martes, 7 de abril de 2015

Jorge Valenzuela: “Mis cuentos exploran en el universo de la impunidad”




“Un libro de relatos puede construir un universo tan complejo y total como una novela”, nos dice en la presente entrevista el autor de Infiernos mínimos, interesante libro de cuentos


Foto: Lima en Escena 



Hace algunos meses Jorge Valenzuela, uno de nuestros narradores más importantes de la generación de los ochentas, publicó el libro de cuentos Infiernos mínimos (Campo Letrado), una selección de seis relatos cuyas tramas exploran en géneros como el policial, el misterio y formatos como el microrrelato.

“Yo prefiero contar desde la conciencia de los propios personajes, desde un lugar de enunciación que muchas veces es el de alguien que ha perdido algo valioso o ha sido víctima de una traición o un engaño. En ese sentido mis cuentos exploran en el universo de la impunidad y de la forma en que se va naturalizando entre nosotros”, nos dice el destacado escritor en la presente entrevista, en donde además nos habla sobre los relatos que componen su último libro.


-Jorge, has publicado hasta el momento cinco libros de relatos y algunos de ensayo. ¿Por qué el cuento es una constante en tu labor de escritor?

-El cuento es, hasta el momento, el género en el que me he sentido más cómodo. Con la palabra comodidad me refiero al hecho de que concibo mis ideas y mis argumentos, desde el principio, pensando en que se desarrollarán dentro de los márgenes de un relato breve. En ese sentido podría decir que estoy predispuesto- con respecto a cualquier contenido, motivo, anécdota, recuerdo o experiencia-  a darles la forma de un cuento. 

Eso explica, de una parte, la constancia a la que te refieres. De otro lado, creo que mi constancia en la escritura de cuentos tiene que ver con el hecho de que creo firmemente que un libro de relatos puede construir un universo tan complejo y total como una novela. Entonces yo no veo como una limitación escribir libros de cuentos. 

De hecho, siempre he buscado articular los relatos a un centro o eje que los resemantice, los una, los retroalimente, y produzcan en el lector la experiencia de haber realizado un viaje largo con un destino final, pero con paradas en las que pueda reflexionar, contribuir con su propia experiencia a la alimentación del universo que propongo en mis libros. Creo, también, que los géneros tienen que ver, como decía Ribeyro, refiriéndose a su obra cuentística, con la forma de percibir la realidad literariamente.


-“Las personas felices no tienen historia…” dice Simone de Beauvoir a la que citas al inicio de tu libro. ¿Hasta qué punto la Beauvoir contribuye a la construcción de tus personajes femeninos?

     -La cita de Simone de Beauvoir es un paratexto que cumple la función de crear el ambiente general en el que transcurrirán las historias del libro. En ese sentido, he procurado reforzar la idea de que la historia está conformada no solo por el pasado sino por una clase de pasado que quizá sea el que cuente. El tipo de pasado que me interesa abordar ficcionalmente, en relación con los personajes, es aquel marcado por el dolor, por la decepción, por la traición. 

En mis personajes trato de hacer evidente la importancia del pasado en sus vidas, la forma en que, bajo su influencia, seguimos caminos que nos pueden conducir, incluso, a la propia muerte. Creo también que la cita contribuye a consolidar la idea de que si hay personas felices, las hay porque fundan su felicidad al margen de la historia, al margen de la contradicción que implica vivir. Lo cual implica a su vez que ese tipo de personas no existen. Yo creo que Simone de Beauvoir se refería a esa imposibilidad de ser, es decir, las personas felices no solo no tienen historia, sino que no existen.

     Con respecto a mis personajes femeninos creo que, en la gran mayoría de los casos (y no me refiero solo a los de este último libro), son portadoras  del mal, en principio contra el hombre, pero también contra ellas mismas. No son el vehículo de una ideología feminista, no buscan independizarse de nada, por lo menos de manera consciente y, dadas las circunstancias, obran de acuerdo a su propia conveniencia.

