martes, 5 de febrero de 2013

Cuchillos en el cielo


Película nacional que la podemos ver en la cartelera local y que el crítico de cine Ricardo Bedoya comenta en el presente artículo 

  
 “Cuchillos en el cielo es el séptimo largometraje de Alberto “Chicho” Durant. Como otras películas del cine peruano de los últimos años, desde “La teta asustada” hasta “Paraíso”, tiene un personaje femenino central que busca arreglar las cuentas pendientes con su pasado personal, que se superpone al del país.
  
La acción transcurre el año 2001. Milagros (Alejandra Guerra) ha salido de la cárcel. Durante su detención, acusada sin pruebas de actos terroristas, fue violada varias veces por militares. Al recuperar la libertad, empieza una relación con su hija púber y busca una reparación legal de los violadores. La película se centra en la descripción de las difíciles relaciones que entablan madre e hija.

“Cuchillos en el cielo” apela a un clásico itinerario narrativo seguido desde los tiempos del neorrealismo: al salir de una experiencia traumática, la protagonista vive experiencias tan funestas como las de su pasado inmediato. Paga la factura de ser mujer, de estar sola, de poseer antecedentes penales. Su trayectoria es la de un “caso”, un expediente. El retrato del personaje lleva como trasfondo la observación de una realidad.

En esa conexión entre lo íntimo y lo colectivo radica el mérito pero también la debilidad de la película.

El mérito: la decisión de hacer reposar el peso de la acción dramática en la presencia de Alejandra Guerra. Sin duda, lo mejor de la película es su desempeño. Ella le da entidad al personaje de Milagros, aportando un aire de fragilidad y desamparo, pero a la vez de fuerza silenciosa. Los momentos más logrados de la película son aquellos en que la vemos observar el entorno, la ciudad desde lo alto o en la noche mientras espera a su hija. Esos costados de intimidad, por más breves que sean, aportan una relación emocional y de identificación entre el realizador y su personaje.


Pero esa calidez se desvanece al imponerse el carácter “ejemplar” que marca el diseño del guion de “Cuchillos en el cielo”, que recurre a simetrías casi didácticas.

No solo porque las secuencias en el Poder Judicial o en el estudio del abogado resultan explicativas, frías y tan poco emotivas como el recinto del Palacio de Justicia, inhóspito y solitario. También porque hay momentos que subrayan lo que ya es evidente, como el trauma del personaje, ratificado con la secuencia de huída del chifa.

Pero sobre todo porque resulta casi un fatalismo del sentido –y un artificio del relato- que el reencuentro entre madre e hija y el destino de la muchacha deba sellarse luego de la experiencia de la prisión y el dolor (como si fuera el reflejo especular de lo vivido por Milagros), seguido del empeño de las dos mujeres de secar la casa inundada. Es curioso el giro simbólico que adopta el final de “Cuchillos en el cielo”.