Escritora presentará
su nueva novela “La casa muerta”, en el marco de la 19° Feria Internacional del
Libro de Lima
Foto: Rosana López Cubas
Una de
nuestras narradoras cuya pluma nos seduce por el enigmático universo de sus
personajes, autora además de dos importantes novelas: "Otra
vida para Doris Kaplan" y "Obsesión", regresa al mapa literario
local para presentarnos “La casa muerta” (Altazor 2014), nuevo libro que
se presentará el día miércoles 23 a las 8:00 de la noche en la sala Clorinda
Matto de Turner de la 19° Feria Internacional del Libro de Lima y cuyos
comentarios estarán a cargo del escritor Carlos Rengifo.
La casa
muerta, es una novela breve cuyo origen es el cuento del mismo nombre que en el
año 2007 ganó el Premio Copé de Bronce. Si bien la historia, en clave de thriller
psicológico, nos habla de la arquitecta Mariela Ramos y su obsesión por
conservar una añeja casona miraflorina, el contenido del mismo es
un grito de protesta a la manera como la industria inmobiliaria extermina lo poco que queda de estas propiedades señoriales.
Precisamente
para charlar al respecto Lima en Escena fue en busca de la escritora Alina Gadea
quien nos adelanta algunos puntos sobre su nueva novela La casa muerta.
Foto: Andrés García
-Alina después de publicar las novelas "Otra vida para Doris Kaplan”
y "Obsesión", este 2014 nos entregas “La Casa Muerta”. Cuéntanos al
respecto.
-Así es
querida Rosana. Ante todo gracias por darme la oportunidad de conversar contigo
y felicitarte por tu afán de promover la cultura con tu revista digital Lima en
Escena. Esta novela es una especie de aspiración personal, algo que necesitaba
explorar más allá del cuento que lleva el mismo nombre y que fue premiado con
un Copé en el 2007. Es un relato muy importante para mí, muy emblemático y que
me dejó con muchos fantasmas por expulsar en un relato más desarrollado.
-¿Cuáles
son las variantes o los giros que hicieron que éste relato mute a lo que
conoceremos ahora como una novela corta?
-En un
ejercicio febril hice varias versiones del texto. Es una especie de collage, de
remix, de intertextualidad con otros libros míos. Lo hice desde mi total
libertad de escritora en un proceso por agrupar elementos dispersos en mi universo
literario. Posee una estructura fragmentada con salto en el tiempo, en el
personaje narrador y en el punto de vista. Y también logro como parte de este
exorcismo liberar a la arquitecta Mariela Ramos. Quería reivindicar la libertad
de la mujer, su superación personal y su encuentro consigo misma.
-Esta
asombrosa atmósfera de misterio que posee el cuento ganador del Copé, ¿continúa
en la novela?
-Sí,
siempre la atmósfera fantasmal de una casa vieja, cerca de un malecón brumoso, constituyen parte del enigma que encierra la historia.
-Háblanos
un poco sobre este viaje a La Casa Muerta. Estamos ante una historia añeja que
siempre ha perseguido tu proceso creativo ¿no?
-Sí. Hay
una tendencia a la interioridad en lo que escribo. El abandono de una casa, la
decadencia, la vejez, son elementos que me parecen de gran densidad y que me
mueven a imaginar y a escribir.
-Además de los temas clásicos como el desamor, lo citadino, y la agobiante
psicología de los personajes, percibo que el hilo conductor es
también el tema del enigma...
-En otra
vida para Doris Kaplan había mucho de eso, la ambigüedad me parece un recurso
importante. El que no todo esté dicho y hayan cosas que queden en el aire para
ser completadas por el lector. También en Obsesión. Me gustan los finales
abiertos y las historias con un toque de irrealidad.
-Te lo
consulto porque percibo que es la atmósfera que cubre toda la historia de La Casa
Muerta también…
-En el
cuento La casa muerta hay más que nunca ese roce con la realidad fantástica,
con lo desconcertante y en la extensión del cuento un poco más todavía.
-Tus
historias se sumergen en el thriller psicológico. ¿La casa muerta se suscribe en este género...?
-Es, como
todo lo que he hecho, un thriller psicológico, porque la acción sucede más allá
de todo, a nivel de la conciencia. Todo un mundo encerrado dentro de un
personaje que va a ir transformándose hasta cambiar su vida y su forma de ver
las cosas, hasta liberarse al final de la historia.
-Hablas también de todo lo que compone una casona añeja: estilo arquitectónico, decorados, diseños...
