Hace
poco, la fotógrafa y escritora Beatriz Torres (Somniloquio-2007) publicó el
poemario: "De las cosas que habitan sin ser vistas" (Paracaídas
Editores), texto que germina a partir de un proceso de duelo, una historia
personal que se abre paso a la aceptación y a la oportunidad de reinventarse,
transponer lo aprendido, superar la temporalidad y franquear el misterio de la
distancia. Precisamente al respecto charlamos con la autora.
-¿Cómo
decides dar vida a “De las cosas que habitan sin ser vistas”?
-La
decisión nace dentro de un proceso de duelo, o diría en realidad que escribirlo
inició ese proceso pues el primer texto que surgió, el que encaminó al resto
del libro, fue una reacción casi inmediata ante -más que la muerte en sí- a lo
que queda de ella en los que seguimos vivos; en sus manifestaciones concretas,
expuestas y a las que no, a las que están pero no se ven (o se dejan ver) de
forma muy evidente. Aunque el libro no divise de manera exclusiva esas
sensaciones, fue desde ahí que se abrió paso para reflexionar algunas otras.
-Empezar
la lectura con el epígrafe de David Bowie, ¿no es casual?
-El
epígrafe alude a una historia personal que incluye toda esa canción de Bowie
(Moonage Daydream) y que, para mí, afina el libro de forma tácita, pero en esa
frase encontré el equilibrio para que a su vez ilustre el intento del mismo, su
proceso y fin: lo que se calla, lo absurdamente expuesto y lo que sucede al
interior, la sensación no visible.
-En
“De las cosas que habitan sin ser vistas” urdes sobre las penas, los silencios,
las soledades. ¿Cuéntanos sobre la necesidad desnudarte y abordar estos temas?
-No
creo que exista una necesidad del desnudo propio, entendiendo al desnudo como
un estado de exposición íntima, porque esa exposición personal no existe en el
libro tal como podría sugerir ese concepto. Pero sí, en todo caso, podríamos
hablar de una aproximación íntima y curiosa de mi observación, en el intento de
desvestir y poner en evidencia eso que está, tanto en mí y en otros, habitando
de manera irrepetible en cada uno. Si bien en el libro se encuentran varias de
esas percepciones, podría haber afrontado muchas otras más, por lo que pienso
que abordé aquellas que en los últimos diecisiete meses me llevaron de manera
intensa a un cuestionamiento personal y encontraron su máxima en Enero de este
año, cuando empecé a escribirlo.
-¿Estamos
ante un poemario evocativo, nostálgico?
-Evocativo
sin duda, desde el recuerdo propio hasta el detalle provocado en la
imaginación. Nostálgico también pues recorre ese camino paso a paso, pero aun
así intenta despojarse de esa condición, incluso física, para abrirle paso
suficiente a la aceptación y a la oportunidad de reinventarse, transponer lo
aprendido, superar la temporalidad y franquear el misterio de la distancia pero
no hacia atrás sino hacia delante.
-Escribir,
particularmente este libro, te permitió poner en evidencia o desbaratar “el
arte de ocultarse”…
-Me
permitió suponer cómo sería si tal arte no se lograra con éxito y al final creo
que es bastante evidente, solo hace falta prestar atención, pues esa exposición
es inevitable, todos deberíamos desarmarnos un poco en cuanto a eso.
-¿Volcar
todos estos temas es una buena forma de hablar de pensamientos prohibidos…?
-No
creo que se trate de pensamientos prohibidos sino de lo que a veces tratamos de
ocultar, de fingir y cada quien tiene sus motivos. Aun así hay cosas que no
podemos evitar, que nacen y se muestran en nuestro carácter, reacción, humor,
en nuestros gestos y actitudes; pero aun así nos creemos capaces de camuflarlo
o aun peor de sentirlas ajenas a nosotros mismos. Habrá que hacer el intento
por salir de ese ocultamiento -no es sencillo- de sabernos humanos un tanto más
real, de piel y sangre en esa aproximación tangible y saludable con el otro, no
solamente sobreexponerse así; por ejemplo, con ciertas frases, íconos o signos
de puntuación a través de una pantalla.
