Primera actriz nacional celebra 60 años
en las tablas. Razones de sobre para charlar con ella
Fotos: Rosana López Cubas
Aprendió a leer desde los tres años. Su
madre se sorprendió al verla en plena lectura del diario El Comercio cuando era
apenas una niña. Ya en la primaria y secundaria sus dotes de lectora y su
facilidad para memorizar textos le facilitaron trabajar las líneas de un sin
número de papeles de obras clásicas y contemporáneas que interpretó en la
escuela. Las artes escénicas la sedujo desde niña lo cual la llevó a seguir Teatro
en la Universidad de San Marcos. Tenía 16 años.
Es una inagotable impulsora y militante
del teatro universitario. Formó parte
del grupo Alba y con Sara Joffré crearon el emblemático Grupo Homero Teatro Los
Grillos. Con el paso de los años y poco después de una serie de experiencias de
trabajo de grupo fundó el histórico Centro de Arte Cocolido en Miraflores.
Actualmente, trabaja con Espacio Libre
Teatro, colectivo con el cual estrenó "Los Funerales de Doña Arcadia",
montaje escrito y dirigido por Diego La Hoz que toma como punto de partida el
texto "Lima La Horrible" de Sebastián Salazar Bondy. Hace poco formó
parte del elenco de la puesta “Mientras canta el verano”, versión libre de La
Casa de Cartón de Martin Adán del mismo grupo.
Apreciados lectores, es para Lima en
Escena un honor charlar con la primera actriz Aurora Colina, a propósito de sus
60 años de actividad artística.
-Aurora, cumples 60 años de actividad artística. ¿Cómo ha sido este periplo
para una actriz que sigue vigente y no ha parado?
-Ha sido muy interesante porque el
teatro me gustó siempre. Desde niñita. Debuté en el Colegio Del Carmen de la
ciudad de Lambayeque interpretando a una de las damas de los siete enanos de
Blanca Nieves en la que participó todo el colegio. De chica también recitaba en
las actuaciones. Era la actriz de mi salón. En la escuela pública 402 de
Surquillo, la profesora Dongo tenía dotes de escritora y trabajaba sus obras de
teatro. Ella escribió el guión de la historia de Bernadette Soubirous, pieza sobre
una virgen en donde actué. En aquel entonces interpreté varias obras, unipersonales.
Posteriormente, en el colegio de monjas Santa Rosa de San Isidro, me desempeñé
como actriz también.
-¿Qué edad tenías?
-Entre diez a once años… En el Juana
Alarco de Dammert me enseñó Blanca Buendía de Guerra, una maestra maravillosa,
hermana de Felipe Buendía. Ella se dedicó a inculcarnos la interpretación
teatral. Con ella hice el Paso de la
aceitunas de Lope de Rueda en castellano antiguo. Hicimos una serie de
obras cortas. En quinto de media, en un colegio ubicado en el actual Metro de
Miraflores, cuando era una casa con un patio de tierra y muchas de las alumnas nos
enfermábamos de las amígdalas por la humedad y el polvo, también hicimos teatro.
Mi promoción regaló el encementado de ese patio. Para hacerlo trabajamos en la
pieza El sí de las niñas, obra
teatral de Leandro Fernández de Moratín. Recuerdo que nuestros padres pagaron
10 soles por la entrada.
-Pensé
que te iniciaste en la actividad teatral a los 16 años y no desde niña como lo
reflejan estas anécdotas.
-Claro, empecé desde chiquita. Aprendí
a leer sola. Era la menor de dos hermanos y para no aburrirme en casa me
enviaban con uno de ellos a una escuelita en donde una señorita nos enseñaba a
leer cantando y memorizando textos. Aprendimos la historia de Cristóbal Colón
cantando. Un buen día me puse a leer El Comercio y mi madre me preguntó qué
haces, “leyendo mamá”, le respondí. Para comprobar me pidió que leyera otra
página y lo hice… Tenía tres años. Igual memorizaba textos poéticos que mi
padre me enseñaba. El primer texto poético que aprendí a leer fue Tristitia de
Abraham Valdelomar. Fui la lectora oficial de las clases. ¡Leía con los puntos,
con las comas y la entonación…!
-¿Cómo llegas al Teatro de la Universidad San Marcos?
-Después de todas estas experiencias de
lectora y actriz en el colegio llegué a San Marcos. Leí un cartelito que solicitaba
estudiantes para el Teatro Universitario de San marcos. Me presenté. Estaba el
señor Pedro Jarque De Leiva quien me
hizo leer un texto y al término de mi lectura me dijo “muy bien, tienes la voz
para teatro: quédate”.
