martes, 10 de septiembre de 2013

Victoria Guerrero Peirano: “Un arte político y crítico debe crear su propia estética, la mía es la insatisfacción”



Fotos: Rosana López Cubas

Hace poco se publicó Documentos de barbarie (poesía 2002-2012), -Paracaídas Editores- de Victoria Guerrero Peirano, un ambicioso proyecto personal editado en tres tomos que reúne poemas de sus libros más representativos: El mar ese oscuro provenir, Ya nadie incendia el mundo, Berlin y Cuadernos de quimioterapia, y que además incluye un comentario crítico de Martín Guerra-Muente. Al respecto, charlamos con la notable autora.


-Documentos de barbarie (poesía 2002-2012) compila tres de tus poemarios más importantes y una selección de un cuarto. ¿Cuál crees tú que es el hilo conductor entre estos tres textos?

Bueno, creo que hay varios temas de fondo y de forma. Para empezar, el cuerpo y la enfermedad son temas que se manifiestan en diferentes grados en cada uno de los libros desde El mar… Al mismo tiempo, está la resistencia de los cuerpos a ser auscultados e invadidos, la clínica como forma de poder, pero también como metonimia del estado de cosas, del contexto violento en el cual se asumen estos textos, que, aunque han sido producidos posteriormente al conflicto real, son un síntoma de ese periodo, de allí el título conjunto “Documentos de barbarie”, como testimonio de una época. En cuanto a la plasticidad de la escritura, hay rupturas, silencios, uso de colores (en Berlin uso el rojo, que, en esta edición, ha variado por una cuestión de costos), apropiaciones de citas, la vida (un mechón de cabello en la primera edición de Cuadernos así lo testimonia) y una cierta irracionalidad o una racionalidad distinta, propios de la vanguardia y de la escritura expresionista.

-Algunos críticos consideran que estamos ante una trilogía, ¿lo observas así?

Sí, claro. Ha habido una especie de pequeña discusión en cuanto a esto. Yo y ciertos críticos planteábamos que la trilogía empezaba con El mar y terminaba en Berlin, pero luego unos amigos, entre ellos Martín Guerra, opinan que la trilogía comienza en Ya nadie incendia el mundo y termina en Cuadernos de quimioterapia. Quizá, entonces, se trate de una tetralogía, aunque el término suene un poco pomposo; sea como fuere, al juntar todos estos textos, entiendo que hay un sentido mayor que solo puede ser comprendido en su conjunto, una lectura diferente a la que se puede obtener con la lectura de los libros separadamente, pero, al mismo tiempo, quise que se editaran separados porque podrían haber salido en un solo tomo. Me los imagino juntos, en una narración que solo acaba con el último, pero cada uno tiene su fuerza y su potencia, por eso su edición separada y en una caja.




-¿Publicar El mar ese oscuro provenir, Ya nadie incendia el mundo, Berlin y Cuadernos de quimioterapia cierra un ciclo en tu proceso creativo?

Sí, por supuesto. Quería cerrar este ciclo a través de esta publicación, que es, a su vez, una manera de celebrar un trabajo de diez años que me ha costado muchísimo y en el que a veces he hablado sin pudor, cuando yo, en la cotidianidad, soy tímida y vergonzosa. Era una escritura cansada, y me daba cuenta de que seguir por ese camino solo iba a replicar lo anterior, una desestructuración profunda en la vida y, por tanto, en la escritura. En Cuadernos ya se manifiesta ese tedio en varias citas: “Se impone el silencio/O el habla efímera” o “Ahora le toca trabajar, leer, bordar y trabajar”. Necesitaba (necesito) descansar, oír al silencio, vivir.

-El poema “Última imagen AD” nos llega a manera de correspondencia sorpresa en un sobre que acompaña a estos volúmenes. Cuéntanos sobre la historia de este poema. ¿Cuál es su origen?

