lunes, 7 de abril de 2014

Loco cielo de abril





Escribe: Raúl Lizarzaburu

Segundo largometraje nacional estrenado en el año, tercero en la filmografía de Sandro Ventura, luego de Talk Show y El buen Pedro, y de algo accidentado ingreso a cartelera debido a un pacto aparentemente no cumplido de parte de los exhibidores, que habrían dado más salas de lo acordado a un peso pesado de taquilla hollywoodense como Noé (mientras Capitán América, otro blockbuster, se seguía viendo). Lo cierto es que Loco cielo de Abril (íd., 2014) está en el listín ya en su segunda semana.

Y en cuanto al filme, bueno pues. Nuestro amigo Ventura es director y productor ejecutivo, y se encarga además del guión —con la colaboración de Ani Alva y Roberto Valdivieso— y del montaje. Y su esposa y musa Fiorella Rodríguez es Abril, que conduce la historia mirando a la cámara.  Ella no solo se ha separado de su esposo infiel (Adolfo Aguilar) sino que además le queda poco tiempo de vida al haber sido diagnosticada de  cáncer terminal. Viviana, su amiga ligera de cascos (Ximena Díaz), se ha mudado a su departamento y lo ha convertido en poco menos que un hotel. Y en una aburrida inauguración de una exposición Abril conoce al chileno Bruno (Ariel Levy), que también acaba de terminar con su pareja Carla (Valeria Bringas), le hace perder la cabeza al extremo que él abandona el lugar pese a ser el organizador, e inician una relación básicamente de amistad.

Uno de los problemas del filme, teniendo en cuenta que su protagonista tiene poco tiempo por vivir (en teoría es básicamente una comedia, pero tiene un componente dramático), es que le falta explosión, le falta catarsis, que se reduce a patinar sin haberlo hecho nunca o a irse de un restaurante sin pagar. Con los diálogos pasa lo mismo. Demasiada rutina, salvo cuando aparece Viviana medio calata con algún amante ocasional o después de una juerga. La fotografía abusa de la imagen desenfocada, que puede funcionar una o dos veces pero no toda la película.




 Un buen intento era la toma envolvente cuando se emborrachan con pisco, pero también se excede en el recurso, tanto en tiempo como en velocidad. De los actores, Fiorella no lo hace mal, además que su delgadez ayuda a las características del personaje y al momento que atraviesa. Levy (el actor de la trilogía Qué pena tu vida… etc.) está bien. Poco que agregar del resto, salvo las ya citadas Díaz y Bringas. El que está fatal es el inexpresivo Aguilar, que por añadidura es uno de los productores. Queda para la anécdota el papel de Ethel Pozo como una de las confidentes metiches de Abril, mientras el de Rodrigo Sánchez como el hermano de Carla es más gravitante pese a ser más breve.


No se puede negar el empeño de Sandro Ventura, con tres largos en ocho años (y participa junto a otros directores en Japy Ending, largo de historias que se entrecruzan y que debe estrenarse en unos meses). Pero tiene que trabajar mucho para mejorar sus guiones.