jueves, 17 de julio de 2014

Alina Gadea: “Escribir es una forma de ordenar el caos interno”





Escritora presentará su nueva novela “La casa muerta”, en el marco de la 19° Feria Internacional del Libro de Lima



Foto: Rosana López Cubas


Una de nuestras narradoras cuya pluma nos seduce por el enigmático universo de sus personajes, autora además de dos importantes novelas: "Otra vida para Doris Kaplan" y "Obsesión", regresa al mapa literario local para presentarnos “La casa muerta” (Altazor 2014), nuevo libro que se presentará el día miércoles 23 a las 8:00 de la noche en la sala Clorinda Matto de Turner de la 19° Feria Internacional del Libro de Lima y cuyos comentarios estarán a cargo del escritor Carlos Rengifo. 

La casa muerta, es una novela breve cuyo origen es el cuento del mismo nombre que en el año 2007 ganó el Premio Copé de Bronce. Si bien la historia, en clave de thriller psicológico, nos habla de la arquitecta Mariela Ramos y su obsesión por conservar una añeja casona miraflorina, el contenido del mismo es un grito de protesta a la manera como la industria inmobiliaria extermina lo poco que queda de estas propiedades señoriales.

Precisamente para charlar al respecto Lima en Escena fue en busca de la escritora Alina Gadea quien nos adelanta algunos puntos sobre su nueva novela La casa muerta.


Foto: Andrés García


-Alina después de publicar las novelas "Otra vida para Doris Kaplan” y "Obsesión", este 2014 nos entregas “La Casa Muerta”. Cuéntanos al respecto.

-Así es querida Rosana. Ante todo gracias por darme la oportunidad de conversar contigo y felicitarte por tu afán de promover la cultura con tu revista digital Lima en Escena. Esta novela es una especie de aspiración personal, algo que necesitaba explorar más allá del cuento que lleva el mismo nombre y que fue premiado con un Copé en el 2007. Es un relato muy importante para mí, muy emblemático y que me dejó con muchos fantasmas por expulsar en un relato más desarrollado.

-¿Cuáles son las variantes o los giros que hicieron que éste relato mute a lo que conoceremos ahora como una novela corta?

-En un ejercicio febril hice varias versiones del texto. Es una especie de collage, de remix, de intertextualidad con otros libros míos. Lo hice desde mi total libertad de escritora en un proceso por agrupar elementos dispersos en mi universo literario. Posee una estructura fragmentada con salto en el tiempo, en el personaje narrador y en el punto de vista. Y también logro como parte de este exorcismo liberar a la arquitecta Mariela Ramos. Quería reivindicar la libertad de la mujer, su superación personal y su encuentro consigo misma.

-Esta asombrosa atmósfera de misterio que posee el cuento ganador del Copé, ¿continúa en la novela?

-Sí, siempre la atmósfera fantasmal de una casa vieja, cerca de un malecón brumoso, constituyen parte del enigma que encierra la historia. 






-Háblanos un poco sobre este viaje a La Casa Muerta. Estamos ante una historia añeja que siempre ha perseguido tu proceso creativo ¿no?

-Sí. Hay una tendencia a la interioridad en lo que escribo. El abandono de una casa, la decadencia, la vejez, son elementos que me parecen de gran densidad y que me mueven a imaginar y a escribir.

-Además de los temas clásicos como el desamor, lo citadino, y la agobiante psicología de los personajes, percibo que el hilo conductor es también el tema del enigma...

-En otra vida para Doris Kaplan había mucho de eso, la ambigüedad me parece un recurso importante. El que no todo esté dicho y hayan cosas que queden en el aire para ser completadas por el lector. También en Obsesión. Me gustan los finales abiertos y las historias con un toque de irrealidad.

-Te lo consulto porque percibo que es la atmósfera que cubre toda la historia de La Casa Muerta también…

-En el cuento La casa muerta hay más que nunca ese roce con la realidad fantástica, con lo desconcertante y en la extensión del cuento un poco más todavía.

-Tus historias se sumergen en el thriller psicológico. ¿La casa muerta se suscribe en este género...?

-Es, como todo lo que he hecho, un thriller psicológico, porque la acción sucede más allá de todo, a nivel de la conciencia. Todo un mundo encerrado dentro de un personaje que va a ir transformándose hasta cambiar su vida y su forma de ver las cosas, hasta liberarse al final de la historia.

-Hablas también de todo lo que compone una casona añeja: estilo arquitectónico, decorados, diseños...