-¿Cómo fue tu experiencia en el Teatro de la Universidad de San marcos?
-¡Maravillosa! ¡Me encantó! Una de las
primeras obras que hicimos fue “El verdugo” de José Montelo, agregado cultural
de la Embajada de Brasil. Interpreté el papel de una viejita y de un títere. Sebastián
Salazar Bondy nos hizo la crítica. Me encantó su texto sin saber que se trataba
de él porque firmaba como Juan Eye. A Sebastián lo conocí después en los
claustros de letras de San Marcos. En esa época caminaban por la Casona Manuel
Scorza, Arturo Corcuera, César Calvo, Javier Heraud, quien se pasó de la Católica
a San Marcos porque el ambiente era mejor. Recuerdo también a Isaac Humala y Elenita
Tasso que era su novia desde San Marcos.
-¿Los padres del actual presidente…?
-Si los padres de Ollanta. Estaban
también Alfonso Barrantes y una serie de intelectuales. Una etapa linda.
-¿Entablaste amistad con Sebastián Salazar Bondy?
-Sí en San Marcos. Después hice un par
de sus obras de teatro de cuyas interpretaciones me dijo que dominaba a los
personajes. Me dio mucha pena su partida a tan temprana edad.
-¿Cómo empieza tu relación con las obras de Bertolt Brecht, Federico García
Lorca…?
-Después de San Marcos llegué al Club
de Teatro con Reynaldo D'amore y empecé a trabajar con ellos justamente todas estas piezas de teatro. Sus obras eran
escogidas y buenas. En el año 1960 conocimos a Alonso Alegría que era un alumno
del Club. Con él, Sara Joffré, Víctor Galindo, Jaime Castro, Alicia Saco y
otros compañeros creamos el grupo Alba. Con este elenco trabajamos las obras “En el jardín de Mónica” y “Alrededor de un
circulo de espuma” de Sara Joffré. Ambas las dirigió Alegría. Nos fue muy
bien. D'amore era un promotor de la gente joven por excelencia. Hicimos incluso
unos programas los cuales incluían las dos obras que lo repartimos entre el
público. En esa época había pocos grupos porque el teatro siempre fue pobre
pero se lograba hacer cosas.
-¿Qué te parecieron las obras de Sara?
- Sara Joffré se
adelantó a su época. La primera obra “En
el jardín de Mónica” tenía todo el estilo de Eugène Ionesco. No era una
historia lineal sino sugerida. Igual con “Alrededor de un circulo de espuma”.
No eran obras convencionales. Posteriormente, cuando Alonso obtuvo la beca para
estudiar en la Universidad Yale de Estados Unidos le sugerimos seguir con el
grupo y no quiso porque era el director. En ese periodo, en el año 1962 con
Sara viajamos a Inglaterra. Regresamos en 1963 y formamos el Grupo Homero Teatro
Los Grillos. Con este nuevo elenco hicimos un sin número de obras de teatro
para niños y para adultos. En 1971 nos construimos un pequeño local cerca de la
Ciudad Universitaria de San Marcos en la Urbanización San Joaquín. Hicimos Los
Grillos. Era un terreno amplio en donde creamos una especie de galpón y trabajamos
nuestras obras. Allí estrenamos “La boda de los pequeños burgueses” de Brecht,
“El Cuadro” de Ionesco y una serie de obras más.
-A propósito de todo este testimonio. ¿Cuál crees que fue el aporte del Grupo Homero Teatro Los Grillos al teatro local?
-El aporte de Los Grillos al teatro local viene de la mano de la contribución de grupos que surgieron en ese momento.
Para mí la década de los años sesenta fue importante porque se construyó la base de lo que sería el teatro en todo el Perú: el independiente y el universitario. En
esa época universidades como la UNI, la Agraria contaban con sus grupos de
teatro y éstas casas de estudios a su vez fomentaban la cultura. En la Agraria
se creó el cine club en donde se proyectaban excelentes películas. También se
impulsó el teatro. Allí estuvieron Beto Montalva y Pipo Ormeño e hicieron obras
muy buenas. En la UNI estaba Jorge Chiarella. Ya en los setentas Sara empezó a
organizar las muestras de Teatro. Primero se hicieron en Lima y posteriormente
en provincias.
-Con respecto a todo este testimonio. ¿Es un mito o una realidad cuando se
dice que el Perú hace un buen teatro…?
-El teatro es el más comunitario de las
artes. En otras palabras, uno no lo puede hacer solo. Para hacer buen teatro debemos
contar con una pequeña base de compañeros quienes nos sostengan, nos ayuden,
nos critiquen y nos dirijan. Uno va por el mundo y es así como funcionan las
cosas: en comunidad. Para hacer teatro además de contar con un grupo de
personas, debes tener las ganas de hacer bien las cosas, tienes que tener mística, interés y rebeldía.
