“Tenemos como meta que nuestros alumnos
se conviertan en mejores lectores de sí mismos y que además escriban sin
autocensura…”, nos dice uno de los gestores de Machucabotones
Fotos: Machucabotones
Desde hace algunos años la dupla de
escritores y periodistas Leslie Guevara (La calata culta) y César Bedón formaron
la empresa “Machucabotones”, una interesante y dinámica plataforma peruana de producción
de arte que ofrece servicios referidos a la escritura, a lo audiovisual, entre
otros.
Justamente en unos días la aludida entidad
inaugura el taller “El Laboratorio”, coaching de escritura, una guía para que
los asistentes descubran su propia manera de escribir. La idea central del mismo
es aumentar la claridad, la fuerza expresiva y la belleza de los textos de los
participantes. Dirigido a todo público,
con conocimientos previos o sin ellos, el taller de escritura busca que los
alumnos adquieran mayor consciencia de qué están logrando con su escritura.
Al respecto charlamos con César Bedón,
gerente general de Machucabotones.
-Antes de charlar sobre los talleres de
escritura que ofrece Machucabotones empecemos por una inquietud. ¿Por qué
algunos jóvenes le tienen miedo a redactar, a escribir…?
¡Qué pregunta interesante! Escribir es
exponerse un poco, y todos tenemos miedo a exponernos. Bajo ese punto de vista,
la escritura tiene una gran belleza porque de alguna manera implica ponerse al
centro de una multitud y anunciar: tengo algo que decir, y yo considero que es
importante. Creo que vivimos en una sociedad que reprime lo distinto y
privilegia la homogeneidad, y escribir con honestidad es exactamente lo
opuesto: es revelarte como persona única. Eso exige valor. En las clases
siempre agradecemos la confianza de la gente que comparte sus textos con la
clase, a mí me parece que es casi como mostrarle a los demás tu ropa interior.
-Te lo consulto porque observo que un
buen número de chicos de las facultades de comunicaciones desean ser más
fotógrafos que redactores. ¿Has observado este fenómeno?
Sí. Creo que el asunto se ve de una
manera superficial; de alguna manera se asume que la fotografía es más fácil.
-¿Qué opinas al respecto?
Bueno, en la fotografía hay un volcarse
hacia afuera muy grande, y en la escritura es necesario volcarse hacia adentro.
Yo diría que mucha gente le tiene miedo a eso. Aunque a mí me gusta muchísimo
la fotografía, y de hecho recomiendo a la gente que desea escribir mejor (y por
tanto, observar mejor) que se aficione a ella: me parece que la escritura y la
fotografía comparten bases muy similares, aunque eso no se ve desde afuera...
Me parece que en general la gente quiere ser igual a otras personas, quiere
pertenecer a algún grupo. Y la escritura es la afirmación de tu identidad. Mientras
más honestamente mires en ti mismo y sepas exponerlo, mejor será la calidad de
lo que hagas, pienso.
-Cosa diferente sucede con los
estudiantes de las facultades de Literatura que si apuntan a escribir desde sus
primeros ciclos, ¿no?
Claro. Y eso es hermoso. La escritura
florece en la adolescencia: por lo general la gente que escribe empieza a
hacerlo en la adolescencia, que es cuando empezamos a preguntarnos a fondo
quiénes somos. Hay una frase de la escritora Dany Shapiro que me gusta mucho,
“Es imposible pasar los días escribiendo sin empezar a conocer mejor tu propia
mente”. Me parece absolutamente cierto.
-César, centrándonos más en el objetivo
de la entrevista. ¿Cómo surgió la necesidad de crear Machucabotones?
“Machucabotones” es un nombre que me
acompaña desde hace varios años, y creo que engloba cierta actitud lúdica. Con
ese nombre bautizamos una empresa relativamente nueva, que formamos junto con
Leslie Guevara, quien también es escritora: ella escribe actualmente la columna
“La calata culta”, que se publica por El Útero de Marita, y al igual que yo
actualmente está trabajando en una novela… Queríamos una plataforma que nos
permitiera sacar diferentes productos creativos: de hecho, nuestro proyecto más
próximo no está relacionado con la escritura. Vamos a lanzar una línea de ropa.
Hacemos también trabajo audiovisual.
-Con los talleres que han trabajado
hasta el momento, ¿consideras que se
están cumpliendo los objetivos de Machucabotones?
Sí. A mí me parece que cada taller nos
permite aprender a todos, incluyéndonos a Leslie y a mí. Lo que nosotros
queremos es que los asistentes aprendan a ser mejores lectores y mejores
editores de sí mismos. He estado en varios talleres donde el profesor no
encuentra la forma de transmitir a los asistentes qué es, específicamente, lo
que encuentra bien o mal en el trabajo de los alumnos… y yo sospecho que eso es
porque el mismo profesor no tiene mucha idea de cómo escribe él. Tiene lógica,
porque la escritura se produce, en un nivel, de manera inconsciente.
-¿Cuáles han sido los resultados hasta
el momento?
Lo principal con nuestros talleres, me
parece, más allá de los asuntos técnicos, es que los asistentes salen muy
contentos. Eso es regla. Puede sonar muy banal, pero el hecho de que alguien
salga del taller entusiasmado, con ganas ardientes de escribir… eso es
valiosísimo. Es un trabajo complicado y solitario, el de la escritura. Uno
necesita compañeros. Y después de todo, la única forma de escribir mejor es
escribir mucho, ¿no? El entusiasmo es central, y me gusta pensar que tanto los
alumnos como nosotros somos al final un grupo de personas que busca lo mismo:
expresarse mejor. Yo suelo decir al comenzar todos nuestros talleres: “Nosotros
no queremos convencer a nadie: vamos a decirles varias cosas, pero ustedes
quédense con aquellas que les parezcan que tienen lógica para su propio
proceso”.
