Dilemas de vida y honor
Escribe: Alexiel Vidam
Directora de Cinematosis
Bajo la Batalla de Miraflores –escrita
y dirigida por Paola Vicente- es una obra teatral intensa. Ambientada en una
guerra adonde los peruanos íbamos directo a perder, donde el final era
completamente predecible, y lo más que uno podía esperar, era que los suyos
volviesen con vida. 1881, 15 de enero; exactamente durante la Batalla de
Miraflores, en el contexto de la Guerra del Pacífico.
Éste es el drama de la familia Garay.
Julia y su madre Doña Clara, se encuentran escondidas en el sótano de la casa,
junto a su joven criada Esperanza. El padre y el hermano de Julia –Mariano-, se
han enlistado. Mientras ellas soportan en medio de la oscuridad el fin de la
batalla, un desconocido se cuela en su casa. Dice ser ex alumno del padre de
Julia… pero ella no le recuerda.
¿Confiar en este hombre, que está
herido y parece sincero? ¿… o echarle afuera a su suerte…? Éstas son sólo las
dos primeras preguntas morales que aparecen en la obra. Y es el que el guión trata, básicamente, del
dilema entre el deber y el proteger, el conmoverse o permanecer implacable. En
cualquier caso… ¿a quién proteger? ¿Qué debe ser primero para uno?
La historia tiende a juzgar con mucha
dureza a los desertores, a quienes todos llamamos “traidores”, “cobardes”,
“vende patria”, ¿pero es la cuestión así de sencilla en el momento preciso en
que ocurren los hechos…? ¿Qué sucede si tu vida o la de tu propia familia es lo
que se encuentra en riesgo?
Quizás quien comprende mejor esa
situación –así de trágica-, es Mariano –hermano de Julia-, el personaje más
controversial, humano, redondo y matizado. Él es quien cuestiona las cosas,
quien se pregunta por qué o para quién pelar, qué valor tienen las cosas o la
propia vida. Asimismo, aunque en menor medida, sucede con su contraparte,
Martín Corcuera –nombre que adopta el desconocido-, hombre que conoce muy bien
sus objetivos, pero que parece movido también por un fuerte sentimiento de
decepción, dolor, rabia, e incluso por una atracción que parece sugerida hacia
otro de los personajes.
Las mujeres, por el contrario,
presentan caracteres bastante más planos; esto resulta un poco incómodo en
nuestra época, pero comprensible en el contexto de la historia, y necesario
para hacer el contraste con los otros dos personajes. Ellos se roban la
historia. Curioso, pues uno diría que Julia es la protagonista, pero su
personaje resulta bastante más estereotipado, típicamente moralista y clásicamente
heroico. Digamos que ella recupera el foco y solidez hacia el final de la
trama, cuando su convicción es puesta realmente a prueba, en una situación
verdaderamente fatal.
Sobre la puesta en escena en sí,
podemos denotar la minuciosidad en el aspecto de producción, el detalle, que va
de la mano con un guión que exige haber investigado exhaustivamente en la
historia. La buena adaptación de los diálogos –usando incluso los coloquios de
antaño-, en concordancia con la buena elección de vestuario y decorados, nos
sumerge en un viaje hacia el pasado, a una época que actualmente sólo conocemos
por libros o documentales. Lo mismo sucede con el trabajo de sonido, que pone
énfasis en el drama y construye una atmósfera de intriga.
Tal vez, el punto más flojo que pude
percibir en la obra, y que afortunadamente consigue equilibrarse según la misma
avanza, está en algunas interpretaciones. Desde mi perspectiva, la actuación de
las tres mujeres resulta, al principio, demasiado uniforme. Por el guión,
entendemos que entre Julia y su madre existen fuertes diferencias; mentalidades
casi opuestas, con simples rasgos comunes debido a la época y al estilo de vida
que tienen.
Sin embargo, su entonación, su manera de acentuar las palabras y el carácter histriónico que de por sí la obra maneja, anula un poco esas diferencias. Esto último me parece importante de resaltar, pues siento que, de alguna manera, todos los personajes se la pasan tan exaltados todo el tiempo, que hay momentos en que la emoción se pierde precisamente por falta de contraste –y en sus momentos más críticos, por exceso de tonos agudos-. Pienso que manejar diferentes grados de voz en distintos instantes, ayudaría a percibir mejor los momentos de clímax.
Sin embargo, su entonación, su manera de acentuar las palabras y el carácter histriónico que de por sí la obra maneja, anula un poco esas diferencias. Esto último me parece importante de resaltar, pues siento que, de alguna manera, todos los personajes se la pasan tan exaltados todo el tiempo, que hay momentos en que la emoción se pierde precisamente por falta de contraste –y en sus momentos más críticos, por exceso de tonos agudos-. Pienso que manejar diferentes grados de voz en distintos instantes, ayudaría a percibir mejor los momentos de clímax.
Entre las actuaciones, me parece
necesario resaltar las de Sergio Cano y Dante Del Águila, quienes supieron
transmitir, con mucha precisión, los matices de sus personajes. La entrada de
Sergio crea el punto de quiebre en la historia; transmite una energía muy
potente, indignante, desgarradora. Su
enfrentamiento verbal con Del Águila nos lleva a la reflexión, y el monólogo
magistral de este último, termina por rescatar lo que resulta –de algún modo-
otra manera de traición (la suya hacia sus propios fines); eleva, además, en
sus líneas, al personaje de Julia, por ser el más íntegro y fiel a sus
principios.
Vale decir, que esta obra, cuyo nombre
original fue Hombres limpios, fue la ganadora del IV Concurso de Dramaturgia
Peruana Ponemos tu obra en escena, organizado por El Británico. Actualmente se
está presentando de jueves a domingo en el CC. Ricardo Palma, y las entradas
pueden encontrarse en Teleticket.
Ficha técnica:
Dirección y guión: Paola Vicente
Cast de actores: Lilian Nieto (Doña
Clara), Angie Ruiz (Julia), Sergio Cano (Marianito), Dante Del Águila (el
hombre), Valquiria Huerta (Esperanza).
Producción general: The Learning
Factory
Producción general: Vodevil
Producciones