jueves, 24 de abril de 2014

Karina Pacheco Medrano: "Millares de Guatemaltecos siguen hoy apostando por la justicia"




La autora de “El bosque de tu nombre”, presenta hoy su novela en la Feria Internacional del Libro del Norte de Chile y hará lo propio próximamente en la FilBo 2014




Foto: Adriana Peralta

Esta tarde la antropóloga y escritora Karina Pacheco Medrano, considerada una de las narradoras peruanas más relevantes, presentará en la Feria Internacional del Libro del Norte de Chile, El bosque de tu nombre (Ceques editores, 2013), su última novela sobre la violencia sufrida en Guatemala en el último siglo.

Asimismo, en los próximos días hará lo propio en la FilBo 2014. Justamente, antes que la autora viaje al  país del Sur, Lima en Escena la entrevistó sobre su nueva novela que nos acerca a la “historia de innumerables guatemaltecas que vivieron un tiempo asolado por el espanto y el miedo y sin embargo actuaron con una valentía, una solidaridad y una grandeza extraordinarias. 

Muchas de ellas fueron asesinadas o desaparecidas, como Alaíde Foppa, Juana Tum, Irma Flaquer, Yolanda Urízar de Aguilar, Mama Maquin, Myrna Mack…; otras han sobrevivido y desde los diversos lugares que hoy ocupan siguen manteniendo el compromiso por la justicia, por la esperanza, por la creación de la belleza. Pero sí hubo una mujer que me inspiró la imagen de Coralia; esta es Rogelia Cruz. El relato sobre la muerte atroz que le dieron fue el primer caso ilustrativo que conocí sobre Guatemala…”, dice la escritora.


-Presentarás “El bosque de tu nombre" este 24 de abril en la Feria Internacional del Libro del Norte de Chile y el 08 de mayo en la FILBO 2014. ¿Cuál es la importancia de ambos eventos para poner en el mapa a la novela?

-Chile y Colombia son dos países que en su vida política y en su literatura han dado grandes espacios a las reflexiones sobre la violencia política y la memoria histórica. Por tanto, presentar allá esta novela, que en clave de thriller aborda la violencia sufrida en Guatemala en el último siglo, resulta muy alentador y es una excelente oportunidad para compartir “El bosque de tu nombre" con un público más amplio.


- “El bosque tiene tu nombre” es una novela hermosa y dura. La guerra civil que castigó a Guatemala de 1960 a 1996. ¿Cómo fue este peregrinaje?

-Hace 20 años, la primera vez que tuve noticia de la magnitud de la violencia que se había desatado en Guatemala, me quedé literalmente paralizada. Desde entonces, empecé a prestar atención al que ha sido uno de los conflictos más sangrientos vividos en América Latina y sin embargo de los más olvidados; además, es un caso ilustrativo de genocidio (de la población maya) en el siglo XX, que también muestra cómo en nombre de los grandes negocios hay países que han sido sometidos a regímenes corruptos y totalitarios.

Esas noticias me sacudían y me preguntaba ¿qué hay en el corazón humano que nos pueda llevar a provocar tanto dolor y tantas ofensas a otros seres humanos? Porque no se trata de señalar simplemente que unos son buenos y otros malos; todos podemos albergar gérmenes de grandeza pero también de barbarie. Pero hasta hace pocos años mi aproximación hacia esa historia era la de una activista en derechos humanos.

Aunque ya había escrito cuatro novelas y mi primer libro de cuentos, no se me pasaba por la cabeza escribir una novela sobre este tema. Hasta que un día tuve un sueño que me despertó con la sensación de que lo que había ocurrido en Guatemala había afectado profundamente mi confianza en el ser humano, me había provocado una herida. Me puse a pensar que si eso me había ocurrido a mí, que había conocido aquello a la distancia, cómo vivirían las personas a quienes les ha tocado vivir atropellos tan atroces de cerca... Y aunque no había respuestas, sí surgía el sentimiento de que quedarse en la herida era una manera de perpetuar los crímenes, y no era una manera apropiada de rendir tributo a las víctimas.

Entonces quise escribir un cuento, pero salió esta novela, en un proceso delirante de escritura que me llevo a abandonar dos trabajos y encerrarme en el apartamento que tenía en Madrid en 2009; saliendo pocas veces a compartir con amigos, y más veces a otros encierros en la Biblioteca Nacional, o a sumergirme en internet revisando archivos diversos sobre el caso guatemalteco, de vez en cuando haciendo algunas entrevistas en vivo y otras telefónicas con Guatemala.

