Escribe: Luis Paredes (Crítico de
Teatro)
El Servidor de Ronald Harwood,
recientemente estrenada en el Teatro Ricardo Blume por el colectivo Aranwa Teatro, bajo la dirección Mateo
Chiarella, es una obra que intenta cerrar heridas aparentemente imborrables. Y
el sustento de esta idea es que todo mal que se hace al ser humano termina por
cicatrizar inevitablemente. Tarde o temprano. No hay heridas sempiternas que
tornen la existencia humana invivible.
Sin embargo, al parecer el tema
judío genera enconos vivos apenas se toca y Harwood lo hace con mucha altura y
conocimiento; tanto que pareciera que la problemática de los odios raciales lo
ha acompañado a lo largo de toda su carrera. El Servidor de Mateo Chiarella, en
general, no escapa a este planteamiento y devuelve al espectador la mirada de
un conflicto que se encarna en la personalidad de Romka (Alberto
Herrera) un hombre que es investigado por supuestos crímenes de
guerra.
Romka ha vivido los últimos 40
años una vida apacible de Amo de llaves de una familia burguesa británica, la
más clásica que se pueda imaginar, los Field,
Cressida y Julian (Paloma Yerovi y Alfonso Dibos), pareja que
obviamente se ha encariñado con él (mucho más Cressida) y lo tienen como un
miembro más de la familia; hasta que irrumpe en sus vidas la investigación de
unos Caza Nazis que funcionan bajo la directiva de Kiev.
La parte judicial se maneja de
forma ágil y teatral dando pie al teatro dentro del teatro con interrogatorios
previos mostrados a través de videos. Pero Romka está en el supuesto de haber
sido confundido con un homónimo, hasta que el interrogatorio final a una
hermana Sofía (Graciela Paola, Grapa) lo confunde y desespera en uno de los
climax de la obra: la veterana monja refiere que lo vio con ametralladora en
mano conduciendo a unos niños judíos y que para mayor escarnio del supuesto
asesino, se encontraba con la hermanita menor de Romka, la que había sido
también asesinada por su hermano.
En realidad el conflicto arrastra
a toda esta familia joven e involucra a una abogada con ideas muy especiales
sobre lo que fue el Holocausto: Miriam Stone (Katerina D’onofrio). Otro de los
climax de la obra va a producirse en el choque entre la Sra. Field y la Sra.
Stone a raíz de sus posiciones encontradas. Cressida Field no comprende como después
de 50 años se puede abrir un expediente en contra de un anciano y acusarlo de
supuestos delitos que no se sabe a ciencia cierta si ocurrieron o los cometió.
La abogada relativiza la edad de
Romka, añadiendo que ese crimen (el Holocausto) no fenece en el tiempo por
tratarse de gente inocente. Esta escena es clave en la obra y las actrices
demuestran sus condiciones de verdad escénica al resolver esta secuencia con
una interpretación llena de fuerza y sentido dramático. En general la puesta en
escena demuestra una madurez creativa por parte del joven director Mateo
Chiarella.
Una madurez que se evidencia en el
tratamiento de los personajes y la consecuente resolución de la obra; llena de
aciertos en lo que es la atmósfera de la misma involucrando los tonos del
vestuario con el claro oscuro que produce la acertada iluminación; la música es
un aporte revitalizador de la anécdota; los efectos de sonido que en muchas
partes atrapan al público remontándolo a un tiempo que se libró de vivir, o que
ha vivido de forma diferente ya sea la edad y nacionalidad que ostente.
Lo importante no es esto en el
planteamiento de El Servidor. Creo que esta parte está bien solucionada. Veo en
realidad que en el aspecto ideológico puede estar el quid del asunto. Si bien
el autor es bastante claro, la puesta no lo es tanto.
El autor hace recaer sobre el
personaje de Cressida (Paloma Yerovi) la visión de quien se muestra escéptica
sobre los crímenes del pasado y no acepta la intemporalidad de la justicia.
No acepta además el estigma de quienes
atacaron así a los judíos. Y en el fondo no conoce bien el problema, son más
sus lazos sentimentales con Romka los hilos que mueven su conducta. Pero su
marido Julian Field (Alfonso Dibos) tiene una posición al respecto, totalmente
reaccionaria, pero ahí está, en la que indica su idea acerca de la “selección”
una especie de clasificación de los hombre en base a determinadas condiciones
de eficiencia, que hará a unos mejores que otros.
Estas ideas son negadas por su
esposa, y rebatidas acremente por la abogada Miriam Stone.
Empero en el teatro nada es
gratuito y cada palabra tiene su peso específico y su relevancia en el contexto
de la obra. Me parece que el estilo campechano de Julian Field (Alfonso Dibos)
contribuye a oscurecer algunos textos importantes del personaje…lo cual influye
negativamente en la construcción que hace Paloma Yerovi de Cressida Field, no
desarrollando verosimilitud en muchas de sus partes.
En realidad lo que dicen ambos
(Cressida y Julian) pesa de manera determinante para poder entender a cabalidad
la propuesta. La forma inquisitorial y “científica” del policía (Carlos
Victoria) hacen que el discurso de la obra logre planos de eficacia escénica.
El manejo del circular en la
dirección resulta muy expositivo, dando lugar a que desde cualquier ángulo el
espectador comprenda con gran objetividad el montaje. Esto también es un
acierto del director. En general el
elenco resulta idóneo para este tipo de propuestas donde el “suspense” es la
clave del éxito de la obra.
Más sobre El Servidor: http://goo.gl/B5jIaI
“El servidor”
Teatro Ricardo Blume
Jirón Huiracocha 2160 – Jesús
María
Días: jueves, viernes y lunes a
las 8:00 p.m.
Sábados y domingos a las 7:00 p.m.
Temporada: hasta al 09 de diciembre
Las entradas están a la venta en
Teleticket