“Un
libro de relatos puede construir un universo tan complejo y total como una
novela”, nos dice en la presente entrevista el autor de Infiernos mínimos,
interesante libro de cuentos
Foto: Lima en Escena
Hace
algunos meses Jorge Valenzuela, uno de nuestros narradores más importantes de
la generación de los ochentas, publicó el libro de cuentos Infiernos mínimos
(Campo Letrado), una selección de seis relatos cuyas tramas exploran en géneros
como el policial, el misterio y formatos como el microrrelato.
“Yo
prefiero contar desde la conciencia de los propios personajes, desde un lugar
de enunciación que muchas veces es el de alguien que ha perdido algo valioso o
ha sido víctima de una traición o un engaño. En ese sentido mis cuentos
exploran en el universo de la impunidad y de la forma en que se va
naturalizando entre nosotros”, nos dice el destacado escritor en la presente
entrevista, en donde además nos habla sobre los relatos que componen su último
libro.
-Jorge, has publicado hasta
el momento cinco libros de relatos y algunos de ensayo. ¿Por qué el cuento es una
constante en tu labor de escritor?
-El
cuento es, hasta el momento, el género en el que me he sentido más cómodo. Con
la palabra comodidad me refiero al hecho de que concibo mis ideas y mis
argumentos, desde el principio, pensando en que se desarrollarán dentro de los márgenes
de un relato breve. En ese sentido podría decir que estoy predispuesto- con
respecto a cualquier contenido, motivo, anécdota, recuerdo o experiencia- a darles la forma de un cuento.
Eso explica,
de una parte, la constancia a la que te refieres. De otro lado, creo que mi
constancia en la escritura de cuentos tiene que ver con el hecho de que creo
firmemente que un libro de relatos puede construir un universo tan complejo y
total como una novela. Entonces yo no veo como una limitación escribir libros
de cuentos.
De hecho, siempre he buscado articular los relatos a un centro o
eje que los resemantice, los una, los retroalimente, y produzcan en el lector
la experiencia de haber realizado un viaje largo con un destino final, pero con
paradas en las que pueda reflexionar, contribuir con su propia experiencia a la
alimentación del universo que propongo en mis libros. Creo, también, que los
géneros tienen que ver, como decía Ribeyro, refiriéndose a su obra cuentística,
con la forma de percibir la realidad literariamente.
-“Las personas felices
no tienen historia…” dice Simone de Beauvoir a la que citas al inicio de tu
libro. ¿Hasta qué punto la Beauvoir contribuye a la construcción de tus
personajes femeninos?
-La cita de Simone de Beauvoir es un
paratexto que cumple la función de crear el ambiente general en el que
transcurrirán las historias del libro. En ese sentido, he procurado reforzar la
idea de que la historia está conformada no solo por el pasado sino por una
clase de pasado que quizá sea el que cuente. El tipo de pasado que me interesa
abordar ficcionalmente, en relación con los personajes, es aquel marcado por el
dolor, por la decepción, por la traición.
En mis personajes trato de hacer evidente
la importancia del pasado en sus vidas, la forma en que, bajo su influencia,
seguimos caminos que nos pueden conducir, incluso, a la propia muerte. Creo
también que la cita contribuye a consolidar la idea de que si hay personas
felices, las hay porque fundan su felicidad al margen de la historia, al margen
de la contradicción que implica vivir. Lo cual implica a su vez que ese tipo de
personas no existen. Yo creo que Simone de Beauvoir se refería a esa
imposibilidad de ser, es decir, las personas felices no solo no tienen
historia, sino que no existen.
Con respecto a mis personajes femeninos
creo que, en la gran mayoría de los casos (y no me refiero solo a los de este
último libro), son portadoras del mal,
en principio contra el hombre, pero también contra ellas mismas. No son el
vehículo de una ideología feminista, no buscan independizarse de nada, por lo
menos de manera consciente y, dadas las circunstancias, obran de acuerdo a su
propia conveniencia.
