viernes, 8 de diciembre de 2017

Esperando a Godot de la Asociación de Artistas Aficionados (AAA)



La sensación de desamparo que deja la obra al final de la misma todavía sigue pintando el cuadro humano que describe al hombre en todas sus búsquedas.


Escribe: Luis Paredes

Celebrando prácticamente sus 80 años de vida institucional, la Asociación de Artistas Aficionados (AAA), ha reiniciado una breve temporada de Esperando a Godot de Samuel Beckett. Obra emblemática de los albores del teatro  moderno; siempre que se toma a Beckett para dar cuenta de sus “demonios” teatrales es porque se desea arriesgar nuevas formas teatrales y este montaje de la AAA no es la excepción. Bajo la dirección del joven director Omar del Águila y un elenco encabezado por Ximena Arroyo y Manuel Calderón, cuenta también con la participación de Percy Velarde y Juan José Oviedo, sin olvidar a Omar Rosales.    
                                                                                             
La obra desde su inicio no deja de sorprender al respetable por la atmósfera que la propuesta ha configurado arriesgando la idea de un mundo donde el individuo se pierde en una serie de especulaciones que en nada ayudan a describirlo como tal. Esperando a Godot ha hecho correr ríos de tinta intentando categorizarla. Los más importantes investigadores de teatro la sitúan como la iniciadora junto con La Cantante Calva de Ionesco del teatro moderno; luego de las aportaciones filosóficas de Pirandello y Gordón Craig que configuraron una riqueza impresionante a la construcción del personaje. Indudablemente que todo teatro moderno no puede deshacerse del recuerdo y la impronta de Seis personajes en busca de Autor de Pirandello, La Cantante Calva de Ionesco y Esperando a Godot.

Los protagonistas Didí (Manuel Calderón) y Gogo (Ximena Arroyo) dan rienda suelta a una serie de asedios de su realidad circundante sin ceñirse a un estilo realista, al contrario, dando pábulo a un sinnúmero de recursos histriónicos van desde el claun hasta las secuencias grotoskianas, pasando por el music hall como quería Beckett muy sardónicamente.                                                                                                                                    
Cada vez que vuelvo a ver Esperando a Godot pondero las cualidades de magnífico narrador que habitan en su autor; pese a los artificios a los que tenga que echar mano el actor y el director para configurar estos extraños personajes en el espacio escénico, el texto los conduce de forma clara hacia la innegable configuración de la condición humana: es decir, hacia las preguntas que dan origen al ser y las preguntas que rondan en todos en cuanto su condición de ser se ve expuesta en toda su rigurosa desnudez.

Es cierto que para afrontar semejante compromiso como montar Esperando a Godot, se tendrá que recurrir a una idea base con la suficiente claridad que la terquedad de Beckett a ser claro requiere. Es decir, es necesario luchar contras las propias convicciones de Beckett como artista, casi lo mismo sucede con otro grande que es Bertold Brecht(en las antípodas ideológicas de aquel) donde traicionarlo va a dar mejores resultados que seguirlo a pies juntillas.

Lo rico del montaje de Del Águila es esta valoración previa del clásico lo cual dice mucho del tiempo que ha pasado desde mediados del siglo pasado (época caracterizada por el eco de grandes conflictos bélicos) hasta nuestros días en que nos aprestamos a celebrar 200 años como república independiente.

Las presencias escénicas de Lucky (Juan José Oviedo) y Pozzo (Percy Velarde) son un acierto en cuanto aparecen para llenar de sentido escénico la puesta. No son gratuitas presencias de relleno, sino obedecen a un bien tramado ejercicio de oportunidad escénica y contrapunto valioso con las presencias de Didí y Gogo cosa que no siempre fue bien visto por el autor pero que escénicamente llena de mayor sentido la escena: dentro del sin sentido global en la que reposa la obra.

Muchos genios del teatro han interpretado a su modo la significación de Godot; unos dicen que es Dios, otros la Revolución, otros con cierta ironía opinan que es el propio Beckett; pero lo cierto es que la sensación de desamparo que deja la obra al final de la misma todavía sigue pintando el cuadro humano que describe al hombre en todas sus búsquedas.

La celebración de estos 80 años de la AAA no pudo haber elegido mejor obra que hable del esfuerzo del hombre por sobrevivir dentro de un mundo absurdo. La propuesta de hacer arte todavía es una piedra en el zapato para muchas autoridades y entonces la AAA ya está demostrando que si es posible hacer arte en Lima y en todo el Perú invirtiendo sobre todo el corazón.

“Esperando a Godot”
Temporada: hasta el 10 de diciembre
Funciones: viernes y sábado a las 8 pm.
Domingo a las 7pm.
Teatro de la Asociación de Artistas Aficionados
Jirón Ica 323 - Lima.