En estos momentos la autora participa en la FIL de Arequipa en donde hoy presenta su último
libro “Miradas. Antología de cuentos” y estará en FELINO para formar parte de dos importantes charlas
La antropóloga y escritora cusqueña Karina Pacheco
Medrano, es una de las autoras invitadas para participar en dos importantes conversatorios en FELINO, la primera Feria del Libro de Lima Norte, que se llevará a cabo hasta el 13 de octubre en el
Centro Comercial Plaza Norte.
El 12 de octubre junto a los escritores Ulises Gutiérrez Llantoy (Huancavelica) y Christian Reynoso (Puno) participan en el conversatorio "Literaturas en migración: escribiendo entre los Andes y las urbes". Finalmente, el martes 13 de octubre a las 7:00 de la noche, formará parte de la mesa redonda: “Memoria e identidad en la narrativa peruana.” en compañía de los autores Victoria Guerrero Peirano y José Carlos Agüero.
De otro lado, el 22 de octubre, Cocodrilo Ediciones presentará en la librería El Virrey de Miraflores, la antología "Al fin de
la batalla", después del conflicto, la violencia y el terror de Ana María
Vidal Carrasco, texto en el cual figura el cuento “Voy a cantarte” de Karina
Pacheco Medrano. Sobre éste y otros temas referidos a la problemática del postconflicto
en las siguientes líneas.
-Al fin de la
batalla es una antología que reúne a siete autoras que han ficcionado historias
referidas al periodo post violencia política. En el plano literario pero sobre
todo en lo social, aun cuando somos conscientes que en el país no tenemos el
hábito de la lectura, ¿cuál es el aporte de una antología tan categórica como
esta?
-Quizás el mayor aporte sea que invita a reflexionar sobre cómo se vive en una sociedad que no termina de ver, ni
mucho menos curar las heridas íntimas y colectivas que dejó la violencia
política. Este libro se debe a la apuesta de la editora, Ana María Vidal, por
hurgar, a través de relatos de ficción, en las situaciones y estados
postviolencia que vivimos como sociedad, asumiendo que las causas de la
violencia política siguen latentes y muchas de sus heridas permanecen abiertas,
interpelándonos como sociedad.
-Entre los siete
relatos figura tu cuento “Voy a cantarte”, una historia poética y desgarradora
sobre el joven retablista Arún desplazado de su pueblo durante la guerra.
Podrías ahondarnos más sobre esta historia…
-La editora nos había pedido cuentos nuevos,
especialmente pensados en el tema del postconflicto. Yo no quería volver a
sumergirme en una trama de violencia política porque implica tocar tinieblas.
Hacía pocos meses había publicado mi quinta novela (El bosque de tu nombre)
cuya historia ahonda en escenarios del conflicto armado en Guatemala, y ya
había abordado el asunto de la violencia política en el Perú en algunos cuentos
y en mi primera novela
(La voluntad del molle).
(La voluntad del molle).
Me había dicho que por mucho tiempo no quería retomar
esos temas y le dije que podía usar alguno de mis cuentos ya publicados. Pero
tantas veces una propone y la vida dispone… Justo unos días después, unos
amigos alemanes me regalaron el último libro sobre el trabajo del retablista
ayacuchano Edilberto Jiménez; al colocarlo junto a los dos libros anteriores
que tengo en casa y revisarlos de nuevo, una de las historias recopiladas me
atravesó de arriba abajo.
Al mismo tiempo, al contemplar los dibujos y retablos
de Edilberto, me ponía a pensar de qué materia está hecho un artista como él
para tener el coraje y la potencia para para plasmar en formas una memoria tan
cruda y desafiante como la de los pueblos que fueron más ominosa y directamente
lacerados por la violencia. Entonces me puse a escribir sobre ese personaje que
no es Edilberto pero está inspirado en él, y el encuentro con un caso en
particular, el de un niño asesinado en Chuschihuaycco, que existió, pero cuyo
nombre no conocemos. Por ello este cuento está dedicado a Edilberto Jiménez
Quispe.
-Karina en tu cuento
“Voy a cantarte” la poesía surge a partir de la perdida, del desgarro, de la
desgracia… ¿Cómo fluyen estas historias?
-Fluyen con el dolor, también con preguntas que se hacen
recurrentes cada vez que una se encuentra con historias como las que dieron
origen a este cuento. ¿Cómo es posible
que los seres humanos seamos capaces de generar tanta injusticia y espanto?
¿Cómo se vive frente al horror? ¿Es posible sobrevivir con dignidad frente al
legado del horror? ¿Cómo se constituye el color frente a las tinieblas…?
Tratando de responder a estas preguntas y a ese dolor salió este cuento. Y
bueno, creo que también por andar detrás de estas preguntas han salido los
otros cuentos y novelas que he escrito sobre estos temas.
-A propósito de este
tema de los desaparecidos y todo lo referido a estos casos, hay personajes, no
solo en la política, sino también en la literatura, que tienen la intención de
invisibilizar estos temas. ¿Qué opinas al respecto?
-Cuando tienes un país que se jacta de su crecimiento
económico y encuentras legión de políticos y opinólogos que apuntan que para
asegurar nuestro paso a la modernidad y el éxito hay que pasar la página, solo
veo ejemplos ilustrativos de cómo seguimos siendo un país fracturado por la
estrechez de miras y la exclusión. Hay que ser demasiado ciegos e imberbes para
olvidar que una sociedad que no cura sus heridas y no se preocupa por la
construcción de puentes de respeto y empatía entre sus ciudadanos solo está
echando abono abundante para futuros enclenques y nuevos conflictos.
