Cinta nacional actualmente en cartelera
Escribe: Ricardo
Bedoya
“High
concept” en Magdalena. Como se sabe, el término designa a las películas cuyas
líneas argumentales pueden ser descritas aludiendo a los conceptos que
originaron las tramas de filmes muy conocidos.
En “Quizás
mañana”, los traumas y miedos de los personajes de “En la cama”, de Matías
Bize, se ventilan por las calles y plazas de Magdalena recorridas por una
pareja que le hace guiños al dúo conformado por Julie Delpy y Ethan Hawke en
las películas de Richard Linklater.
Como en la
película chilena, los personajes de “Quizás mañana” están atenazados por un
problema personal y una duda íntima. Ella, por lo que le espera en el futuro
inmediato. Él, por una pérdida familiar.
Como en
las películas de Linklater, aquí se camina y se habla. Y en el recorrido se
crean tensiones y atracciones entre los personajes. Primero se agreden y luego
van descubriendo los sentimientos que pueden unirlos.
"Quizás
mañana" no arranca bien. El monólogo inicial de Gisela Ponce de León,
tratando de llamar la atención de Bruno Ascenzo, resulta artificial, insistente
y sobrescrito. Lo mismo ocurre con sus intervenciones en la secuencia del
restaurante.
Durante
los primeros quince minutos la sensación es enojosa, casi asfixiante.
¿Cuál es
el error de esos primeros minutos?
Sin duda,
el cargar las tintas en la caricatura. El reducir el personaje de la muchacha
al esbozo de una engreída impertinente o una histérica exaltada. El no dejarle
margen para ser otra cosa. El tipificar demasiado.
Lo mismo
ocurre con el personaje de Bruno Ascenzo, pero a él lo salva el mutismo. Como
es desdeñoso y burlón, las frases cortas le impiden saturar el ambiente.
Luego, en
forma progresiva, la película encuentra un equilibrio. Los diálogos se tornan
más espontáneos, los actores siguen el juego con mayor relajamiento y el tono
general de la película se vuelve más respirable.
¿Cuándo
mejoran las cosas?
Cuando el
guionista Jesús Alvarez se da cuenta que los personajes pueden mostrar
atributos y representar asuntos mínimos. Cuando crea contrastes entre ellos y
los observa. Lo que se echa en falta es el dominio del arte de la digresión, de
ese hilo que se suelta en medio de las conversaciones y lleva a la cháchara
banal pero reveladora. Aquí, los diálogos siempre son enjundiosos y apegadas a
lo que necesitamos saber acerca de lo que harán un personaje o el otro.
Jesús
Álvarez debuta en la dirección con “Quizás mañana”. Demuestra que sabe dirigir
actores porque tanto Gisela Ponce de León como Bruno Ascenzo están en caja. Y
que construye pequeños entornos en una idílica y casi pastoral Magdalena, llena
de parques y jardines. Un marco urbano que le permite, hacia el final,
prodigarse en atardeceres, música tonante y ternura hasta de ultratumba.
Qué
interesante ejercicio sería ver en programa doble “Quizás mañana” y “1”, de
Eduardo Quispe y Jim Marcelo. Dos visiones cinematográficas de parejas limeñas,
pero a las que todo separa.
La pareja
de Magdalena está centrada en el encuadre, sus diálogos son audibles, sus
recorridos se trazan con movimientos de cámara bien demarcados y su filiación
social les impone los ritos de la boda y el funeral.
La pareja
de “1”, en cambio, entra y sale del campo visual porque la cámara impone la
máxima inestabilidad, el entorno es un caos sonoro, sus lugares de encuentro
son sitios de paso, y la idea de lo inacabado, lo fugaz, o de estar en los
bordes, lo marca todo.
Interesante
la variedad del cine peruano de hoy que ofrece miradas distintas de situaciones
que admiten la comparación.