jueves, 8 de noviembre de 2012

Argo (Crítica)





Escribe: Raúl Lizarzaburu.- El actor Ben Affleck debutó como director y coguionista con el interesante thriller Gone baby gone, con su hermano Casey como un detective privado que tiene la difícil misión de encontrar a una niña de cuatro años desaparecida en Boston. Mejor aún es el policial Atracción peligrosa, en el que además de coautor del guión es protagonista como un ladrón de buenos sentimientos.


Su tercer trabajo como realizador, Argo (íd., 2012), confirma que Affleck se porta mejor detrás de la cámara que delante de ella (como actor tiene varios filmes realmente malos). Al igual que los dos primeros, es una adaptación literaria, solo que esta vez el guión de Chris Terrio se basa en el libro The Master of Disguise de Antonio J. Méndez y el artículo Escape de Teherán escrito por Joshuah Bearman, y recrea un caso verdadero ocurrido en noviembre de 1979, cuando la revolución islámica encabezada por el ayatola Jomeini puso fin al prolongado reinado del Sha en Irán, y con él sus buenas relaciones con Estados Unidos. 


En especial cuando un grupo de alzados irrumpe en la embajada americana en Teherán y toma 52 rehenes, de los que media docena logra escapar y a su vez refugiarse en la residencia del embajador canadiense, Ken Taylor (interpretado por Victor Garber), lo que genera un grave conflicto internacional, y pone en marcha una operación secreta que, en la práctica, lo fue hasta 1997, cuando salió a la luz durante el gobierno de Bill Clinton (al ocurrir los hechos el presidente era Jimmy Carter).


Affleck, además productor junto a Grant Heslov y George Clooney, interpreta a Tony Méndez, el agente especializado que encabeza un plan perfecto para liberarlos: junto a otros cinco colegas de Inteligencia, deben simular ser un equipo de producción canadiense que va a Irán a buscar locaciones para filmar una película de ciencia ficción llamada Argo, todo monitoreado desde Norteamérica por el subdirector de la CIA, Jack O’Donnell (Bryan Cranston), y cada uno de los seis debe aprenderse un libreto respecto a su nombre y su trabajo, por supuesto falsos. Entonces entran en acción los dos zorros viejos de Hollywood Lester Siegel y John Chambers, dos personajes desencantados y cachosos (excelentes Alan Arkin y John Goodman), uno productor y el otro capo del maquillaje, que ponen quizá la única cuota de humor en un filme a caballo entre el docudrama -reforzado con imágenes verdaderas- y el ejercicio de género, con recursos propios del suspense y momentos de tensión en escenas como la discusión con el mercader, cadáveres colgados en plena calle o la persecución en el aeropuerto.


Affleck, que ya había mostrado habilidad para el thriller, logra ese equilibrio con dos aliados fundamentales: el montaje de William Goldenberg y la bien recreada atmósfera de fines de los setenta, captada por la notable fotografía de Rodrigo Prieto. En cuanto a las actuaciones, el trabajo es grupal por la propia naturaleza del filme. El final da cuenta de los verdaderos protagonistas. Y Argo, desde ya voceada para más de un Oscar, es la confirmación de Ben Affleck como un director a seguir.