Todo eso me hacía descubrir historias cada vez más indignantes y atroces que en varios momentos me hicieron pensar en la posibilidad de abandonar el proyecto de la novela. Felizmente hubo también momentos de inmensa belleza y pude terminar el primer borrador. Cuando fui a Guatemala en 2012 para afinar perspectivas y miradas, hallé ejes a los que esta novela sobre Guatemala pudiera agarrarse con más luz y respeto.




-Un médico inglés, procedente de una familia cuyo origen paterno viene de Guatemala nos llevará a descubrir una serie de cruentos hechos durante los años de violencia política en este país. ¿Estamos ante un urgente rescate de la memoria histórica...?

-El narrador se ve enfrentado con una historia oculta que le muestra una faceta absolutamente desconocida de la vida y de la misma personalidad del historiador guatemalteco que fue su padre. En el intento por entender quién fue su padre y por qué actuó de aquel modo, se ve desafiado a indagar en la historia del país que le heredó aunque nunca hubiera vivido en él. 

Aborda esa tarea porque se da cuenta de que su propio y cómodo mundo de médico en Inglaterra tambalea en la medida en que se quede en la superficie de las cosas, sabiendo lo que ya sabe de esa historia oculta. Por ello, el hilo de la novela es el descubrimiento de la vida desconocida de su padre; y a través de ella se va descubriendo la historia de la violencia en Guatemala, una historia que hasta entonces el narrador solo había conocido de manera distante y superficial. De esta manera, se produce un ejercicio de memoria familiar que está insondablemente ligada a una memoria histórica colectiva.

-¿Qué tan devastador fueron estos episodios para las comunidades mayas?

-El 83% de las víctimas del conflicto guatemalteco fueron indígenas mayas. Si recordamos que esa violencia se cobró más de 200,000 vidas; tenemos un panorama devastador, al que se suma el sadismo particularmente bárbaro desatado contra los pueblos mayas en medio de la lucha contrainsurgente. 

En algunos casos las comunidades han quedado quebradas; en otros, resulta una incógnita saber cómo logran componer los tejidos rotos, sanarse de la herida de la violencia así como de la indiferencia con la que su dolor ha sido visto por otros sectores de la sociedad. Pero siguen allí, y a pesar de todo, muchos siguen confiando en que se logrará la justicia.

-Antes de entrar de lleno en el tema de Coralia, el personaje que pierde la vida por órdenes de un protagonista siniestro; ¿qué te conmovió de este crimen que te volcaste a escribir esta historia uniendo a su vez otras…?  

-Coralia es un personaje de ficción; sin embargo el mismo se nutre de la historia de muchas mujeres y hombres guatemaltecos que pudiendo haberse quedado viviendo una vida cómoda y sin problemas en sus casas de las ciudades, apostaron por solidarizarse con la situación de exclusión de los mayas, o sumarse a las denuncias contra los atropellos de sus gobernantes; y esto les costó la vida.

-Los actos de ejecución y toda esta política represiva me recuerda a Chile durante el régimen del General Pinochet, el de Videla en Argentina, y así... ¿A qué le atribuyes este emparentamiento entre estos gobiernos de facto?

-Hay múltiples emparentamientos. En el caso de Chile, hay uno en origen que es especialmente escandaloso y dramático: la violencia política en Guatemala también se inicia con un golpe de Estado contra un gobierno democrático. Ocurre que esos gobiernos estaban llevando adelante importantes reformas sociales y económicas que afectaban intereses de grupos nacionales y transnacionales con inmenso poder; asimismo, eran gobiernos de izquierda en el marco de la Guerra Fría.

Ambos golpes de Estado contaron con el aval y el apoyo material del gobierno estadounidense a través de la CIA. Pero hay otros hechos menos conocidos por los que se da un emparentamiento macabro con la represión que se dio en Chile, Argentina, Brasil o Bolivia: el golpe de Estado en Guatemala se produjo en 1954 y a partir de ese momento se inició un proceso de represión que se recrudeció en 1960, cuando surgen las guerrillas (las primeras guerrillas guatemaltecas fueron creadas por jóvenes militares hastiados de la corrupción y la indignidad de sus gobernantes).

A partir de entonces, Guatemala se convirtió en laboratorio para el entrenamiento en tortura, represión, asesinato y desaparición de opositores de las dictaduras de prácticamente todo el continente latinoamericano. Hay abundante documentación que acredita esto; en los mismos archivos de seguridad de los EEUU hoy desclasificados se pueden encontrar estas evidencias (incluso están disponibles en internet). En agradecimiento por los servicios prestados, y por la empatía que unos dictadores suelen tener hacia otros, a fines de los años 70, cuando el gobierno de Carter en EEUU suspende el apoyo militar al régimen guatemalteco, el Chile de Pinochet y la Argentina de Videla le brindarán los suyos (hasta que Reagan asume la presidencia en EEUU y reaviva las ayudas a los generalotes guatemaltecos).