Este poema es un homenaje a una compañera generacional, a un sentimiento de vida que teníamos los que nos hemos educado sentimentalmente en las décadas de los ochenta y noventa. Esto tiene mucho de desencanto y de pérdida. Quería incluir un inédito que reflejara ese momento, es decir, un ícono de ese tiempo que no pudo resistir. Hay cuerpos que no han resistido la desestructuración de nuestra adolescencia y juventud, repleta de desasosiego y necesidades no satisfechas, y hay otros que hemos sobrevivido por tercos, por miedosos, por lo que fuere o, simplemente, porque a pesar de todo nuestra infancia fue hermosa. En Ya nadie incendia el mundo la cita evidente –para los conocedores– es al poeta Josemári Recalde, que murió a finales de la década de 1990, como colofón de esa década desencantada.

-Ya nadie incendia el mundo nos habla de la maternidad, el nacimiento, la familia, los amigos, articulado diestramente con la coyuntura sociopolítica. En tu caso, en particular, ¿cuál es la importancia de asociar la experiencia de vida y el activismo político?

No sé si considerarme una activista política, en todo caso, soy una persona interesada en la política y en el ejercicio crítico de la escritura, y, cuando hay que salir y participar en las calles, lo hago. Solo practico el ejercicio de nuestros derechos, aunque en nuestras democracias de medio pelo, eso ya te haga medio rebelde.




-¿Cómo visualizas nuestra sociedad contemporánea, actual?, ¿crees que ya nadie incendia el mundo?

En la actualidad, no creo que a los jóvenes les interese incendiar el mundo porque tal vez hemos vivido tan radicalmente lo político y tan duramente en las calles que ya no son formas de resistencia efectiva para ellos. Es verdad que ahora son mucho más edonistas, quizá porque hay esa sensación en el mercado de poder alcanzar el bienestar económico, pero los que son sensibles e intuitivos saben que, en un país como este, esa farsa solo beneficia a los de siempre. Barrunto que debe haber otras formas de resistencia; l@s jóvenes que yo conozco quieren el derecho pleno de su sexualidad y de su deseo, quizá la cosa va por allí.

-Berlin nos lleva por situaciones de pareja, separación, sueños incumplidos, nostalgia, visión del subdesarrollo y desarrollo; inmigración; sobrevivencia; recorrido por Lima, Madrid, Berlín y Boston. Permíteme hacer de una frase de este poemario una interrogante: ¿Berlín es una danza digna y poderosa?

Berlin es una danza no solo poética sino sonora, porque también hay un recorrido musical real en sus páginas: los maestros han estado en la ciudad real: Bowie, Iggy Pop y Lou Reed. Se han evadido a través de la fiesta, pero también han celebrado. Hay alusiones directas al baile en su sentido más primigenio de invocación y celebración en medio del desarraigo; me parece que es algo así lo que quería expresar. De regreso a la pregunta, en Berlin, la dignidad es la única posibilidad de resistencia para el humillado.


-Tu poética es contestataria, disconforme, feminista, cruda, lejos definitivamente de la poesía cosmética, adornada. ¿Romper radicalmente hasta con los cánones poéticos establecidos te regocija?

No creo que regocijar sea el término exacto. No es que me dé satisfacción ser contestataria o experimentar con una poética más cruda, es simplemente que no encuentro otra forma de expresar aquello que me interesa en la poesía. No puedo evadirme del tópico sin plantear la disconformidad y sin que el lector se deje tocar por la misma. No busco satisfacer al lector y quizá por eso mucha de mi poesía no es posible leerla en voz alta. Lo hago, pero siempre he pensado que no es buena idea. Para mucha gente, es demasiado ruda. Un arte político y crítico debe crear su propia estética, la mía es la insatisfacción.

-Después de la publicación de esta retrospectiva parcial de tu obra poética, ¿qué viene?, ¿qué estás trabajando ahora?

Todavía no tengo nada concreto. No me pongo a pensar en eso o quizá lo evito, prefiero solo hacer la vida, las cosas simples: leer, caminar, ir al mercadito, comer un postre, conversar con los amigos, escuchar a l@s alumn@s. “Vivir es una obra maestra”, ya lo había escrito Eielson, y qué poderoso es.