Somos plenamente conscientes que algunos grupos del "establishment" no necesariamente hacen un buen teatro. Hacen un teatro de calidad técnica porque cuentan con presupuesto. Si se cuenta con plata puedes poner escenarios giratorios, ramplas, maquinarias con las cuales trasladas a un actor de un lado para otro. Hasta lo puedes hacer volar. Sin embargo, debemos de reconocer que el trabajo de Casa Espacio Libre, por ejemplo, es tan valioso como el trabajo del elenco de Ariane Mnouchkine de París.
Somos plenamente conscientes que algunos grupos del "establishment" no necesariamente hacen un buen teatro. Hacen un teatro de calidad técnica porque cuentan con presupuesto. Si se cuenta con plata puedes poner escenarios giratorios, ramplas, maquinarias con las cuales trasladas a un actor de un lado para otro. Hasta lo puedes hacer volar. Sin embargo, debemos de reconocer que el trabajo de Casa Espacio Libre, por ejemplo, es tan valioso como el trabajo del elenco de Ariane Mnouchkine de París.
-¿Existe una tradición de buenos actores? Te lo consulto porque muchos
creen que nuestros buenos actores se remontan a los que surgieron en los
ochentas y noventas…
-Tenemos buenos actores. Existe una
tradición de buenos actores y actrices. César Lévano, es hijo de Delfín “Caracholo” Lévano, un líder
anarquista y sindical que en la época de Mariátegui organizaban a los gremios
de trabajadores. La esposa de Delfín, era actriz y formaba parte del grupo de
actrices y actores que antes de los mítines venían y presentaban un Sainete en
donde interpretaban a personajes populares: al policía, el cura, la comadre de
la esquina. Era un teatro que servía de preámbulo antes del mitin político.
Todos estos actores eran muy buenos.
-¿Un teatro crítico?
-Por supuesto. No era un teatro bobo o
blando para digerir la comida. Era un teatro que al público lo motivaba a
cuestionarse. De esa época era Paco Andreu, Carlos Rebolledo y también estaban
los Zamorano, doña Carlota Zamorano. Ellos hacían un buen teatro. Particularmente
considero que sin Sebastián Salazar Bondy y el trabajo de los argentinos como Reynaldo
D'Amore, entre otros, el teatro peruano no hubiera desarrollado tanto.
Ellos buscaron un local y encontraron
un sótano en el Círculo Militar de la Plaza San Martin. En este sótano quedaba
la boîte el Negro Negro. Allí fundaron el Club de Teatro y hacían sus obras.
Sebastián las escribía y los argentinos la interpretaban. Después se
trasladaron a un local en el edificio en donde quedaba el cine Le Paris y desde
ese momento empezaron hacer escuela. Los que egresaron de la Escuela de Arte Dramático
formaron el grupo Histrión y con los hermanos Velásquez se empezó a generar un
movimiento más grande. En esta época también surgieron una serie de buenos
actores.
-A propósito de estos 60 años en las tablas. ¿Cuáles han sido las obras que
más te mercaron?
-¡Todas! De mi trabajo con Los Grillos.
Las adaptaciones que hacia Sara de los cuentos tradicionales resultaban
divertidas. El flautista de hamelin, fue una maravillosa adaptación en donde se
hablaba de Lima. Todas las obras, todos los cuentos tanto para niños como para
adultos me han gustado, me han marcado…
-¿En qué momento empiezas con los unipersonales?
-Con los Grillos. La única que tenía
tiempo para leer era quien te habla y fue precisamente Sara quien me dijo “si
tú eres la única con tiempo empecemos a ensayar….” Así empezamos a trabajar.
Sara preparó el texto de “El tríptico del boom”, fragmentos del cuento Sin
moraleja de Cortázar, “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez y “La
carta de Maclovia” de “Pantaleón y las visitadoras” de Mario Vargas Llosa.
Justo me encontré con Mario en
Barcelona en el año 1972. Le pregunté por qué no escribía teatro y me dijo que le
era difícil. Estrenamos esta pieza en el teatro del ICPNA y salió bien. Le
escribí a Mario para invitarlo a ver la obra y me dijo: cómo se te ocurre hacer
esto sin mi permiso. Has podido escribir a mi representante Carmen Balcells a
Barcelona y pedirle autorización. No te enjuicio porque has sido mi alumna en
San Marcos, dijo molesto. Le respondí pidiendo disculpas y aduciendo que era
una obra por la cual no se ganaba dinero y el único objetivo era difundir estas
historias. Cuando fue a verla le gustó. Después de esta experiencia empezó a
escribir teatro.