-Los galpones me trajeron a la memoria las fosas en Perú, pero en especial (hablo en macro) del Estadio Chile en donde mataron y torturaron a muchos chilenos, a Víctor Jara, al periodista americano Charles Horman Lazar, hecho que el director de cine Costa-Gavras incluso recreó en su film Missing…

-Lamentablemente, cada país que ha sufrido regímenes opresivos y totalitarios (sean del signo que sean) parece tener lugares característicos que concentraron toda la perversidad y la violencia. Más allá de campamentos militares y paramilitares, están esos lugares menos llamativos donde ninguna ley ni compasión tenían cabida. Mencionas el Estadio Nacional de Chile donde se torturó y ejecutó a vista y conocimiento de miles de prisioneros, pero también están esas  casas y colonias de personas particulares que también cumplían ese rol infausto; y están esos garajes y escuelas mecánicas en Argentina donde se liquidó a miles de personas. 

En el caso de Guatemala, la participación de muchos grandes finqueros en grupos paramilitares hacía que no solo aportaran dinero, sino, muchas veces, galpones y estancias aisladas en sus fincas para que allí se practicara todo tipo de atrocidades contra opositores y guerrilleros. Más allá de estos escenarios, tan dramáticos en sí, creo que es importante que las sociedades que han vivido tanto espanto se pregunten cómo se pueden sanar como país. A nivel simbólico, esto pasa también por conjurar de algún modo la maldad desatada en aquellos lugares, convirtiéndolos en espacios de la  memoria, que nos recuerden lo que ocurrió, pero que sobre todo comprometan a los ciudadanos a que nada semejante vuelva a ocurrir en el futuro.

-Hago mención al periodista Charles Horman porque el tema del suspenso que se percibe en el film “Desaparecido” me remonta a la historia de Coralia en "El bosque de tu nombre". ¿Hay una influencia cinematográfica también en el manejo del suspenso en esta historia?

-Me encanta el cine, he visto muchísimas películas del más variado género; así que imagino que hay una influencia de esta rama en mi manera de narrar las historias. Mientras escribo muchas veces estoy viendo las imágenes y preguntándome ¿y ahora qué viene? Puede que también por esa influencia  me gusta narrar generando elementos de suspenso que atrapen la atención del lector y le empujen a hacerse preguntas; que no lo dejen quieto/a.

-La parte medular de "El bosque de tu nombre", surge a su vez de la historia de personajes como Carlos Fonseca, Pablo Garmendia, Abilio Aragüena, Raquel Gaspar, el padre de Ariel. Sus sueños, sus luchas por ver un país más justo. ¿Crees que en Guatemala se han producido cambios post estos eventos? ¿O la entrega de personas como aquellas fue vana?

-Por un lado, ver que las injusticias, la impunidad, el racismo, la violencia y la exclusión siguen campando a sus anchas, provoca desazón, abatimiento. Por otro, ver que millares de guatemaltecos siguen hoy apostando por la justicia, por el fin de la exclusión, por la paz, por la memoria, te sacude y te emociona, te hace ver la fuerza y el inmenso aliento creativo que late en el ser humano y que es capaz de imponerse aun en las condiciones más difíciles.

Más allá, cuando se dan eventos de una perversidad innombrable, así como hay algo en nosotros que se conduele y sobrecoge; deberíamos recordar que esos hechos son un espejo que muestra sin ambages la indecencia, la fealdad y lo grotesco de los regímenes que los sustentaron y de las personas que los apoyaron y/o aplaudieron. La historia siempre acaba poniéndonos frente a ese espejo implacable y no hay modo de escabullirse. Ni las cirugías plásticas ni las posesiones más costosas logran cubrirlo.

-¿Cómo ha penalizado Guatemala a los militares que estuvieron implicados en estas matanzas?

-La impunidad es desmesurada. Solo algunos soldados y unos pocos oficiales de rango medio han sido sancionados con la cárcel; mientras los principales directores y diseñadores de la represión y el genocidio están libres, ocupan altos puestos o murieron en su cama. No obstante, el año pasado ha sido significativo el juicio contra Efraín Ríos Montt, dictador y predicador evangélico que aplicó la política de tierra arrasada sobre las comunidades mayas; esperemos que las apelaciones que lleva haciendo no conviertan su caso en otro de impunidad. 

