viernes, 5 de febrero de 2016

Monólogos de Lima





Contra todo pronóstico, que es más el de la sobrevivencia en un país como el Perú y en una ciudad cada vez más cara y desigual como Lima, Carmen sigue escribiendo…





Escribe: Victoria Guerrero Peirano

Debo empezar diciendo que Carmen Ollé cada día me sorprende más. Recientemente tuve el gusto de reeditarle Por qué hacen tanto ruido y la presentación fue cálida, emotiva y reveladora de cuántos lectores –y sobre todo, lectoras- la admiran y la siguen. Hoy me agrada saber que contra todo pronóstico, que es más el de la sobrevivencia en un país como el Perú y en una ciudad cada vez más cara y desigual como Lima, Carmen sigue escribiendo.  Estos monólogos  divididos en dos partes, la primera, su incursión y radiografía en la ciudad, y la segunda, tres piezas inspiradas en el teatro Noh japonés cuya escritura está motivada, y esto lo dice la misma protagonista, por “el deseo de escribir sobre Pilar [Dughi] mi amiga escritora, que murió de pancreatitis antes de cumplir los cincuenta años”.

Monólogos de Lima es un libro de formato experimental como casi todos los libros que me gustan de Carmen, textos potentes y directos en prosa que deambulan la ciudad de Lima. Lo que más me gusta de este libro es exactamente que sea una mujer la que camina por la hoy decadente ciudad de los Reyes, pero ya no es esa mujer de Noches de adrenalina (1981), que “va midiendo su talle en las vitrinas como muchas preocupada  por el vaivén de su culo transparente” sino otra que ya no habla de los cambios de su cuerpo en sentido estricto sino, más bien, de las sensaciones que le producen la ciudad, sus callejuelas, sus olores, sus gentes, sus vecinos, sus seres extraños, sus deformidades físicas y espirituales. En definitiva, un retrato de los seres angustiados que somos, de nuestras ridiculeces y cursilerías limeñas, de nuestras perversas añoranzas de un pasado que hoy es tan solo una ruina.

Por esas callejuelas, divaga y vagabundea Roxana, el personaje que recorre estas historias, sus historias. Roxana está sola, y sale a la calle a capturar imágenes: “sé bien que las mujeres jóvenes necesitan hacer el amor. Pues bien, la noche limeña es lo más parecido a hacer el amor, sientes la emoción de lo desconocido subiendo por la garganta hasta que al doblar la esquina o entrar a un bar desapareces en la bruma”.  El libro se abre justamente en la noche limeña como un disparador de posibles encuentros y/o desencuentros, como esa sensación agridulce y tortuosa que nos produce esta ciudad. Roxana está siempre al borde de dejarlo todo. Quiere perder el trabajo (su trabajo en una ONG, y por cierto hay una crítica irónica y mordaz aquí sobre su papel en esta institución), y al final lo hace.

 ¿Cómo fantasea en el “tercer mundo” una escritora sin trabajo fijo? Roxana fantasea con ir a la Martinica o perderse en algún café respetable de una ciudad literaria, una preparación para la escritura, pero no se decide. Roxana no se decide a nada, espera llegar a su límite, a un límite donde todo se decida por la simple consecuencia de la rutina o el desgano: Deja ya Carmen de andar por ahí contando a todos tus dolores/ con tanta queja a nadie haces bien  y el culpable se vanagloria”. Los amantes no están o aparecen ocasionalmente. Los amantes de la edad madura son jóvenes, o vienen del pasado y se presentan ya maduros, se les escucha en conferencias, y luego se huye de ellas.

Parece imposible, pero Roxana se alimenta de cafés y de literatura, son las armas que tiene para sobrevivir a esta ciudad porque este libro no es solo una cartografía callejera de Lima sino también el mapa de las lecturas de Carmen Ollé, podría decir que incluso es un homenaje a ellas: a su “Herr Professor” Patricia Highstmith, y a sus rusos: Nina Berverova, Irene Nemirovsky, Chejov, Ajmátova, etc. Todos ellos están citados aquí y son los referentes de los cuales parte para reflexionar sobre sí misma: "El Comité Central del Partido Soviético decía de Anna [Ajmátova] que no se sabía si era una monja o una mujer de la vida. ¿Qué puedo decir de mí misma? Oh, ¿eres una monja o una mujer de la vida?".  Preguntas capitales que evidencian nuestra doble significación como mujeres. Una trampa a la que nos enfrentamos siempre.


Como el Berlin de Benjamin,  que es una rememoración del pasado en la escritura de su presente, en Ollé, Lima es lo que se vive y se escribe, pero como fogonazos aparece el pasado con su ráfaga de ternura. Sin duda, los Monólogos de Lima serán un nuevo referente literario para esta ciudad. Celebro con Carmen este nuevo libro y me alegra estar con ella hoy en esta mesa.