-Calmas,
angustias, fatigas. ¿Cómo se desarrolló el proceso creativo de esta entrega
literaria?
-No
fue sencillo pero sospecho que el tema lo tenía ya aprehendido y pudo fluir
bajo una misma condición de manera intensa, lo que hizo que el proceso sea algo
ansioso pero, aunque parezca paradójico, pasivo; como quién anota después de
toda un largo recorrido de experimentos, las conclusiones de una investigación,
esperando confirmar su teoría.
-Cuéntanos,
¿cómo se da este vinculo con la poesía?
-No
estaba, en principio, atraída por ella si es que hablamos de la lectura y en
cuanto a la escritura no fue algo a lo que acudí por afinidad, sino que llegó
como una alternativa de solución práctica que después se fue desarrollando como
una herramienta intuitiva. Solución ante hechos concretos percibidos como un
conflicto. Por eso creo que cada poemario, que como tal he escrito hasta ahora,
aspiró y se convirtió finalmente en esa solución concluida del “problema”.
-Te dedicas a la fotografía, ¿hay un hilo conductor entre la
fotografía y la poesía?
-Quizás,
si bien mi intención con cada una es distinta, creo que ambas me funcionan como
herramienta concreta para lograr plasmar una intención de manera práctica en
algo fijo, con un lenguaje visiblemente cotidiano pero que intento matizar,
desde mi perspectiva, con atmósferas metafísicas o absurdas circundantes a la
realidad.
-¿Qué
te permite la poesía que no te permite la fotografía?
-No
podría situarlas como opciones paralelas para un mismo propósito. Cada una
habita una región adyacente pero no coincidentes en el tiempo y por eso cada
cual me permite lo necesario para la intención que la convoque. Aun así podría
decir, no que la poesía sino que la narrativa es la que me permite profundizar
más en esas escenas que la fotografía refleja en una sola imagen final. Al
escribir, todas las imágenes conviven en movimiento, pueden transcurrir, ir y
venir en el tiempo, cambiar de perspectiva, alcanzar otros espacios; algo que
se asemeja más, en todo caso, a la cinematografía.
-¿Tienes
planes para incursionar en la narrativa?
-Sin
duda. La narrativa es un fantasma que me persigue por muchos años, un espectro
que a veces he intentado plasmar en relatos cortos, artículos; diversos textos
que he escrito, pero recién ahora se ha empezado a gestar como proyecto.
-¿Que
proyectos estas trabajando ahora?
-Estoy
trabajando en un proyecto narrativo a largo plazo, una novela. Además de eso
estoy preparando un proyecto paralelo, también narrativo, a modo de
ejercicio-investigación. Será algo más cotidiano pero orientado a la ficción
partiendo del método paranoico-crítico de Dalí y cobijado bajo el concepto
surrealista del Azar Objetivo. El proyecto se llama Fenómenos Delirantes, se
dará por entregas frecuentes a través de un blog, con una vida activa en las
redes. Pienso lanzarlo en Septiembre.
Sobre Beatriz
Torres (Lima, 1982)
Fotógrafa
autodidacta con algunos proyectos reunidos en La Ceguera colectivo virtual
(www.laceguerafoto.com). Ha ejercido la dirección de fotografía en algunas de
las sesiones de BarrioBEAT, espacio de difusión para la escena musical
independiente de Lima. http://www.youtube.com/user/barrioBEATperu
En 2005
editó un único ejemplar titulado Adiv, a modo de archivo personal. En 2007
publicó Somniloquio, reseñado por el crítico Camilo Fernández Cozman y
presentado por el poeta Jorge Frisancho. En 2009 publicó de manera virtual
Anotaciones del hipocampo invertido a modo de autorretrato surrealista. http://www.calameo.com/books/00011959172202981792b