Me refiero a que nuestra idea es que cada asistente encuentre su
propio camino, ¿no? Creo que no hay nada más poderoso que una idea, y si
logramos que el asistente del taller cambie algunas de sus ideas sobre la
escritura, estamos logrando algo enorme… Esas ideas se traducirán en una
práctica más limpia, más efectiva. De hecho, a nuestro taller más próximo, “El
Laboratorio”, lo llamamos “coaching de escritura”, porque la idea es guiar a
los asistentes para que encuentren su propia manera de hacer las cosas.
-Permítenos pasar al tema de los
estudiantes. ¿Cuáles son las principales carencias que encuentras en los chicos
que acuden a tus talleres?
Yo creo que uno de los principales
errores que cometemos todos es el de asumir que, porque estamos escribiendo,
debemos asumir cierta actitud… cierta pose. Se parte de la idea errada de que
escribir es tan importante, tan serio… Y eso se traduce en una impostación, en el
uso de palabras “prestigiosas”, en mucha autocensura. Nosotros creemos que es
al revés, gran parte del enganche emocional de los lectores con los escritores
se da a través de la exposición de aquellos detalles aparentemente banales o
ridículos… pero que engloban un mundo y revelan la idiosincracia del escritor.
Es una comunicación muy íntima.
Un gran escritor es siempre un gran observador,
y yo diría que saber mirar es uno de los talentos que la gran mayoría de
personas no desarrolla. O, más bien, es un talento que se olvida, porque de
niños todos hemos sido grandes observadores. Todos los artistas tienen algo de
niño. Esa podría ser otra carencia. Vivimos en un mundo que aplasta nuestra
capacidad de observación y nuestra capacidad de asombro. Para escribir bien eso
debe ser recuperado.
-¿Cómo los ayudas a superar estas
deficiencias?
Tratamos de cambiar ideas. Me parece
que enseñar es un poco enseñar a ver, y desde luego “enseñar a dudar”… Yo suelo
decir que cada texto que escribes es, de alguna manera, un mapa de tu propia
mente: son pensamientos volcados que buscan crear un efecto emocional en el
lector. Entonces, ¿qué separa a cualquiera de nosotros de un gran escritor?
Como lo veo yo, no tiene mucho que ver con el uso del vocabulario o de la
dichosa “técnica” o de las “estructuras”, sino con nuestra suma de actitudes,
con cuáles son nuestras ideas… ¿Qué creo yo que es escribir? ¿Qué me parece a
mí que debe contarse, y qué me guardo? ¿Hasta dónde quiero ver dentro de mí
mismo, y por tanto en los demás? ¿Qué nivel de profundidad quiero alcanzar?
¿Qué miedos tengo? ¿Acaso quiero ser “interesante”? ¿A quién me quiero parecer
cuando escribo, incluso de manera inconsciente? ¿Qué entiendo yo por
“honestidad”?
Todas esas son ideas que manejamos, y que pueden cambiarse. Pero
cada persona es un mundo. Entonces, una buena parte de nuestros talleres tiene
que ver con la lectura: eso es algo que mucha gente no advierte, que la calidad
de la escritura está relacionada con la calidad de la lectura, incluida la
lectura de lo que tú mismo escribes. Y una de las gracias es que aprendas a
leer tus cosas de la manera cómo van a ser leídas por los demás. Yo diría que
nuestro trabajo se hace desde esos dos frentes: tus ideas y la calidad de tu
lectura.
-¿Lo logran? Es decir. Al final de los
talleres los chicos cumplen con la misión de escribir bien…
Creo que los alumnos salen de los
talleres mirando un poco desde dentro qué es lo que están haciendo con su
escritura y no resulta efectivo. Con ideas sobre cómo evitar los lugares
comunes, también. Eso es vital. Por otro lado, creo que los alumnos salen con
ideas sobre cómo ser más productivos: como te decía, la única forma de escribir
mejor es escribiendo mucho. De alguna manera mucha gente adquiere “alas” en los
talleres, o ímpetu para escribir mucho… Y hay varios alumnos que luego han
empezado a escribir un libro, por ejemplo.
-¿Qué sensación te da observar a tus
talleristas cumplir con el anhelo de escribir medianamente bien o bien?
Es muy emocionante. Por otro lado, y
eso también me emociona, tenemos alumnos que han hecho más de un taller con
nosotros, y que sienten que siempre están sacando algo nuevo de ellos. En todo
caso, es muy bonito ver que estás ayudando a que la gente se exprese de manera
más auténtica, encontrando mayor satisfacción. Creo que expresarse de una
manera creativa y personal es una necesidad primaria.
-¿Por qué es tan difícil escribir de
manera sencilla?
Porque tenemos miedo de ser nosotros
mismos. Complicar tiene un poco de esconder.
-Finalmente. ¿Qué proyectos maneja
Machucabotones en estos momentos?
Lo que te adelanté, vamos a sacar una
línea de ropa en un estilo que, yo diría, es algo así como un “chic freak”, y
me encanta... Su nombre es “Saturna Lima”. Este año vamos a completar dos
cortometrajes al menos. Vamos a hacer un taller de escritura en el Penal de
Lurigancho. Además de eso, tanto Leslie como yo estamos escribiendo actualmente
libros. Yo planeo acabar mi novela entre este año y el próximo. Creo que se va
a llamar “Vocales y consonantes”.