-Infiernos Mínimos, tiene una fuerte dosis de elementos policíacos y de misterio ¿Cómo decides sumar estos elementos a los rasgos psicológicos de tus protagonistas?

     -El policial dejó de ser un género asociado a la resolución de un enigma hace bastante tiempo. Desde Hammet, hasta llegar a Ross Mcdonald, el policial se ha preocupado de profundizar en la psicología de los personajes y en la exploración de la subjetividad. Con respecto a estos elementos, lo que me interesa es describir situaciones absolutamente cotidianas y observar la irrupción del mal y la consumación del crimen en cualquiera de sus formas, atendiendo a cualquiera de sus justificaciones. 

Por otro lado, si bien trato con crímenes, no utilizo a investigadores ni a policías, ni tampoco se resuelve nada. Yo prefiero contar desde la conciencia de los propios personajes, desde un lugar de enunciación que muchas veces es el de alguien que ha perdido algo valioso o ha sido víctima de una traición o un engaño. En ese sentido mis cuentos exploran en el universo de la impunidad y de la forma en que se va naturalizando entre nosotros.
    
-Es cierto, por ello en cada uno de los relatos hay una fuerte carga de infelicidad, melancolía, zozobra. Escribir estos cuentos, ¿es una forma de catarsis y liberación para el autor?

-Tu pregunta toca el aspecto biográfico que interesa ahora muy poco a la crítica literaria seria, pero sí al gran público. Es verdad que uno puede escribir sobre algo que nos importa, nos produce alguna clase de reacción  o nos ha tocado cercanamente, pero esa es una parte de la verdad. La otra es que la literatura o la escritura propiamente dicha pueden ser afrontadas desde diversos puntos de vista.

 Centrándome en tu pregunta, no siempre escribimos sobre lo que nos duele o sobre lo que hemos vivido,  de modo que escribiendo se produzca en nosotros una especie de catarsis o liberación. Supongo que habrá escritores de ese tipo. No es mi caso ahora. Por lo menos en este libro no he sido ese tipo de escritor. Lo que sí creo es que al escribir uno debe ser honesto, responder a las demandas de su imaginación sentimental, de sus deseos o de lo que nos conmueve de alguna manera,  de la manera que sea. El escritor verdadero nunca se traiciona y escribe a partir de aquello que está arraigado en él de una forma grave, seria o importante. Eso es algo que no se debe perder de vista nunca.

-Pasemos a los relatos de Infiernos Mínimos. En El reencuentro, dos amigas adolescentes se ven después de algún tiempo. Una historia de un final trágico. La trama nos evoca a un thriller psicológico. ¿Hay influencia cinematográfica en la construcción de tus historias?

    -Lo visual es algo que me importa mucho, pero también me interesan los mundos interiores.  Si bien prefiero que el lector de mis cuentos vea lo que sucede como si sucediera ante sus ojos, esta preferencia siempre se ve balanceada por la exploración de la subjetividad. Es ese sentido si bien me gusta más mostrar que contar, me esfuerzo por que las acciones de los personajes sean lo suficientemente claras para que el lector pueda deducir lo que está sucediendo en su interior.

     La influencia del cine es clara en mis cuentos en la medida en que pueden ser leídos como guiones. ¿Si mi cuento “El reencuentro” es un thriller psicológico? Creo que sí, porque responde a  los dos elementos esenciales de esta modalidad narrativa: el misterio y la acción trepidante. Las acciones en el cuento se suceden con mucha rapidez,  son llevadas con cierta urgencia encubierta, son impulsadas por una fuerza guiada por el mal desde el inicio. Lo que se corresponde al misterio es bastante claro. Se escamotean las razones que llevan a la secuestradora a perpetrar la desaparición de la  adolescente y, más aún, queda en el misterio lo que sucede en medio de la acción cuando ambas salen de la sala de proyección y se pierden en la oscuridad. La idea central era observar, desde el ámbito de lo cotidiano, las formas en que se invisibiliza el mal y asume el rostro de lo cordial y amistoso.

