El politólogo y médico Ernesto Velit Granda nos sorprende gratamente con Lucrecia (2015) una novela que se inserta en la temática de la guerra interna
Escribe: Carmen Ollé
En los últimos tiempos los autores peruanos han
incursionado con respecto a la composición de novelas en el tema de la guerra
interna, también llamada época del terrorismo que asoló el territorio peruano
durante doce años, hasta la caída de su líder Abimael Guzmán. Si bien, todavía
existen algunos reductos donde Sendero Luminoso está activo, fueron esos años,
desde 1980 hasta el año 2000, los más sangrientos y tortuosos, con miles de
muertos, desaparecidos y mujeres torturadas.
Diversas tramas se escribieron en nuestra narrativa, que
van desde el romance entre militares y mujeres activistas, hasta incursiones de
periodistas limeños en zonas de sierra desconocidas para los capitalinos y
thrillers policial, en los que hallamos personajes psicópatas, militares con
problemas de culpa, familias separadas, hermanos acusados de senderistas, muertos en enfrentamientos con la Policía,
entre otros.
Sobresale en este rubro
algunos escritores como Roncagliolo, Thays, Cueto, Pérez Huaranca, Luis
Colchado, además de cuentistas que también abordaron el tema de manera
magistral, como “El Cazador”, relato de Pilar Dughi o “Las chicas de la
yogurtería”, de la misma autora; incluso una novela mereció el Premio de las Américas en Puerto
Rico: La sangre de la aurora de Claudia Salazar, escritora peruana afincada en
EEUU. Daniel Alarcón, quien también radica en USA, es autor de Radio ciudad
perdida, que toca el tema desde otro ángulo, los desplazados por la guerra que
perdieron contacto con sus familiares y son buscados a través de un programa
radial.
En este contexto, el politólogo y médico Ernesto Velit
Granda nos sorprende gratamente con Lucrecia
(2015). Lucrecia es una
novela que se inserta en la temática antes mencionada pero desde una óptica
particular e interesante:
Lucrecia es una heroína en un poblado rural, hija
ilegítima de un hacendado mafioso de origen italiano y de una trabajadora de
ascendencia africana a quien criará su abuela ya que la madre huirá con otro
hombre para escapar del sufrimiento y de la pobreza.
Lucrecia desde muy
joven se inclina por la filantropía, es decir, dedica toda su juventud a mejorar la situación de los campesinos,
explotados por el patrón: “Le gustaba pasear de noche por el pueblo, lo hacía casi
siempre sola, buscando si había algún abandonado, algún pleito entre vecinos,
cualquier cosa que alterara la paz del lugar. (…) pensaba que esa tierra ajena
que recogía el sudor de los campesinos, algún día sería propiedad de los que la
trabajaban diariamente”.
Heroínas de esta hondura en la novelística nacional hay
pocas, incluso María Elena Moyano solo ha sido recreada en algún pequeño
relato. Curiosamente, Lucrecia evoca la
fuerza de María Elena aunque si bien parece introyectar algunos ideales de esta
mujer que asesinó Sendero, el personaje de Velit Granda es fuerte y dulce a la
vez, romántica y luchadora, sin resentimientos hacia sus padres, aunque
realista para ubicarse en su medio social; y es que ambas, tanto la Moyano como
Lucrecia sabían que la pobreza, el machismo afectan la vida de las mujeres
peruanas al extremo de postrarlas, de hacerlas naufragar en el analfabetismo,
en la violencia familiar.
Lucrecia es un
personaje complejo, no solo entregado a
conseguir víveres y mejoras para los hijos y sus madres en la hacienda de su
padre, sino que aprovecha esta relación con el italiano. Entre los dos existe
una extraña atracción pero también rechazo, porque los protagonistas de esta
novela no son maniqueos ni estereotipados. Lucrecia es soñadora y el italiano
mafioso guarda por la hija un sentimiento que nunca se atrevió a reconocer como
amor paternal.
El clímax irrumpe en este texto muy bien narrado cuando
las primeras acciones de la guerra interna empiezan a señalar a todos aquellos
que luchan por la igualdad social como presuntos terroristas, en ese sentido
Lucrecia, mujer bella e inteligente es amenazada por autoridades y hacendados
de la región, que la acosan sexualmente, instándola a abandonar sus obras de
ayuda a los pobres. A la muerte del padre mafioso, Lucrecia no podrá contar con
más colaboración de parte de este, pero se enterará de los sentimientos
encontrados de su progenitor, ella también tratará de elucidar su muerte
violenta, y trata de limpiar su memoria, pues se dijo que fue un crimen
pasional.
Por ello, las cuitas de Lucrecia también están vinculadas
a su ser mujer, a su naturaleza sentimental, a la que no ha renunciado, pese a
reconocer que su verdadero destino es el de ser guía y líder de su pueblo. El
encuentro azaroso con una madre degradada que consideraba perdida no se
resuelve del todo, pero se deja entrever y en ese punto la novela alcanza un
nivel dramático que debe destacarse, ya que Ernesto Velit Granda no ha querido
solamente relatar una época trágica de nuestra historia, sino crear personajes
vívidos, intensos, y sobre todo una Lucrecía, que pese a su extracción social
humilde, es un alma sensible que se enfrenta a una época donde impera el mal, la desconfianza. No
obstante, Lucrecia conocerá el amor,
pero será un amor sin suerte, pesaroso, porque los terroristas y los
militares la tenían en la mira.
Lucrecia es otra manera de abordar el asunto de la guerra
interna, a través de un personaje femenino que sobresale en el concierto de la
narrativa contemporánea por su belleza espiritual y física, pero sobre todo por
su valentía y espíritu de lucha. Narrada
con solvencia, agilidad, la novela de Ernesto Velit Granda conmueve y atrapa al
lector desde el comienzo.
Lucrecia
Autor Ernesto Velit Granda
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Fondo de carátula: Sin título. Natalia Velit. Óleo sobre tela. Técnica
mixta.
Fondo Editorial, Lima, enero 2015
181pp.