La artista posa su mirada sobre objetos sencillos, humildes, descartables y sin embargo, reflexionando en ellos, veremos que son necesarios, importantes, claves...
La
artista peruana Marilya Hinostroza inaugurará “Adagio”, su primera muestra
individual este 07 de noviembre en el Latino
Art Museum, Pomona, California, Estados Unidos.
Desde
la infancia la citada artista mostró interés por el arte. En el año 2006
ingresa al taller del profesor Juan
Villacorta Paredes. Posteriormente estudia en la Escuela Nacional de Bellas
Artes (2008-2013) egresando con la Medalla de Plata en Pintura. Ha recibido diversos reconocimientos y ha
sido seleccionada en diferentes concursos de arte.
Acerca
de la obra de Marilya escribe el pintor Iván Fernández-Dávila, curador de la
exposición: “En Adagio, su primera individual, Marilya Hinostroza presenta
diecisiete pinturas de mediano formato:
Once paisajes y seis bodegones. Todas
las piezas pintadas del natural, directamente frente al motivo. En el interior
de su taller en el caso de las naturalezas muertas y en plein air en el caso de
los paisajes.
Es inusual este tipo de
actitud pictórica frente al motivo en estos días, en especial para un artista
joven. Marilya posee la destreza, la
concentración y la técnica para conseguir el objetivo plástico, sin embargo se
requiere algo más que esas condiciones para impregnar otra cosa que la mera
apariencia en una pintura. Ese algo más, en el caso de Marilya, es el tono
elegíaco ostensible en cada una de sus composiciones. Posa su mirada sobre objetos sencillos,
humildes, descartables y sin embargo,
reflexionando en ellos, veremos que son
necesarios, importantes, claves.
Ahí
están los utensilios de cocina, la sartén con el pescado terminando de
freírse, que servirá de alimento y que
ha pintado con paciencia, con cariño, casi con agradecimiento; el mantel para compartir con los seres
queridos ausentes o presentes en su memoria, las frutas, la cebolla para el almuerzo, el botellón para
guardar el agua. El pequeño lamparín con el que se acompañó alguna noche, la
leche para el desayuno, la lata de
bombones que algún recuerdo feliz debe procurarle, la taza metálica infantil de
tiempos alegres.
Esta serie es la enumeración de una mirada, reflejos de la
concentración en el motivo plástico y a pesar de ello ninguno de los títulos
nos remiten a simbolismo alguno, si no al realismo más directo, descriptivo:
“Botellón con frutos de la Naturaleza”, “Plancha, mantel y frutos”, “Cacerola
azul y lechera”, “Pescado frito en la sartén”.
Como si la artista nos dijera: Es lo que es, esto es lo que es y es lo
que he decidido pintar, la realidad, lo que es real para mí, lo que es
importante para mí.
Esa
es la poética de esta exposición. Y el
lirismo es incluso mayor en sus paisajes, en los que el sentimentalismo a veces
se evidencia incluso en un par de títulos como “Inolvidable Cauday” o “Al final
del camino”. Después, la imagen es lo que se nombra: “Iglesia de San Agustín”,
“Pileta”, “Marina”. La artista, el ser humano, frente a lo que está fuera de
él: El mundo. Y cómo decodifica esa realidad a través de su obra.
Hinostroza
recurre a la patria de la infancia en sus imágenes retroalimentando el presente. El contraste de
una ciudad agresiva y apagada como Lima frente a los verdes y la luz de la
Sierra. La amplitud y la luminosidad de los paisajes, es verdad,
pero también la desolación y el
tedio hasta cierto punto.
Ahí
están su “Cielo intenso”, la “Pampa grande”,
“Paisaje en los Andes”,
contrastados con la imagen gris, asfixiante de su “Costa Verde” o el
“Palacio Arzobispal”. Es la mirada del
migrante extrañado, que vive escindido entre el cuerpo presente y la memoria,
además con el mérito de no recurrir a obviedades ni estridencias tan en boga.
Estas pinturas nos presentan a una personalidad más bien solitaria y
ensimismada, melancólica y sumamente sensible, herida, por eso es que a pesar
de no aparecer ni un solo ser humano en estos óleos, la humanidad que
transmiten es abrumadora.
Al final, es
el peso del artista, la profundidad de su ser, de su estar en el Mundo, lo que determina el peso y la profundidad de
la obra de arte, más allá de lo representado.
Esto es lo que hace que una pintura sea
Arte y se aleje de la mera decoración, del mero esteticismo: su ansia profunda de verdad, de belleza, que son
lo mismo”.