectado mi escritura. Tu pregunta me hace pensar que los temas
violentos que muchas veces aparecen en mis cuentos y novelas quizás en parte
sean resultado del momento histórico que a las personas de mi generación y la
generación previa nos tocó vivir o escuchar de manera continuada en nuestra
infancia y primeros años de juventud. La violencia brutal que desató esa guerra
sucia convulsionaba sentidos básicos de la convivencia y generó cantidad de
cuestionamientos de ¿cómo es posible? Supongo que en un intento por tratar de
expresar lo que vimos o vivimos de cerca o de lejos, muchos escritores peruanos
hemos dado respuestas a través de cuentos, novelas y tramas que abordan esta
época y también sus consecuencias.
En un país donde se quiere pasar
rápida página sobre esos hechos y sobre las víctimas, a veces la literatura ha
logrado tocar fibras y convocar más atención del público que algunos excelentes
libros de ciencias sociales. Tal vez porque la narrativa aborda estos temas de
una manera más personalizada e íntima, permite que los lectores sientan mayor
empatía con esas lecturas; mientras las ciencias sociales bordan una figura más
completa y generalmente más compleja, pero este tipo de relato, además con un
lenguaje más frío y académico, pocas veces cautiva al gran público.
Dicho esto, debo añadir que me
molesta que el tema de la violencia política se banalice; es decir, que al
haberse convertido en un tema que ha generado grandes premios internacionales
de novela y/o que “vende”, se convierta en una moda que utiliza y abusa de esas
historias y de la misma violencia como gancho para alcanzar la autopromoción.
La violencia política es algo que se cobró 70.000 mil muertos, millares de
traumas y otras víctimas que casi nunca tienen la oportunidad de expresar su
verdad, su dolor, su opinión; y también ha generado heridas sociales que no
están sanadas, ni siquiera reconocidas por algunos sectores de la sociedad
peruana. Es un tema delicado y creo que si nos acercamos a él desde la ficción,
hay que hacerlo con calidad y sobre todo con respeto.
-Escribir desde los dos roles y/o géneros:
femenino y masculino, ¿es un desafío constante o la pluma fluye de manera
natural?
Me gusta experimentar con
diferentes roles y creo que cada vez fluye mejor. Había leído bastantes novelas
donde escritores varones tomaron la voz de una mujer y lo hicieron con agudeza;
pienso por ejemplo en La romana de Alberto Moravia, La fiesta del chivo de Mario
Vargas Llosa, El susurro de la mujer ballena de Alonso Cueto, Montacerdos de
Cromwell Jara (en este caso es incluso la voz de una niña). Del otro lado,
sencillamente brillante fue Marguerite Yourcenar al narrar como un emperador
romano esas Memorias de Adriano. Esto me parece un ejercicio fascinante para
verse en la piel de un otro que por razones de género nos es muy distinto;
además, al tratar de entender al otro para que la ficción exprese bien la
realidad, el autor enriquece sus sentidos, sus perspectivas. Me parecía un reto y una aventura y para mi
tercera novela (La sangre, el polvo, la nieve) escogí un narrador de 70 años.
Además, sentía que esa historia necesitaba ser narrada por un personaje varón
de esa edad. Desde entonces, cada vez que imagino una historia, la selección
del personaje central depende de la demanda que haga la propia trama. Pero
sigue siendo un ejercicio creativo que empuja a ponerse en las botas del otro.
Por esto mismo a veces he escrito como si el narrador no fuera ni varón ni mujer,
sino una piedra, un oso, un bosque.
-La mitología andina es un
elemento recurrente en tu ficción. En los cuentos “La doncella de arena” o
“Ecos”, lo percibimos, ¿cómo darle esta magia a tus relatos sin caer en el
estereotipo y el cliché?
Como antropóloga, he visto tantas
veces cómo los mitos siguen siendo una pulsión en la construcción de las
sociedades y un símbolo vital en la interpretación de la condición humana; por
ello me atraen sobremanera y cuando escribo cuentos que abordan temas míticos
me gusta darles una vuelta de tuerca. Para ello es válido preguntarse: ¿qué más
quieren decir, qué es lo que esconden, qué es lo que pude venir después? Las
respuestas que llegan suelen elevarse con voz poderosa; porque los mitos han
sido y seguirán siendo fuente inagotable de inspiración, contrastación,
reinvención… Ahora bien, creo que si uno escribe sobre temas míticos, hay que
adentrarse en ellos como en una ciudad milenaria que nos hace imaginar, volar,
soñar, ser originales. Utilizar temas míticos como simple atractivo para
turistas (de avión o de libros) es caer en el cliché y liquidar cualquier
pretensión de calidad. También me molesta el facilismo repetitivo del realismo
mágico en el cual aparecen continuamente abuelas con alas, o muchachas vírgenes
de largos cabellos que vuelan. A García Marquez que ha sido genial y original,
le han salido demasiadas réplicas soporíferas. Los lectores de estas historias
deberían ser más exigentes; pero esto también es válido para los que repiten hasta
el cansancio a grande autores de estilo
realista, posmoderno y metaliterario. Cuando algo se pone de moda y se imita
hasta la saciedad, hay que preocuparse.