-Si no fuera escritora me hubiera gustado ser arquitecta. Vivo un poco con eso y me llaman mucho la atención los espacios, la armonía, la estética. Me preocupan temas como la fea transformación utilitaria urbana. Creo en conservar lo que es bello y da personalidad a una ciudad. Eso es uno de los demonios que me llevaron a seguir buceando en las profundidades de casas deshabitadas.  Uno escribe sobre cosas que lo perturban porque escribir es una forma de ordenar el caos interno y de explicarse las cosas que en la práctica carecen de lógica.





-Precisamente uno de los personajes principales de la novela es una arquitecta. ¿Cómo ha sido esta sumersión o la construcción de este personaje?

-Me interesa la voz de una arquitecta que va más allá de lo comercial. Una persona que siente profundo respeto por el pasado y que puede en cabeza de una historia recomponer algo que para mí es importante. Alguien para quien el valor de las cosas no es solo monetario sino que va más allá de eso, a la esencia misma de las cosas y los vínculos emocionales con otras personas. Así creé a Mariela Ramos.

-¿La casa muerta es tu particular tributo a estas casonas que están en pleno proceso de extinción?
-En cierto modo sí, y qué bien haberte comunicado esa sensación. Para mí la cultura, la naturaleza y en general todo lo que es valioso y es bello debe ser conservado, sacrificando los intereses económicos que no son los únicos valores que existen como comúnmente parece venir ocurriendo.

-¿Es tu protesta al mismo tiempo a una era arquitectónica o concepto urbanístico agónico?
-Lima, como ciudad antigua e importante cedió a través de los siglos, a lo improvisado, a lo utilitario, a lo antiestético, relegando a la gente a reunirse en guetos, sin espacios públicos adecuados, sin ningún planeamiento urbano, lo que ha dado lugar a una urbe muy poco armoniosa por no decir caótica.

Los espacios repercuten positiva o negativamente en nuestra psiquis, de manera que una ciudad mal estructurada nos llega a hacer sentir mal, sin que sepamos por qué. Sin que seamos conscientes de ello.  No hay más que ver la clase de arquitectura que tuvo el antiguo Perú y que fue tan sólida para que subsista hasta ahora a pesar de todo, para entenderla como parte importante de su grandeza. Es penoso ver hasta qué punto sucumbimos al boom inmobiliario y la vorágine del metraje cuadrado. Hay cosas más importantes que deberían interesarnos más, como nuestra cultura y nuestro propio espacio. Habría mucho más por decir pero ¡ya necesitaríamos otra entrevista solo sobre ese tema!



-Finalmente. El tema referido a la tradición literaria arquitectónica es viejo. Desde Poe, pasando por Cortázar y Neruda…
-Esos autores a los que aludes me resultan fascinantes. La casa tomada de Cortázar, La caída de la casa Usher de Poe, por citar algunos. Las casas pueden encerrar todo un universo. Lo mismo sucede con Donoso, es un tema recurrente para él. Con el tema de La casa vieja van de la mano el de la decadencia, el encierro, temas de gran densidad literaria pues sugieren mundos interiores completos.

Neruda dijo tener una casa es tener un lugar en el mundo. Más allá del espacio construido la casa proporciona un soporte existencial a su morador. En nuestra casa somos realmente lo que no somos en ningún otro lugar. La casa muerta está tan llena de fantasmas como nuestra propia mente. Es la personificación de un espacio. Representa también la fugacidad de nuestro paso por el mundo.

Uno parte y las edificaciones, las cosas en general quedan. Y eso llama a la reflexión. Todos nuestros afanes son efímeros, pasan como el viento. No queda mayor huella. Sin embargo estas estructuras pueden y deben mantenerse más allá de los años. Representan la identidad de una ciudad. Se depredó el paisaje urbano sin ningún criterio urbanístico solo con un criterio comercial. La construcción indiscriminada de edificios ha creado calles oscuras, ventosas, antiestéticas. Se sacrificó la luz, el espacio.

Julio Ramón Ribeyro no vivió esta vorágine pero en los cincuenta en Tristes querellas en la vieja quinta describe la decadencia de una quinta decrépita, venida a menos. Él dice que por esos años Miraflores dejó de ser un balneario para convertirse en una urbe vocinglera y sin alma. Y eso que no vio en lo que se convertiría Miraflores años después. Sin ir más lejos, la pared más bella del mundo es peruana, es Ollantaytambo. ¡Qué clase de artistas fueron los peruanos antiguos para hacer semejante trabajo arquitectónico!