-Infiernos Mínimos, tiene
una fuerte dosis de elementos policíacos y de misterio ¿Cómo decides sumar
estos elementos a los rasgos psicológicos de tus protagonistas?
-El policial dejó de ser un género asociado
a la resolución de un enigma hace bastante tiempo. Desde Hammet, hasta llegar a
Ross Mcdonald, el policial se ha preocupado de profundizar en la psicología de
los personajes y en la exploración de la subjetividad. Con respecto a estos
elementos, lo que me interesa es describir situaciones absolutamente cotidianas
y observar la irrupción del mal y la consumación del crimen en cualquiera de
sus formas, atendiendo a cualquiera de sus justificaciones.
Por otro lado, si
bien trato con crímenes, no utilizo a investigadores ni a policías, ni tampoco
se resuelve nada. Yo prefiero contar desde la conciencia de los propios
personajes, desde un lugar de enunciación que muchas veces es el de alguien que
ha perdido algo valioso o ha sido víctima de una traición o un engaño. En ese
sentido mis cuentos exploran en el universo de la impunidad y de la forma en
que se va naturalizando entre nosotros.
-Es cierto, por ello en
cada uno de los relatos hay una fuerte carga de infelicidad, melancolía,
zozobra. Escribir estos cuentos, ¿es una forma de catarsis y liberación para el
autor?
-Tu
pregunta toca el aspecto biográfico que interesa ahora muy poco a la crítica
literaria seria, pero sí al gran público. Es verdad que uno puede escribir sobre
algo que nos importa, nos produce alguna clase de reacción o nos ha tocado cercanamente, pero esa es una
parte de la verdad. La otra es que la literatura o la escritura propiamente
dicha pueden ser afrontadas desde diversos puntos de vista.
Centrándome en tu
pregunta, no siempre escribimos sobre lo que nos duele o sobre lo que hemos
vivido, de modo que escribiendo se
produzca en nosotros una especie de catarsis o liberación. Supongo que habrá
escritores de ese tipo. No es mi caso ahora. Por lo menos en este libro no he
sido ese tipo de escritor. Lo que sí creo es que al escribir uno debe ser
honesto, responder a las demandas de su imaginación sentimental, de sus deseos
o de lo que nos conmueve de alguna manera,
de la manera que sea. El escritor verdadero nunca se traiciona y escribe
a partir de aquello que está arraigado en él de una forma grave, seria o
importante. Eso es algo que no se debe perder de vista nunca.
-Pasemos a los relatos
de Infiernos Mínimos. En El reencuentro, dos amigas adolescentes se ven después
de algún tiempo. Una historia de un final trágico. La trama nos evoca a un
thriller psicológico. ¿Hay influencia cinematográfica en la construcción
de tus historias?
-Lo visual es algo que me importa mucho,
pero también me interesan los mundos interiores. Si bien prefiero que el lector de mis cuentos
vea lo que sucede como si sucediera ante sus ojos, esta preferencia siempre se
ve balanceada por la exploración de la subjetividad. Es ese sentido si bien me
gusta más mostrar que contar, me esfuerzo por que las acciones de los
personajes sean lo suficientemente claras para que el lector pueda deducir lo
que está sucediendo en su interior.
La influencia del cine es clara en mis
cuentos en la medida en que pueden ser leídos como guiones. ¿Si mi cuento “El reencuentro” es un thriller psicológico? Creo que sí,
porque responde a los dos elementos
esenciales de esta modalidad narrativa: el misterio y la acción trepidante. Las
acciones en el cuento se suceden con mucha rapidez, son llevadas con cierta urgencia encubierta,
son impulsadas por una fuerza guiada por el mal desde el inicio. Lo que se
corresponde al misterio es bastante claro. Se escamotean las razones que llevan
a la secuestradora a perpetrar la desaparición de la adolescente y, más aún, queda en el misterio
lo que sucede en medio de la acción cuando ambas salen de la sala de proyección
y se pierden en la oscuridad. La idea central era observar, desde el ámbito de
lo cotidiano, las formas en que se invisibiliza el mal y asume el rostro de lo
cordial y amistoso.