-Perros, es un microcuento cuyos protagonistas: tres perros y un hombre, están sumergidos en una asfixiante rutina. ¿A qué responde esta mirada tan pesimista del entorno de estos seres, de su vida, que de alguna manera también es el reflejo de la nuestra?

     -Perros es un microcuento que trata de referir una situación cotidiana en la que un hombre y sus animales han llegado a un nivel de convivencia en el que es imposible establecer diferencias entre uno y los otros. El cuento quiere mostrar la posibilidad de ser feliz renunciando a cualquier posibilidad de usar la razón para tal propósito. Este microcuento es presentado como una imagen, como una fotografía que trata de fijar un instante en el que se produce la comunión del hombre con sus perros.

 Ese momento es el de la preparación de la comida que compartirán y frente a la cual mantienen una posición hierática. Entonces, si lo ves bien, no es un cuento pesimista y mucho menos miserabilista. Plantea, más bien, desde el recono-cimiento de nuestra propia condición animal la posibilidad de abrirnos a un campo de insospechadas relaciones que pueden llegar a ser gratificantes.


-“El enemigo insólito” es una historia borrascosa, de una carga psicológica infernal. Aludir a la novela 1.280 almas de Jim Thompson en un pasaje de esta historia no es casual, ¿no?

     -La novela 1280 almas de Thompson narra la historia de Nick Corey, el alguacil de un pueblito del sur de los Estados Unidos que sufre un proceso de degradación moral en el propósito de mantenerse en el poder y ser reelegido como la máxima autoridad de Potts Country.

     Este personaje para mí es memorable por su complejidad y por la forma como va  sometiéndose a la violencia para conseguir sus objetivos. Nick Corey es el prototipo del hombre que esconde a un feroz criminal sin consciencia detrás de un rostro sociable y hasta amigable. Este personaje me sirvió para imaginar al protagonista de  “El enemigo insólito”, un abogado lector de novelas policiales, cuya vida, como la de Corey, ha terminado en la corrupción y el crimen, desarrollando relaciones cordiales y de amistad en su entorno. Sin embargo lo que quería contar en “El enemigo insólito” es  la resignación de este abogado corrupto ante la muerte, resignación que supone un proceso de preparación consentida pero violenta, ayudada por la literatura a la que, a través de autores de novela negra y policial, rinde un gran tributo.

     Por otra parte, el cuento plantea la idea de un suicidio que solo será resuelto por alguien capaz de ver en la forma de la muerte del abogado una serie de pistas que pueden ser seguidas si se tiene cierto conocimiento de la novela policial negra.

-En “Juntos” tocas el tema de la crisis de pareja. Pese a que estamos ante universos de ficción este conflicto de pareja es tan cotidiano. Parece que no hay distancia entre la realidad y la ficción…

    -Juntos es un cuento articulado, desde el inicio, a la dimensión irónica del amor, pero también al desconcierto y a la idea de que es imposible conocer realmente a una persona, más aún si existen vínculos familiares en la pareja. Un amigo, Octavio Vinces, me hizo notar los elementos endogámicos de la historia y la forma en que estos elementos, en una sociedad como la limeña, se constituían en la causa de muchas separaciones. Yo agregaría que la dimensión familiar, causante en el cuento del agotamiento del amor, prueba que la endogamia no viene sola sino acompañada de la mentira, causante de la autoliquidación del segmento social criollo que necesita, para sobrevivir, escapar a ese entorno.

     Por otro lado, una idea que me acompañó a lo largo de la redacción del cuento fue la siguiente: dentro del matrimonio se puede llegar a ignorar absolutamente al otro o a la otra al punto de llegar a su total desconocimiento. Es irónico, por lo tanto, que teniendo a nuestra pareja al costado, no sepamos lo que quiere, lo que desea o, más dramáticamente, quién es.




-El microcuento “El beso”, tiene un final conciliador. ¿Es una manera de redimir las vidas desgraciadas de sus protagonistas?

