Escribe: Raúl Lizarzaburu
Drake
Doremus es un director californiano, joven aún (apenas pasa la treintena), que
luego de un puñado de trabajos entre cortos, largos y una miniserie ve la luz
en nuestro país con el drama Pasión inocente (Breathe In, 2013) de sorpresivo
estreno. Doremus es además coautor del guión con Ben York Jones.
El
protagonista es Keith Reynolds (Guy Pearce), que de ser rockero en sus años
mozos se convierte en un ejecutante de cello que, mientras espera cumplir su
anhelo de tocar en una sinfónica, da clases en una escuela de Nueva York donde
no se siente muy a gusto (como no se siente a gusto en general con su vida en
la madurez). Entonces llega para alojarse en su casa, en un pueblo cercano a la
ciudad, la estudiante inglesa Sophie (Felicity Jones), que ha cruzado el charco
por intercambio y es todo un talento musical en ciernes. Inicialmente tímida,
irá entrando en confianza y hará muy buenas migas con la esposa de Keith y con
Lauren, su hija adolescente que participa en competencias de natación (Amy
Ryan-Mackenzie Davis). Pero sobre todo con él. Y más allá de una simple amistad
entre profesor y alumna. Entonces comienzan los encuentros furtivos dentro y
fuera del hogar.
Y
también comienzan los problemas, empezando por alterarse la tranquilidad y la
hasta entonces, en apariencia, feliz vida de la familia con su presencia; ella
tampoco hará mucha química con sus compañeros de estudios, sobre todo cuando
tiene un acercamiento con un ex de Lauren. Uno de los aspectos más interesantes
de este filme es cómo se va desarrollando la relación entre ambos, narrada con
pocos diálogos pero con expresividad (un momento notable es cuando sus manos se
encuentran en el piano), y un erotismo más bien velado (por ahí se le ha
comparado con Lolita, pero creo que es un exceso). Se puede objetar, eso sí,
algo de previsibilidad.
Pearce está excelente, con un registro
dramático como pocas veces se le ha visto, bien secundado por Ryan y la joven
Jones, presente también en el anterior largo de Doremus, Like Crazy (igualmente
coescrita con Ben York Jones).
Kyle MacLachlan, actor dedicado a la televisión
últimamente, hace un cameo (papel
breve y no acreditado) como un amigo de Keith que se entusiasma al ver a Sophie
en bikini.
Se escucha, cómo no, aparte de la excelente partitura de Dustin
O'Halloran, fragmentos de Chopin y Schumann entre otros compositores. Otro
punto a favor: la fotografía de John Guleserian, tanto en los primeros planos
de los protagonistas como en los ambientes de la casa o el paisaje del bosque.
Ojo con el detalle del retrato familiar al comienzo y al final.
En
suma, Pasión inocente es una película correcta, austera, sin grandes estrellas
en el reparto (salvo Pearce), que sin alcanzar un gran nivel se puede ver. Lo
que sí cabe discutir, más allá de sus virtudes y deméritos, es la manera en que
este melodrama es promocionado, como si su contenido sexual fuera en realidad
mayor. En fin.