-Perros, es un
microcuento cuyos protagonistas: tres perros y un hombre, están sumergidos en
una asfixiante rutina. ¿A qué responde esta mirada tan pesimista del entorno de
estos seres, de su vida, que de alguna manera también es el reflejo de la
nuestra?
-Perros es un microcuento que trata de
referir una situación cotidiana en la que un hombre y sus animales han llegado
a un nivel de convivencia en el que es imposible establecer diferencias entre
uno y los otros. El cuento quiere mostrar la posibilidad de ser feliz
renunciando a cualquier posibilidad de usar la razón para tal propósito. Este microcuento es presentado como una
imagen, como una fotografía que trata de fijar un instante en el que se produce
la comunión del hombre con sus perros.
Ese momento es el de la preparación de
la comida que compartirán y frente a la cual mantienen una posición hierática.
Entonces, si lo ves bien, no es un cuento pesimista y mucho menos
miserabilista. Plantea, más bien, desde el recono-cimiento de nuestra propia
condición animal la posibilidad de abrirnos a un campo de insospechadas
relaciones que pueden llegar a ser gratificantes.
-“El enemigo insólito”
es una historia borrascosa, de una carga psicológica infernal. Aludir a la
novela 1.280 almas de Jim Thompson en un pasaje de esta historia no es casual,
¿no?
-La novela 1280 almas de Thompson narra la
historia de Nick Corey, el alguacil de un pueblito del sur de los Estados
Unidos que sufre un proceso de degradación moral en el propósito de mantenerse
en el poder y ser reelegido como la máxima autoridad de Potts Country.
Este personaje para mí es memorable por su
complejidad y por la forma como va
sometiéndose a la violencia para conseguir sus objetivos. Nick Corey es
el prototipo del hombre que esconde a un feroz criminal sin consciencia detrás
de un rostro sociable y hasta amigable. Este personaje me sirvió para imaginar
al protagonista de “El enemigo
insólito”, un abogado lector de novelas policiales, cuya vida, como la de
Corey, ha terminado en la corrupción y el crimen, desarrollando relaciones
cordiales y de amistad en su entorno. Sin embargo lo que quería contar en “El
enemigo insólito” es la resignación de este
abogado corrupto ante la muerte, resignación que supone un proceso de
preparación consentida pero violenta, ayudada por la literatura a la que, a
través de autores de novela negra y policial, rinde un gran tributo.
Por otra parte, el cuento plantea la idea
de un suicidio que solo será resuelto por alguien capaz de ver en la forma de
la muerte del abogado una serie de pistas que pueden ser seguidas si se tiene
cierto conocimiento de la novela policial negra.
-En “Juntos” tocas el
tema de la crisis de pareja. Pese a que estamos ante universos de ficción este
conflicto de pareja es tan cotidiano. Parece que no hay distancia entre la
realidad y la ficción…
-Juntos es un cuento articulado, desde el
inicio, a la dimensión irónica del amor, pero también al desconcierto y a la
idea de que es imposible conocer realmente a una persona, más aún si existen
vínculos familiares en la pareja. Un amigo, Octavio Vinces, me hizo notar los
elementos endogámicos de la historia y la forma en que estos elementos, en una
sociedad como la limeña, se constituían en la causa de muchas separaciones. Yo
agregaría que la dimensión familiar, causante en el cuento del agotamiento del
amor, prueba que la endogamia no viene sola sino acompañada de la mentira,
causante de la autoliquidación del segmento social criollo que necesita, para
sobrevivir, escapar a ese entorno.
Por otro lado, una idea que me acompañó a
lo largo de la redacción del cuento fue la siguiente: dentro del matrimonio se
puede llegar a ignorar absolutamente al otro o a la otra al punto de llegar a su
total desconocimiento. Es irónico, por lo tanto, que teniendo a nuestra pareja
al costado, no sepamos lo que quiere, lo que desea o, más dramáticamente, quién
es.
-El microcuento “El
beso”, tiene un final conciliador. ¿Es una manera de redimir las vidas
desgraciadas de sus protagonistas?