    El beso es un microcuento que trata de retratar una personalidad pasiva agresiva. El final parece conciliador, pero no deja de reflejar un comportamiento hipócrita, fariseo. El odio que se pueda tener contra alguien nunca desaparece y menos de la noche a la mañana. En ese sentido no creo en el arrepentimiento total, en la posibilidad absoluta del cambio. Esos son valores de la cultura sentimental cristiana que vamos perdiendo cada día que pasa.

 La conciliación es algo que no se plantea en el cuento y que tampoco  queda implícito si nos atenemos a las circunstancias que rodean al cuento. El beso es, más bien, una estrategia, una forma, en este caso utilizada por una mujer en sus tensas relacionas con otra, para mostrar ante los demás que se puede ser falso y hasta guardar las formas si es necesario aniquilar al otro.

-El cuento “La corbata”, tiene un manejo del suspenso a flor de piel. Es una historia que pese a los contratiempos y oscilaciones de sus protagonistas nos resulta liberador en ocasiones. ¿Lo percibes así también?

    -Este es un cuento sobre la dignidad de las personas, sobre la derrota, sobre los niveles de humillación a los que se puede llegar cuando se ha caído o perdido aquello que nos mantiene de pie frente a los otros: el honor. También es un cuento sobre el perdón, sobre la capacidad de ser empáticos, de entender el drama del otro y de comprenderlos. Si escribir sobre estos sentimientos es liberador, pues estamos de acuerdo.

     En este cuento me ha sucedido lo que creo debe de sucederle a todo escritor cuando escribe, es decir, salir del proceso de la escritura como si este proceso nos permitiera acceder a alguna clase de conocimiento. A partir de la escritura de este cuento entendí que cada persona puede o no guardar un espacio para la comunicación honesta con sus semejantes y que el fracaso de cualquier ser humano reside, en eso, en no poder comunicarse con los demás. Solo a través de la comunicación honesta, las personas que han perdido su dignidad pueden recuperar el respeto de los demás, como sucede en el cuento.

    En el cuento, también, el objeto corbata es un símbolo que representa algo, pero también una conducta, una manera de ser en el mundo. En ese sentido busqué que lo que usualmente llamamos símbolo en literatura dejara de tener esa dimensión usual para enriquecerse.

-Jorge, ¿cómo ha cambiado tu estilo narrativo desde la publicación de tu primer libro Horas contadas (1988), pasando por La soledad de los magos (1994), La sombra interior (2006), Juegos secretos (2011) e Infiernos mínimos (2014)?

     El cambio es paulatino, progresivo, en mi caso. No paso de una poética a otra de un solo salto. Mis cambios son casi imperceptibles. Pero creo notar una apertura de mi narrativa hacia la exploración en géneros como el policial y el relato de misterio y a formatos como el microrrelato. Esta incursión no supone un abandono de la introspección y mi especial interés por referir subjetividades acosadas, agobiadas o angustiadas. Utilizo los recursos del thriller psicológico para responder a las demandas de la historia. 

Por ejemplo, en mi libro empleo estos recursos para tratar el problema de las desapariciones o los secuestros, un problema grave y no atendido como se debe en el Perú. En este sentido no creo que estos recursos banalicen, por sí mismos, la literatura, como sostienen algunos escritores apegados a un realismo militante. La condición es no renunciar a la explotación del lenguaje como un recurso clave para configurar el mundo, al análisis de cuestiones graves tanto si afectan a un individuo como a la sociedad y a la honestidad para contar.

    Finalmente, tengo claro que la literatura puede salvarnos de la autodestrucción o de la destrucción que puedan producirnos los otros, a pesar de que refiramos esa detalladamente esa destrucción en lo que escribamos. A mí la literatura me salvó en muchos sentidos y no puedo estar más que agradecido, por ello no le exijo nada. Es como en el amor, nuestra relación es absolutamente libre, no podría ser de otro modo, y por ello responsable.