Finalmente, debo aclarar que “La
doncella de arena”, relato ambientado en la selva, no procede de ningún mito
andino o amazónico que yo haya conocido; es pura invención; si bien, la imagen
inicial surge del final de una antigua película rusa basada en un cuento sobre
dos enamorados que se ven separados hasta que ella muere y su cuerpo es hallado
por un grupo de mujeres en las orillas del río. Esa imagen se me quedó grabada
en la retina y me dije que podría ser el inicio de otra historia. Tras un año
(¿o más?) de andar con esa imagen en la cabeza, salió ese relato que nada tiene
que ver con esa película, aunque podría ser una continuación, en otro
continente, en tierras cálidas, que abre la posibilidad de que lo que concluía
en tragedia irremediable en la primera, en la otra se convirtiera en una
posibilidad de esperanza para la selva. No sé…
-Tu narración es riquísima al
abordar la más variada temática. Podrías hablarnos de “Espejo de mar”, una
historia donde el amor y la infidelidad cobran un tono intimista y
melodramático…
A veces las historias que escribo
empiezan por un escenario; este es el caso de “Espejo de mar”: la imagen de una
pareja que está viajando al norte por la costa desértica; luego llegó la trama,
una trama que supongo se hallaba escondida en alguna parte de las observaciones
o situaciones que más me han inquietado; en este caso, cómo un deseo tan humano
y entrañable como el de tener un hijo, cuando se ve atenazado por el temor o la
obsesión, por más de que venga de ese deseo tierno, termina desembocando en la
destrucción del propio amor. Cuando esta trama fue saliendo, me di cuenta de
que la atmósfera y aquel escenario de mar y desierto eran idóneos para esa
historia, así como para generar otras vueltas de tuerca y algunas sorpresas que
generasen tensión y emoción.
-“Pájaro de fuego” es la historia
de una bailarina. En un pasaje hablas de Isadora Duncan: una mujer libre,
emblemática y vital. ¿Es una evocación a Duncan cuya vida estuvo marcada por la
tragedia?
Con este relato no intentaba
evocar a Isadora Duncan, pero ciertamente el personaje es alguien que se ha
visto afectado por su historia y en su vida ha intentado que las cosas le
salgan mejor que a Isadora, aunque no lo haya conseguido del todo. Quizás esa
es una parte un poco autobiográfica pues a los ocho o nueve años me impactó
mucho ver una película sobre su vida, y desde entonces me interesaba y también
apenaba la historia de esa mujer, tan cargada de libertad y fuerza vital como
de desdichas. No lo había planificado, pero quizás este relato me ha ayudado
para rescatar a Isadora y ponerla a bailar en un lago de alturas, libre ya de
tragedias. ¡Ay, qué pretensiosa! ¡Pero ojalá fuera posible! En origen, este
relato vino del deseo de dedicar un cuento a una amiga que muchas veces me ha
transmitido la fuerza más vital; es una mujer que canta y baila como un pájaro
y con su voz y su danza tantas veces, a tantas personas, nos ha sacado de
nuestras pequeñas y grandes tristezas. Gracias Milagros Casaverde.
- La percepción de la muerte desde
diversos ángulos de la ficción. Es decir, este es un tema presente en parte de
los cuentos de esta nueva entrega literaria, ¿por qué?
Antes de la publicación del libro,
yo no era consciente de que la muerte estuviera tan presente en muchos relatos;
pero ya son varias personas las que han notado esto y ahora mismo estoy
tratando de explicarme por qué. Yo creía que en la mayoría de los relatos
resaltaban dos temas principales: la capacidad de resistencia, así como
historias que muestran que hay temas inolvidables de los que no podemos huir
para bien, para mal o porque simplemente la vida nos desafía con esas situaciones
y punto. Para expresar esto, la muerte (del bosque, del hermano, de la pareja)
era el detonante que provocaba la necesidad de resistir, rememorar, buscar
respuestas. Pero seguramente habrá otras razones inconscientes que me han
llevado a realzar ese tema; por ahora no tengo una respuesta clara para ello.
¿Qué será?