martes, 22 de abril de 2014

¿¡Y tú qué!?...Danza sobre ruedas







Escribe: Luis Paredes (Crítico de teatro)

Después de un puñado de años nos visita la destacada bailarina y coreógrafa Rossana Peñaloza, quien hace unos días nos presentó en la Plazuela de las Artes, en función única, el excelente trabajo coreográfico ¿¡Y tú qué!? Danza sobre ruedas, pieza que juega con las limitantes impuestas por una enfermedad o un accidente al cuerpo de esta mujer, y cómo, los deseos y añoranzas sobreviven en esa nueva realidad.

La aludida pieza coreográfica circula alrededor de la incapacidad de comunicarse por la discapacidad y al mismo tiempo la posibilidad de demostrar fuerza ante la adversidad. Rossana Peñaloza, muestra sus grandes dotes de bailarina al comunicarnos con la ayuda de una silla de ruedas las distintas facetas de este personaje que clama por reconocimiento de sus valores como mujer.

En la pieza dancística aparecen los reflejos de la mujer luchadora, que no se da al abandono, sino por el contrario, lucha y va en busca de todo aquello que aparentemente ha perdido: el amor, la libertad, el juego. Se hacen presentes en su avatar la imagen de la pareja a través de la interpretación de un baile romántico, acción que nos lleva a los recuerdos de un amor contrariado.  





Las evoluciones de la bailarina las hace muchas veces acompañada de la silla de ruedas que le da un toque de magia a sus movimientos. En todo momento es una mujer decidida a romper la postración a la que ha sido sometida y la voluntad de interactuar con el espectador al cual invita a moverse con ella.

Rossana Peñaloza, es una eximia bailarina de clara expresividad corporal;  experiencia recogida de su trajinar individual y fruto también de su paso por Pata de Cabra, la representativa compañía de danza local en donde con sus compañeras generó todo un movimiento en pro de la danza y la libertad de movimientos y expresiones que esta provee.

¿¡Y tú qué!? Es un reclamo por la valoración del discapacitado y su consideración a la par de los demás sin que medien paternalismos ni prejuicios sino que sea pura aceptación e incorporación a la vida tal y como ésta es sin remilgos de ninguna clase.