-Trabajaste en cine también…
-Sí, en realidad fue una experiencia
esporádica. Trabajé una historia para cine Alemán que se grabó en diferentes
países de América Latina. En el Perú se grabó en el Cusco.
-¿Qué historia se abordó?
-Sobre unos ladrones que realizaron un
espectacular hurto. En cada país se grabó una escena. Yo era la esposa del
ladrón del Cusco y grabaron una escena con los ladrones escapando por encima
del tren. Filmaron las ruinas de Machu Picchu. Después hice una miniserie de
primera línea para la televisión brasileña. También trabajé con una directora
belga. Hice un episodio de “Chaparro siempre paga” un cuento del mimo Jorge
Acuña.
-¿Con elementos de humor?
-Sí, él era el chaparro de la historia
y compartió roles con dos prostitutas. Una era Lucy Astudillo y la otra era yo.
Era divertido ver a las dos. Fueron tres capítulos. Finalmente hice La Familia
Orozco con Jorge Reyes.
-¿Para la televisión?
-Trabajé en los programas de Pablo de
Madalengoitia. Hice “Sea usted el juez”, una serie de interesantes espacios semanales sobre casos auténticos de gente que estaba presa. Uno de estos casos
fue sobre un cajero que había desfalcado la compañía para la cual trabajaba. Se
contaba la historia y los actores interpretaban a las personas involucradas de
la historia. Al público se le invitaba para que escriban cartas para que digas
si la persona era culpable o inocente.
-¿Qué te dejó el Teatro Cocolido?
-Muchas satisfacciones. La alegría de
saber que allí trabajaron mis adorados Beto Montalva y Pipo Ormeño. Ellos
estrenaron la versión para el teatro de “El beso de la mujer araña.
-Me
recuerdo… Fue un éxito teatral este estreno, ¿no?
-Para mí esta obra es un hito en la
historia del Teatro Peruano. Excelente adaptación, actuación y dirección. Valió
la pena tener el Cocolido. Alberto Isola se estrenó como director con preciosas
obras. Igual Edgard Guillén quien realizó sus unipersonales. Con el trabajé la celebrada obra “Flores de papel” . El Teatro Cocolido me dio mucha alegría y
ahora que lo tiene La Tarumba me parece sensacional. El otro día los visité
para ver una clausura y me dio mucho gusto ver a los estudiantes. En tres meses
habían aprendido circo, música, teatro, improvisación y acrobacias. Ellos
ofrecen sus clases para los niños que pueden pagar y también manejan la parte
social dirigido a todos los chicos que no pueden pagar.
-El segmento teatral ha cambiado en esta última década. ¿Cómo lo observas?
-Al teatro lo veo como siempre. Siguen
los grupos independientes algunos de los cuales se mantienen y son buenísimos. De
otro lado, está el teatro de entretenimiento. Hay Festivales en todos los conos
cosa que antes no había. Es realmente bueno todo esto.
-Siempre has trabajado desde la propuesta alternativa, desde la otra orilla…
-Sí. Hice algunas cosas en el Teatro
Marsano con Vlado Radovich antes que lo tomara Cattone. Sinceramente no
representó nada.
-Para
muchos el teatro es pasión, amor… ¿Para ti?
-El teatro es un amor excluyente. El
teatro es mi vida. Me mantengo viva gracias al teatro. Como le decía a Diego La
Hoz, me moriré en escena como Moliere.
-¿Cómo observas el trabajo de los directores de la nueva hornada?
-Mi relación con Espacio Libre fue un
amor a primera vista. Cuando vi “Paréntesis” con Karlos López en la
interpretación y me fascinó la manera de trabajar de Diego.
-¿Por qué?
-Porque Diego tiene un lenguaje muy poético.
Tiene una intuición para encontrar cómo decir las cosas. Él es muy sutil para
decir las cosas. Arcadia, por ejemplo, tiene un texto precioso y el dialogo final
entre Musa y Luto toca al público de tal manera que se identifican con la obra. Es un texto lindísimo.
-¿Formas parte de aquellos actores que hicieron teatro por el interior?
-Mucho. Visité una comunidad en Yauyos
y llevé una pieza de Brecht. Después visitamos Tacna, Cusco, Cajamarca… recorrí
casi todo el país.
-Aurora, para terminar. Hace poco reestrenaste “Mientras canta el verano”, versión
libre de un texto de Martin Adán a cargo de Espacio Libre Teatro.
-Martin Adán, es una alma poética. Sobre
el estreno, vengan a vernos. La Casa de Diego está abierta para todos quienes
deseen ver buen teatro.