Hay que ser demasiado sordos e insensibles para pasar por
alto que nuestro país sigue arrastrando muchas heridas históricas, de las
cuales los 69000 muertos de la violencia política representan una de las más
recientes. Por eso la historia es tan importante; si no aprendemos lecciones
del pasado, nos condenamos solitos a repetir errores y tragedias una y otra
vez... En 1980 parecía que el Perú, con el retorno a la democracia solo podía
ir a un estado mejor de cosas y de repente nos vimos entrampados en una
vorágine de horror.
Es absurdo pensar que esto se pueda repetir con los mismos
actores, y a la población se la manipula continuamente con ese temor; pero al
mismo tiempo, se pasa olímpicamente por alto como la violencia del
narcotráfico, la corrupción a toda escala o la exclusión de grandes sectores de la población no esté
abonando otro tipo de conflictos que no sabemos qué forma puedan tomar, pero
están allí, como una espada de Damocles, y nos negamos a verlos y enfrentarlos
a tiempo, borrachos cómo andamos con nuestras ideas de bonanza económica y el
comer sabroso.
-Estamos ante una
antología sobre la violencia y el terror que nos conduce a la mirada
autocrítica sobre nuestro país, un Perú aún lleno de brechas sociales, un país
que segrega, un país homófobo y aún anacrónico, ¿de qué manera la literatura desde
una mirada artística podría aliviar estas heridas?
-No creo que la literatura por sí sola pueda sanar las
heridas; esa es tarea fundamental de políticas públicas y de una construcción
de una ciudadanía que tenga la capacidad de reconocer el dolor de unos y otros,
como algo que nos interpela a todos, aun cuando en medio de los conflictos uno
no se halle en la posición directa de víctima, perpetrador, o instigador. Lo
que sí pueden generar algunos libros como este es recordarnos la existencia de
esas heridas e interrogarnos sobre qué puede hacer cada cual para dialogar con
ese pasado y eventualmente contribuir con pocos o muchos granos de arena a esa
sanación y a dar lugar a un país más justo y sabio.
-Apelo a tu mirada
de antropóloga. 35 años después del periodo de guerra, ¿cómo observas al Perú,
el país al que muchos tildan en “franco crecimiento y desarrollo social y
económico”?
-Por un lado veo un país de nuevos ricos obnubilado por
la idea de que tener mayor capacidad adquisitiva y acceso a las nuevas
tecnologías nos hace lindos y modernos, un país que ha caído en el dogma de que
las cifras de crecimiento económico son lo púnico importante y solo cabe que
cada cual baile con su pañuelo y lo que suceda fuera de mi barrio no es asunto mío;
un país donde los gobernantes y la población urbana sigue observando la
diversidad cultural como problema y no como riqueza, donde la idea de
cosmopolitismo se sigue mirando como viajar fuera y nunca adentro.
Se olvida que a pesar del etnocidio continuado, en
nuestro país todavía existen otros 40 idiomas y otras tantas maneras diferentes
de ver el mundo e interpretarlo; sin idealizar lo que esta culturas
representan, hay mucho de lo que podríamos aprender de ellas; pero persiste la
idea colonial de que mirar al cosmos del interior es atraso y que para ser
“moderno” y “estar al día” solo hay que guiarse por lo que ocurre en Europa,
Estados Unidos o Asia.
Es tan absurdo. En fin. Pero asimismo, creo y veo que al
mismo tiempo, hay el Perú mucha gente, en especial mucha gente joven levantando
nuevas interrogantes, plantándole cara a ese absurdo estado de cosas, como
también creando proyectos en distintos campos (política, artes, educación,
deportes…) con enorme originalidad y con ganas de renovarlo todo. Esto sí que
da esperanza y las preguntas que lanzan al aire nos interpelan a todos y hacen
que removamos las neuronas.
-Antes de terminar debo de reincidir en este tema. ¿Cuáles –crees tú- que son las grandes problemáticas
que aún siguen en agenda sin resolver?
-Seguimos dominados por una cultura autoritaria; esto no
solo se refleja en el hecho de que continuamente buscamos caudillos que “pongan
orden”, sino que es algo más generalizado y cotidiano: quien adquiere un poco
de poder en el trabajo, en la familia, en la política, etc. se cree con derecho
a abusar de ese poder e imponerse sobre quienes le están subordinados. El
racismo, el machismo y la exclusión de las poblaciones indígenas son otra lacra
normalizada que además alimenta las desconfianzas mutuas que mantenemos entre
peruanos. Y junto a todo ello, la incapacidad para respetar las diferencias y
sentir empatía por el otro. Esto se
expresa en un terrible desinterés por lo público…
Proclamamos que
estamos por el desarrollo y la estabilidad; pero, si queremos un país verdaderamente sostenible,
deberíamos apostar porque TODO/AS los niños y jóvenes tengan garantizada una
buena nutrición, así como servicios públicos de salud y educación de alta
calidad que potencie sus capacidades particulares; porque si no, solo estamos
reproduciendo una situación por la que solo una tercera o cuarta parte de la
población tiene acceso a esos bienes (que son derechos fundamentales
reconocidos por ley, por cierto) y el resto se pierde en medio de la pobreza y
las desigualdades marcadas por el nacimiento; así perdemos todos, como
seres humanos y como país.