Esto porque de manera general, el aparato judicial en Guatemala no está funcionando bien; ni para violadores de derechos humanos, ni para mafias y delincuentes de toda laya, hecho que redunda en las altísimas tasas de violencia social, como la protagonizada por las maras. Pero ahí siguen esos admirables activistas guatemaltecos, muchos de los cuales ponen en riesgo su vida por intentar que la justicia y las instituciones democráticas funcionen.

Lo que ocurre en Guatemala debería ser una lección para otros países como el nuestro: cuando un sistema judicial es corrompido por quienes quieren la impunidad para un tipo de crímenes (sean económicos, políticos, sociales), al final termina siendo desmantelado por todo aquel que pueda atarlo, pagarlo o manipularlo y la justicia funciona como excepción y no como norma. Por ello, no solo deberíamos quejarnos cuando la justicia no funciona en casos que nos conciernen de manera directa, sino cuando deja de funcionar para otros casos graves que miramos con distancia o indolencia.

-En "El bosque de tu nombre" también percibo un tributo a una serie de mujeres mayas. La madre de Rigoberta Menchú, en la figura de la partera Mama Ixchel, por mencionar un caso. ¿Cómo afectó a las mujeres mayas este periodo de la historia de Guatemala?

-Es un tema muy delicado. Podría resumir diciendo que las mujeres mayas fueron afectadas y violentadas de una manera demoledora. La violencia sexual, sistemática y cargada de vesania, ha dejado secuelas íntimas y colectivas muy hondas. Pero apuntar esto no es una respuesta suficiente. Yo solo puedo responder como una escritora peruana que se ha aproximado a la historia guatemalteca desde la Literatura y aún así mi respuesta requeriría de varias páginas. Más bien me pregunto, al igual que el narrador del libro, ¿cómo pudieron las comunidades mayas, las mujeres mayas, sobrevivir a tanto arrasamiento, a tanta violencia, humillación y olvido? Y no tengo respuesta, y creo que lo que sea que sustenta esa fuerza para sobrevivir, resistir y seguir en pie solo puede ser algo sagrado.

Hay un libro magnífico producido por mujeres guatemaltecas que puede dar una mayor y mejor respuesta. Está disponible en internet y lo recomiendo vivamente a quien desee profundizar en este tema. Titula “Tejidos que lleva el alma. Memoria de las mujeres mayas sobrevivientes de violación sexual durante el conflicto armado”. Es un libro que aborda causas, formas y efectos de la violencia sobre las mujeres mayas en aquel periodo, pero también las vías que se han ido construyendo para sanar y recomponer los tejidos rotos. 

-De otro lado, al igual que su padre, Ariel, el narrador de toda esta historia también padece de pesadillas durante todo el proceso de investigación sobre la muerte de un ser excepcional: Coralia. ¿En quién está basada su historia?

-Coralia sintetiza de algún modo la historia de innumerables guatemaltecas que vivieron un tiempo asolado por el espanto y el miedo y sin embargo actuaron con una valentía, una solidaridad y una grandeza extraordinarias. Muchas de ellas fueron asesinadas o desaparecidas (como Alaíde Foppa, Juana Tum, Irma Flaquer, Yolanda Urízar de Aguilar, Mama Maquin, Myrna Mack…); otras han sobrevivido y desde los diversos lugares que hoy ocupan siguen manteniendo el compromiso por la justicia, por la esperanza, por la creación de la belleza. 

Pero sí hubo una mujer que me inspiró la imagen de Coralia; esta es Rogelia Cruz. El relato sobre la muerte atroz que le dieron fue el primer caso ilustrativo que conocí sobre Guatemala. Y muchos años después, en aquel sueño que me empujó a escribir esta novela, fue la imagen de Rogelia como una luz en medio del bosque la que me recordó la persistencia de la vida y la alegría de vivir por encima de la tragedia.

-El término maya K’iché, que quiere decir “bosque”, y los árboles que rodean los galpones de la muerte, ¿tienen que ver con el nombre del libro?

-Sí. La novela tiene momentos bastante duros, la historia de Guatemala ha tenido  continuos episodios de calamidad; pero es un territorio aún pleno de bosques; como recuerda su nombre original, K’iché; como también era denominado en náhuatl por los tlaxcaltecas que condujeron hasta allí a los españoles en el siglo XVI: Quauhtlemallan, “lugar de muchos árboles”. Y eso no se puede olvidar, más allá de cualquier tragedia permanece el bosque, el misterio de la vida, la intensidad infinita de la vida.