La visión antropológica y sociológica de Chimbote aparece referida a unos personajes cuya riqueza reposa en su condición de marginalidad...
Escribe: Luis Paredes
Arguedas es consustancial a Yuyachkani. Esto se respira
en todo momento en la última propuesta escénica del grupo. Cartas de Chimbote
representa la trasposición teatral de un destino propiciado, entregado hacia el
devenir del Perú como compendio de todos sus sueños y realizaciones como país
de raíz andina.
La evocación que realizan los actores de Yuyachkani pasa
por el reconocimiento de estar frente a un personaje que encarna cierto reflejo
de lo social y lo político en nuestro medio. Reflejo que lo “colorean” sus
cantos andinos y la presencia de los zorros (de abajo y de arriba).
La última novela de José María Arguedas es clara en
presentarnos un mundo donde todo está en convulsión/combustión. No es gratuito
que Arguedas use la expresión “hervores” para referirse a los capítulos de El
zorro de arriba y el zorro de abajo.
La visión antropológica y sociológica de Chimbote aparece
referida a unos personajes cuya riqueza reposa en su condición de marginalidad
y justamente está marginalidad ha sido ocasionada por los avatares económicos
que Arguedas describe con una lucidez extraordinaria y que el grupo nos
devuelve con una precisión y devoción a los textos de las cartas, en donde la
voz de Arguedas resucita de nuevo y se proyecta en unas escenas que la hacen
cobrar vida.
Arguedas armado de los zorros logra penetrar esta enorme
vulva, en la que se ha convertido Chimbote por la extracción desmesurada de la
harina de pescado y la proliferación de burdeles y mujeres de vida “fácil” lo
hace aún más evidente. El loco Moncada vuelve esta aproximación al caos que
Arguedas emparenta con lo que es el Perú
en ese entonces, una visión alucinada de la política y lo político, con su teología apocalíptica y
destemplada.
Yuyachkani elabora un discurso escénico que va delineando
el perfil de un escritor en trance de “desparecer del mapa” pero que cada vez
se torna más entrañable y verdadero. Sus cartas a su psicoanalista chilena
están llenas de ternura y en general este hombre que se deshace por dentro no
logra encontrar el sentido de todo este desgarro. Solo la escritura lo anima y
da forma a un temperamento de artista que no lo abandona en ningún momento:
“Si yo logro reponerme solamente un poco es posible que
escriba una novela que sería la culminación de un proceso de revelación de este
mundo tan intrincado y fascinante que es el Perú, revelación que se fue
haciendo cada vez más vasta, desde ‘Agua’ hasta ‘Todas las Sangres’ –no sé si
igualmente profundo en T.L.S.-. Mi cuerpo está como una especie de batería:
requiere solo una pequeña carga inicial para que se eche a andar y vaya acumulando
y transformando una creciente cantidad de energía. Si logro escribir un
siguiente capítulo no me para nada.”
La obra hace que los personajes de Arguedas pueblen el
escenario inopinadamente… De pronto aparece una violinista ataviada con una
máscara y nos inunda de notas que acusan su condición telúrica. Todos ellos
(los actores) en un momento son Arguedas. La fácil multiplicación de los
Arguedas se da como una contingencia microbiológica. Hay alguna esencia
arguediana que posibilita esta mitosis. Y es que Arguedas hoy día está viendo
plasmado su sueño. El mundo andino ya no es más esa entelequia que nadie quiere
desvelar. Es algo muy próximo a la experiencia de un país que busca su centro.
Su lugar desde donde partir para configurar una identidad fuerte y armónica.
Arguedas siempre creyó en esa posibilidad.
Teresa Ralli le da una corporalidad especial al texto de
Arguedas al recibir el premio Inca Garcilaso de la Vega; lo hace con un orgullo
del que todos debemos ser partícipes y la tesitura de este texto lo amerita:
“Yo no soy un aculturado; yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio
feliz habla en cristiano y en indio, en español y en quechua.”
Lo más valioso de esta propuesta de los Yuyas es el hecho
que siempre fue claro para mí: No será posible en nuestro país el cambio de las
estructuras sociales si no acudimos a la visión mágica del mundo andino. Y para
ello un imprescindible es José María Arguedas.