miércoles, 8 de enero de 2014

La increíble vida de Walter Mitty (Crítica)



Protagonizada y dirigida por Ben Stiller, la película la pueden ver en la cartelera local 





Escribe: Raúl Lizarzaburu

Ben Stiller se convierte en director, protagonista y uno de los varios productores (entre los que se cuenta el también realizador Gore Verbinski) de esta nueva versión del relato escrito en 1939 por James Thurber y llevado previamente al cine en 1947 por Norman Z. McLeod, con Danny Kaye y Virginia Mayo encabezando el reparto.

Esta vez, en la comedia La increíble vida de Walter Mitty (The Secret Life of Walter Mitty, 2013), el guión de Steve Conrad se traslada a un tiempo y un contexto absolutamente actuales: la desaparición de la edición impresa de la emblemática revista norteamericana Life con miras a convertirse en una publicación estrictamente digital, lo que implica, entre otras cosas, despidos en masa y el acceso a nuevas tecnologías. Suficiente para mandarle una chiquita a las grandes corporaciones.




Stiller interpreta al tímido y distraído personaje del título, encargado del famoso archivo fotográfico de Life (en este caso el título juega con la vida de Mitty y con el nombre de la revista), que siente un amor platónico por una nueva compañera de trabajo (Kristen Wiig, que pone el componente romántico) cuyo puesto también está en riesgo, y es agarrado de punto por el antipático Ted Hendricks (Adam Scott), el yuppie encargado de administrar todo el proceso de cambio, y que le encarga conseguir un misterioso negativo, tomado por el reportero Sean O’Connell (Sean Penn, en un breve pero crucial papel), que debe salir en la portada de la edición final.

Pero el negativo en cuestión no está, y hay que buscarlo, literalmente, por cielo y tierra. Para esto ya conocemos un rasgo fundamental de Mitty: de vez en cuando es asaltado por su imaginación —en eso recuerda un poco al Felipe de Mafalda— que lo lleva a librar grandes batallas pero solo en su mente y abstraerse de la realidad por momentos. Esto se da en la primera parte, aparentemente en la nota justa, y cuando sale a recorrer el mundo en busca del negativo el tono lúdico da paso a la aventura, en lugares tan remotos como Groenlandia (que incluye una tragicómica secuencia en un karaoke de mala muerte), Islandia (donde se enfrenta a un tiburón en aguas heladas), o jugando fútbol en las alturas del Himalaya. Por ahí también aparece una referencia a Benjamin Button en clave de humor.

La factura técnica es impecable, desde la ingeniosa presentación de créditos en las calles de Nueva York, pasando por la fotografía de Stuart Dryburgh (en especial la del paisaje nórdico), edición y efectos visuales. La venerable Shirley MacLaine aparece unos minutos como la madre de Mitty. La banda sonora es interesante, aunque se escucha más Space Oddity de David Bowie (el héroe se convierte en el Mayor Tom en algún momento) y, aunque en otra versión, Escape, el popular Pina Colada Theme de Rupert Holmes.




El humor aquí no es corrosivo como en Una guerra de película, el trabajo anterior de Stiller como director, sino más bien optimista, y su decisión de ser también la estrella parece acertada después de desechar otras opciones. Dentro de la bonhomía propia de la historia, y si bien se puede objetar cierto maniqueísmo buenos/malos (o la sacada de trapitos del final) tenemos en este Walter Mitty un filme que no desagrada en absoluto.