Luego de leer Por qué hacen tanto ruido
(Intermezzo Tropical 2015) de Carmén Ollé
Escribe: Odette Amaranta
¡Mierda! Luego de leerte siento que mi
vida es un huerto de algodones. ¡Qué fuerte! Qué tal lucha interior, qué
obsesiva y cotidiana confrontación, qué exigente y cuestionadora mirada. Cruda
cárcel o trampa mortal. Rebelión interna. Qué soledad, qué esfuerzo e
inagotable sobresalto por encontrar la propia voz. Qué ovarios para sostener
tal infierno existencial. Monólogo doloroso y creativo en un solo compás.
El frenetismo del cuerpo atrapado en la
mente. La imposibilidad del silencio. Atormentada vida, persecutorio juez,
derecho a la locura, ¡maldita responsabilidad! ¡puta culpa! Mandar al diablo la
estabilidad laboral y su convencionalismo burocrático, y gozar del vacío de ese
acto feroz. La maternidad siempre será un ancla a tierra. Quedarse o huir. Huir
y quedarse. Liberarse. Resurrección o muerte. Ser una escritora de verdad.
Empezar de cero y aprender a caminar.
La angustia de la página en blanco, de
la imagen que no aflora, frustración, desierto de imaginación sin filo. El
descontrol del lenguaje. Vaciarme sin pensar en nada más que en vaciarme. Leer,
leer, leer…en un vicio interminable, casi una fuga…vivir y morir leyendo hasta
no sentir el cuerpo. Que todo se entrometa en lo que escribo, sin esquivar
nada, que entre todo aquello que quiera entrar, lo admito todo. Confesión
desatada. Psicomagia restauradora para abrazarse ella misma, como mujer, como
escritora, en medio del caos.
Y es en ese desconcierto que me
pregunto por la armonía y lo apacible. Luego de leerte podría sentirme culpable
de mi optimismo hedonista (a diferencia del pesimismo masoquista de Sarah). A
veces me preocupa tener un espíritu demasiado saludable, que la vida sea tan
generosa conmigo y que pocas cosas terribles me hayan sucedido…a pesar de ello
todos experimentamos sufrimiento y mis mejores poemas siempre han surgido del
laberinto y el dolor. Pero hay dolores y dolores, desequilibrios y
desequilibrios. Los míos son un pan con mantequilla, aunque no tenga sentido
comparar. De todas maneras, también hemos escrito alguna vez como Evtuchenko,
poemas nacidos de la alegría y la calma. ¿La verdadera belleza es una amenaza?
No lo sé…no sé si quiera si exista verdadera belleza…pero el ruido que haces es
perturbadoramente hermoso.
La poesía nunca será un obstáculo, así
el dinero sea poco. El amor lo puede todo, aunque los demás se rían del amor o
piensen que el amor es ridículo. Lo vi en Gustavo y Violeta, mis abuelos. No
temer el ridículo, ni el milagro de la risa. Aunque sin dinero todo siempre sea
más difícil.
La tensión, la espera, la precariedad y
posible degradación. La decadencia. La ausencia de la madre. La infancia que no
se desprende. Vencer el tedio de lo doméstico. El tormento de ser mujer y ser
poeta, el propio sometimiento, la infidelidad, el machismo, los celos. El
desamor. El deseo de escribir. Todo está
cifrado en los olores. ¿Quién se entrega a qué? ¿Quién es un verdadero qué? La
melancolía ahora lo purifica todo.
Y la poesía allí, siempre presente en cada frase, en cada
silencio, en cada afirmación, densa y enigmática. ¿Poesía en prosa? ¿Novela
poética? Solo la prosa anárquica, híbrida, onírica, lo que quieran. Poco
importa ante tanta potencia comunicativa: encuentros y desencuentros, amor,
literatura, sexo, familia, ciudad, miseria, fatalidad, locura,
desequilibrio…cielo-infierno-purgatorio. Escrito está en tus manos: el misterio
de la belleza en el peligro niega esa misma belleza. Silenciosa melodía de lo
extraño, audaz y fascinante, dice Susana Reisz. Mezcla despiadada de poesía y
realidad, peligrosa muestra de oscura intimidad consigo mismo, advierte Blanca
Varela.
¿En qué momento los alaridos nos
parecen gritos de belleza? Tal vez en el infierno de una pesadilla que, al
despertar, podemos expulsar como un
pequeño insecto con la punta del zapato. Acto plenamente liberador, condición
de vida limpia y digna, afirma Antonio Cornejo Polar: “se libera porque se
escribe y porque es con la palabra que se instaura ese urgente e inabdicable
espacio de autonomía personal (…) la mudez es la más aterradora imagen de la
muerte y el lenguaje dicho con goce o sufrimiento el mayor y más alto signo de
la vida que merece vivirse”. Sigo su cambio de código en la felicitación y,
como él, no solo felicito a Carmen Ollé, valiente autora, felicito a Victoria
Guerrero por la lucidez de reeditar una obra que no puede dejar de leerse
-especialmente en el Perú-, felicito a la editorial Intermezzo Tropical por
esta nueva y completa edición, y me felicito a mí por haberlo leído y gozado
con dolor, veintitrés años después de su primera aparición.