-Si no
fuera escritora me hubiera gustado ser arquitecta. Vivo un poco con eso y me
llaman mucho la atención los espacios, la armonía, la estética. Me preocupan
temas como la fea transformación utilitaria urbana. Creo en conservar lo que es
bello y da personalidad a una ciudad. Eso es uno de los demonios que me
llevaron a seguir buceando en las profundidades de casas deshabitadas. Uno escribe sobre cosas que lo perturban
porque escribir es una forma de ordenar el caos interno y de explicarse las
cosas que en la práctica carecen de lógica.
-Precisamente uno de los personajes principales de la novela es una arquitecta. ¿Cómo ha sido
esta sumersión o la construcción de este personaje?
-Me
interesa la voz de una arquitecta que va más allá de lo comercial. Una persona
que siente profundo respeto por el pasado y que puede en cabeza de una historia
recomponer algo que para mí es importante. Alguien para quien el valor de las
cosas no es solo monetario sino que va más allá de eso, a la esencia misma de
las cosas y los vínculos emocionales con otras personas. Así creé a Mariela
Ramos.
-¿La casa
muerta es tu particular tributo a estas casonas que están en pleno proceso de
extinción?
-En cierto
modo sí, y qué bien haberte comunicado esa sensación. Para mí la cultura, la
naturaleza y en general todo lo que es valioso y es bello debe ser conservado,
sacrificando los intereses económicos que no son los únicos valores que existen
como comúnmente parece venir ocurriendo.
-¿Es tu
protesta al mismo tiempo a una era arquitectónica o concepto urbanístico agónico?
-Lima,
como ciudad antigua e importante cedió a través de los siglos, a lo
improvisado, a lo utilitario, a lo antiestético, relegando a la gente a
reunirse en guetos, sin espacios públicos adecuados, sin ningún planeamiento
urbano, lo que ha dado lugar a una urbe muy poco armoniosa por no decir
caótica.
Los
espacios repercuten positiva o negativamente en nuestra psiquis, de manera que
una ciudad mal estructurada nos llega a hacer sentir mal, sin que sepamos por
qué. Sin que seamos conscientes de ello.
No hay más que ver la clase de arquitectura que tuvo el antiguo Perú y
que fue tan sólida para que subsista hasta ahora a pesar de todo, para
entenderla como parte importante de su grandeza. Es penoso ver hasta qué punto
sucumbimos al boom inmobiliario y la vorágine del metraje cuadrado. Hay cosas
más importantes que deberían interesarnos más, como nuestra cultura y nuestro
propio espacio. Habría mucho más por decir pero ¡ya necesitaríamos otra
entrevista solo sobre ese tema!
-Finalmente.
El tema referido a la tradición literaria arquitectónica es viejo. Desde Poe,
pasando por Cortázar y Neruda…
-Esos autores
a los que aludes me resultan fascinantes. La casa tomada de Cortázar, La caída
de la casa Usher de Poe, por citar algunos. Las casas pueden encerrar todo un
universo. Lo mismo sucede con Donoso, es un tema recurrente para él. Con el
tema de La casa vieja van de la mano el de la decadencia, el encierro, temas de
gran densidad literaria pues sugieren mundos interiores completos.
Neruda
dijo tener una casa es tener un lugar en el mundo. Más allá del espacio
construido la casa proporciona un soporte existencial a su morador. En nuestra
casa somos realmente lo que no somos en ningún otro lugar. La casa muerta está
tan llena de fantasmas como nuestra propia mente. Es la personificación de un
espacio. Representa también la fugacidad de nuestro paso por el mundo.
Uno parte
y las edificaciones, las cosas en general quedan. Y eso llama a la reflexión. Todos
nuestros afanes son efímeros, pasan como el viento. No queda mayor huella. Sin
embargo estas estructuras pueden y deben mantenerse más allá de los años. Representan
la identidad de una ciudad. Se depredó el paisaje urbano sin ningún criterio urbanístico
solo con un criterio comercial. La construcción indiscriminada de edificios ha
creado calles oscuras, ventosas, antiestéticas. Se sacrificó la luz, el
espacio.
Julio Ramón
Ribeyro no vivió esta vorágine pero en los cincuenta en Tristes querellas en la
vieja quinta describe la decadencia de una quinta decrépita, venida a menos. Él
dice que por esos años Miraflores dejó de ser un balneario para convertirse en una
urbe vocinglera y sin alma. Y eso que no vio en lo que se convertiría Miraflores años después. Sin ir más lejos, la pared más bella del mundo es peruana,
es Ollantaytambo. ¡Qué clase de artistas fueron los peruanos antiguos para
hacer semejante trabajo arquitectónico!