Cada uno de los personajes femeninos tiene una vertiente distinta en la historia
Escribe: Luis Paredes (Crítico de Teatro)
Bernarda-odio, sexo y locura, adaptación
de José María de Muscari, recientemente estrenada en el Teatro Marsano, no descarrila la idea lorquiana, antes exacerba su
sentido erótico y sexual. Bernarda (Yvonne Frayssinet) es una madre autoritaria
y soberbia que oprime y encarcela a sus hijas. El propio hecho de encarcelar y
dominar, el hecho de no permitir que se desarrollen libremente, va
transformando a sus hijas en una especie de fieras. En estas circunstancias
¿Qué puede ser lo que más añoran estas mujeres?
La obra está bien articulada. Hace
confluir en el personaje de María Josefa (Herta Cárdenas) madre de Bernarda, la
voluntad liberadora y sexual que estaría en la conciencia de las cinco hijas de
Bernarda. Ella habla desde la demencia senil. Igualmente, su
discurso tiene un valor dramático muy fuerte y ha sido motivo de un “aderezo”
poético por parte de Muscari, el cual demarca más presencia escénica en el
personaje y proporciona cierto lucimiento de la excelente
actriz.
La anécdota de la obra se defiende por sí
sola: cinco mujeres encerradas por la madre que acaba de enviudar por segunda
vez y que ha decretado un luto extremo en toda la casa. El peligro lo encarna
la presencia de Pepe el Romano, joven que al principio se compromete con la
hija mayor, Angustias (Sandra Bernasconi), la cual no es muy agraciada como el
resto de sus hermanas pero goza de la herencia cuantiosa de su padre, primer
marido de Bernarda.
La correlación de fuerzas de las hermanas
se arma automáticamente. La menor de ellas Adela (Karina Jordán), es la más
bella pero a la vez la más rebelde en cuanto al enclaustramiento que ha
decretado la madre. La que le sigue en edad y belleza es Martirio (Paloma
Yerovi), que su condición de asmática acrecienta el dramatismo del personaje lo cual la aleja en cierto modo de pretensiones matrimoniales, cosa que ella
misma adelanta: “no me casaré”, dice en una secuencia de la obra.
Martirio es testigo de los amores de Pepe
el Romano y Adela y le pide cuentas a su hermana en una escena climática que
termina en la confesión de Martirio de amar a Pepe el Romano. Esta formidable
escena desencadena casi todo el desenlace pues Adela es descubierta por la
madre y ocurre la tragedia.
Así cada uno de los personajes femeninos
tiene una vertiente distinta en la historia. Incluso las que no pertenecen a la
familia como Poncia (Grapa) y la criada (Susan León). Poncia guarda una
historia de agravios de la Bernarda, que cada vez que se ofrece se los lanza al
rostro; éste es un rol que encierra la contraparte de Bernarda, con una
soberbia parecida pero de otro carácter. La dirección de Cattone ha subrayado
muy bien este hecho que contribuye a decantar las energías vertidas en el montaje.
La historia de la criada no es menos
significante para la obra, pues ha compartido momentos amorosos con el último
marido de Bernarda. Y pintan con claridad la infidelidad como punto de partida
de una vida amargada y cargada de sospechas. Esta última obra de Lorca nos muestra una
trama donde ninguno de los personajes se escapa de contener un engranaje
significativo en el desarrollo de la acción.
Lo poético cede el paso a lo genuinamente
teatral, para demostrar que García Lorca, era un creador de situaciones que no
sólo se enriquecían en su poesía, sino que también, la trama por sí misma
lograba un nivel de verosimilitud que envuelve de manera total al espectador.
En el caso de la puesta de Cattone, no se
hace extrañar este concierto dramático y cuasi trágico que seduce e impacta al
público. Todos los ingredientes han sido manejados con sumo cuidado y rigor.
Las imágenes (vídeo) desde el comienzo logran plasmar cierta carrera hacia el
precipicio de unos caballos encabritados que no dejan de ser la metáfora exacta
del desborde de algunos personajes como Adela, Martirio y en alguna medida
Angustias.
La presencia omnisciente de Pepe el
Romano, que todo deja ver que es joven y guapo, tiene en zozobra a toda la Casa
de Bernarda Alba. Cada vez más esta metáfora dramática cobra sentido y seduce
al mismo tiempo y es una imagen rica de acontecimientos y desenlaces, por la
cantidad de lecturas que provee desde distintos ángulos, lo que la convierte en
un clásico de todos los tiempos.