domingo, 26 de octubre de 2014

¡Bernarda-Odio, sexo y locura!





Cada uno de los personajes femeninos tiene una vertiente distinta en la historia






Escribe: Luis Paredes (Crítico de Teatro)




Bernarda-odio, sexo y locura, adaptación de José María de Muscari, recientemente estrenada en el Teatro Marsano, no descarrila la idea lorquiana, antes exacerba su sentido erótico y sexual. Bernarda (Yvonne Frayssinet) es una madre autoritaria y soberbia que oprime y encarcela a sus hijas. El propio hecho de encarcelar y dominar, el hecho de no permitir que se desarrollen libremente, va transformando a sus hijas en una especie de fieras. En estas circunstancias ¿Qué puede ser lo que más añoran estas mujeres?

La obra está bien articulada. Hace confluir en el personaje de María Josefa (Herta Cárdenas) madre de Bernarda, la voluntad liberadora y sexual que estaría en la conciencia de las cinco hijas de Bernarda. Ella habla desde la demencia senil. Igualmente, su discurso tiene un valor dramático muy fuerte y ha sido motivo de un “aderezo” poético por parte de Muscari, el cual demarca más presencia escénica en el personaje y proporciona cierto lucimiento de la excelente actriz.

La anécdota de la obra se defiende por sí sola: cinco mujeres encerradas por la madre que acaba de enviudar por segunda vez y que ha decretado un luto extremo en toda la casa. El peligro lo encarna la presencia de Pepe el Romano, joven que al principio se compromete con la hija mayor, Angustias (Sandra Bernasconi), la cual no es muy agraciada como el resto de sus hermanas pero goza de la herencia cuantiosa de su padre, primer marido de Bernarda.

La correlación de fuerzas de las hermanas se arma automáticamente. La menor de ellas Adela (Karina Jordán), es la más bella pero a la vez la más rebelde en cuanto al enclaustramiento que ha decretado la madre. La que le sigue en edad y belleza es Martirio (Paloma Yerovi), que su condición de asmática acrecienta el dramatismo del personaje lo cual la aleja en cierto modo de pretensiones matrimoniales, cosa que ella misma adelanta: “no me casaré”, dice en una secuencia de la obra

Martirio es testigo de los amores de Pepe el Romano y Adela y le pide cuentas a su hermana en una escena climática que termina en la confesión de Martirio de amar a Pepe el Romano. Esta formidable escena desencadena casi todo el desenlace pues Adela es descubierta por la madre y ocurre la tragedia.

Así cada uno de los personajes femeninos tiene una vertiente distinta en la historia. Incluso las que no pertenecen a la familia como Poncia (Grapa) y la criada (Susan León). Poncia guarda una historia de agravios de la Bernarda, que cada vez que se ofrece se los lanza al rostro; éste es un rol que encierra la contraparte de Bernarda, con una soberbia parecida pero de otro carácter. La dirección de Cattone ha subrayado muy bien este hecho que contribuye a decantar las energías vertidas en el montaje.

La historia de la criada no es menos significante para la obra, pues ha compartido momentos amorosos con el último marido de Bernarda. Y pintan con claridad la infidelidad como punto de partida de una vida amargada y cargada de sospechas. Esta última obra de Lorca nos muestra una trama donde ninguno de los personajes se escapa de contener un engranaje significativo en el desarrollo de la acción.

Lo poético cede el paso a lo genuinamente teatral, para demostrar que García Lorca, era un creador de situaciones que no sólo se enriquecían en su poesía, sino que también, la trama por sí misma lograba un nivel de verosimilitud que envuelve de manera total al espectador.

En el caso de la puesta de Cattone, no se hace extrañar este concierto dramático y cuasi trágico que seduce e impacta al público. Todos los ingredientes han sido manejados con sumo cuidado y rigor. Las imágenes (vídeo) desde el comienzo logran plasmar cierta carrera hacia el precipicio de unos caballos encabritados que no dejan de ser la metáfora exacta del desborde de algunos personajes como Adela, Martirio y en alguna medida Angustias.

La presencia omnisciente de Pepe el Romano, que todo deja ver que es joven y guapo, tiene en zozobra a toda la Casa de Bernarda Alba. Cada vez más esta metáfora dramática cobra sentido y seduce al mismo tiempo y es una imagen rica de acontecimientos y desenlaces, por la cantidad de lecturas que provee desde distintos ángulos, lo que la convierte en un clásico de todos los tiempos.