El beso es un microcuento que trata de
retratar una personalidad pasiva agresiva. El final parece conciliador, pero no
deja de reflejar un comportamiento hipócrita, fariseo. El odio que se pueda
tener contra alguien nunca desaparece y menos de la noche a la mañana. En ese
sentido no creo en el arrepentimiento total, en la posibilidad absoluta del
cambio. Esos son valores de la cultura sentimental cristiana que vamos
perdiendo cada día que pasa.
La conciliación es algo que no se plantea en el
cuento y que tampoco queda implícito si
nos atenemos a las circunstancias que rodean al cuento. El beso es, más bien,
una estrategia, una forma, en este caso utilizada por una mujer en sus tensas
relacionas con otra, para mostrar ante los demás que se puede ser falso y hasta
guardar las formas si es necesario aniquilar al otro.
-El cuento “La corbata”,
tiene un manejo del suspenso a flor de piel. Es una historia que pese a los
contratiempos y oscilaciones de sus protagonistas nos resulta liberador en
ocasiones. ¿Lo percibes así también?
-Este es un cuento sobre la dignidad de las
personas, sobre la derrota, sobre los niveles de humillación a los que se puede
llegar cuando se ha caído o perdido aquello que nos mantiene de pie frente a
los otros: el honor. También es un cuento sobre el perdón, sobre la capacidad
de ser empáticos, de entender el drama del otro y de comprenderlos. Si escribir
sobre estos sentimientos es liberador, pues estamos de acuerdo.
En este cuento me ha sucedido lo que creo
debe de sucederle a todo escritor cuando escribe, es decir, salir del proceso de
la escritura como si este proceso nos permitiera acceder a alguna clase de
conocimiento. A partir de la escritura de este cuento entendí que cada persona puede
o no guardar un espacio para la comunicación honesta con sus semejantes y que el
fracaso de cualquier ser humano reside, en eso, en no poder comunicarse con los
demás. Solo a través de la comunicación honesta, las personas que han perdido
su dignidad pueden recuperar el respeto de los demás, como sucede en el cuento.
En el cuento, también, el objeto corbata es
un símbolo que representa algo, pero también una conducta, una manera de ser en
el mundo. En ese sentido busqué que lo que usualmente llamamos símbolo en
literatura dejara de tener esa dimensión usual para enriquecerse.
-Jorge, ¿cómo ha cambiado
tu estilo narrativo desde la publicación de tu primer libro Horas contadas
(1988), pasando por La soledad de los magos (1994), La sombra interior (2006),
Juegos secretos (2011) e Infiernos mínimos (2014)?
El cambio es paulatino, progresivo, en mi
caso. No paso de una poética a otra de un solo salto. Mis cambios son casi
imperceptibles. Pero creo notar una apertura de mi narrativa hacia la exploración
en géneros como el policial y el relato de misterio y a formatos como el
microrrelato. Esta incursión no supone un abandono de la introspección y mi
especial interés por referir subjetividades acosadas, agobiadas o angustiadas. Utilizo
los recursos del thriller psicológico para responder a las demandas de la
historia.
Por ejemplo, en mi libro empleo estos recursos para tratar el
problema de las desapariciones o los secuestros, un problema grave y no
atendido como se debe en el Perú. En este sentido no creo que estos recursos
banalicen, por sí mismos, la literatura, como sostienen algunos escritores
apegados a un realismo militante. La condición es no renunciar a la explotación
del lenguaje como un recurso clave para configurar el mundo, al análisis de
cuestiones graves tanto si afectan a un individuo como a la sociedad y a la
honestidad para contar.
Finalmente, tengo claro que la literatura
puede salvarnos de la autodestrucción o de la destrucción que puedan
producirnos los otros, a pesar de que refiramos esa detalladamente esa
destrucción en lo que escribamos. A mí la literatura me salvó en muchos
sentidos y no puedo estar más que agradecido, por ello no le exijo nada. Es
como en el amor, nuestra relación es absolutamente libre, no podría ser de otro
modo, y por ello responsable.