“Si
bien el libro aborda un tema de cincuenta años atrás, estamos ante una historia
vigente, actual: la trata de mujeres…”, dice la autora en la presente
entrevista
Foto: Rosana López Cubas
Este
16 de julio, en la Sala José María Arguedas de la Feria Internacional del Libro de Lima 2016, la socióloga y escritora
Irma del Águila, presenta su nueva novela La isla de Fushía (Alfaguara, 2016), historia
de Juan Fushía, un comerciante de ascendencia japonesa dedicado a comercializar
caucho, pieles y madera con los aguarunas, huambisas y shapras, lugareños de los
territorios aledaños a la cuenca del río Santiago, afluente del Marañón. Este
personaje de raíces nissei también comercializaba con el cuerpo de jovencitas
como una forma de transacción de cambio para mantenerlas esclavizadas. Al
respecto Lima en Escena charló con la autora.
-Irma, La Isla
de Fushía, es una historia de mujeres las cuales establecen eventualmente
relaciones fraternas que van mas allá del vínculo con Fushía personaje que
también figura en las obras La casa verde (1966) y la Historia secreta de una
novela (1971) de Mario Vargas, ejes de tu libro…
-¡Claro!
Se trata de relaciones que establecen las mujeres de Fushía. Mujeres que entran
en competencia por favores del patrón, el marido, quien a cambio de éstos las explota.
Pero ellas saben también, por lo menos las dos principales, establecer relaciones de solidaridad para
trabajar la chacra, para subsistir juntas al lado de sus hijos. Más allá de la
idea excluyente de las relaciones familiares que son monogámicas, con líneas
trazadas en occidente, en donde sí hay una relación paralela, es una relación
que surge a escondidas y en silencio. La relación de estas mujeres no es así. Lo
que me comentaba la mujer awajún es que después de la muerte de Fushía se vuelven a ver. La mestiza de
Iquitos regresa a visitarla, con lo que ello significaba, días de navegación
surcando el Marañón.
-La novela abre
con un hecho anecdótico entre una abuela y su nieta. Tenemos también a
Cristina, la periodista encargada de investigar la vida de Fushía y su relación
con estas mujeres. ¿Cómo se llevó a cabo todo este tramado de las relaciones
entre las protagonistas?
-Hay
una exploración geográfica. Los distintos paisajes de la Selva constituyen la
razón y la excusa para entrar a rastrear la vida de Fushía o la memoria que se
tiene de la vida de éste y los rastros que dejó en las diferentes comunidades. Otro tema, referido a la relación
entre las protagonistas de la novela tiene que ver con un viaje interior que Cristina
del Águila realiza. Cuando ella llega a Nieva evoca momentos de su infancia en
Moyobamba porque justamente Del Águila es un apellido de la Selva. Su padre y su
abuela eran de Moyobamba. Ella va surcando
el río Santiago y va recordando.
-Más allá de la
indagación sobre Fushía, la historia se configura en torno a sus mujeres.
-Sí.
Para mí es una mirada entre mujeres y su relación no erótica sino pornográfica con
este cauchero. La relación que establece Fushía con ellas, no es una relación de
afecto en donde a él se le observe dominado por este tipo de sentimiento. El se
relaciones con sus mujeres desde la posesión y el control absoluto sobre sus
cuerpos y destinos…
-A todas luces
una relación en donde la mujer es cosificada o sencillamente cumple el papel de
una mercancía, ¿no?
-Así
es. Es una relación de intercambio de mujeres con objetos. Si bien el libro
aborda un tema de cincuenta años atrás, estamos ante una historia vigente,
actual: la trata de mujeres. Cuando hablamos de trata, el Perú es uno de los
países de mayor índice de trata de personas hasta el día de hoy. Las mujeres de
Madre de Dios, son víctimas de una situación concreta de trata y esclavitud.
Estas mujeres están en la Pampa y en otros campamentos mineros. Hoy en día, ser
mujer, ser indígena y adolescente, es una triple perdición. La historia de
Fushía no es tanto una fabulación, son hechos reales y concretos referidos al
tema de intercambio, de trata. En el pasaje en donde Fushía hace un intercambio
con un padre y éste le entrega a su hija, una niña aún. Este hecho ha sido una
constante en la historia, en Occidente también donde las hijas eran reservadas para
las alianzas matrimoniales y los hijos varones heredaban los patrimonios
familiares.
-Hay un pasaje
en la novela donde Fushía intercambia una escopeta por una
jovencita…
-Las
armas, los motores de las lanchas, eran objetos muy codiciados por la población
indígena, sobre todo por los jefes. Escuché en la conferencia de un artista
indígena que había una dimensión de seducción, de atracción, de parte de los
indígenas hacia los caucheros.
-Otros de los
aspectos relevantes de la novela es observar como las mujeres de Fushía establecían
una relación que iba más allá de las rivalidades entre señoras que compartían a
un mismo hombre.
-Cuando
se trata de la protección de la familia, efectivamente se establecen alianzas.
Recordemos que las labores en la chacra en la selva son precarias por la
fragilidad del suelo. La otra fuente de subsistencia es la caza, actividad ejercida
solo por los hombres. La vida es muy dura. Justamente en estos ambientes la
relación entre Inés y Carmen, quienes viven en un encierro forzado, que están
obligadas a sobrevivir juntas, establecen una relación de complementariedad
para poder subsistir y seguir adelante.
-Es interesante
como estas mujeres manejan el tema de la solidaridad… Esta necesidad de unirse
ante determinado objetivo.
-Sí, este tema de las alianzas es interesante.
Usualmente los hombres de la selva y de occidente planteaban las alianzas
matrimoniales, y precisamente, la hija es entregada en prenda para sellar una
alianza. En esta relación de la cual me hablas son las mujeres quienes entablan
otro tipo de solidaridad al margen de lo pactado con Fushía.
-¿La Isla de
Fushía es su segundo libro de corte histórico?
-Sí. Moby Dick en Cabo Blanco traza la llegada de Ernest
Hemingway a Cabo Blanco en el año 1951, es mi primer libro de este género.
-Novela en la
que también figura Cristina, su alter ego.
-Sí,
la periodista… También tengo una novela a manera de crónica El hombre que
hablaba del cielo.
-¿A que
responde estas búsquedas de corte histórico?
-Todo
esto tiene que ver con una mirada sociológica de nuestro entorno social…
-¿En la ficción
usted juega más con elementos de corte histórico?
-Sí,
es una mirada sobre el escenario social, los vínculos sociales. Muchas novelas
históricas son de aventura, un espacio para colocar este género. En mi caso
trato de visibilizar personajes históricos a los cuales los ubico en un
contexto, con sentimientos, con puntos de vista, con aversiones, con atracciones,
con lealtades.
-Fushía es un
cauchero que figura como personaje en La casa verde (1966) y la Historia
secreta de una novela (1971) de Mario Vargas, y ahora también lo tenemos en La
isla de Fushía. ¿Qué hay detrás de este cauchero?
- Fushía, aparentemente fue hijo de un
brasileño con raíces nissei. Llegó a la selva por una de las carreteras de
penetración. Se encuentra con una mujer de Lamas y tienen hijos entre los
cuales figura Fushía, el cauchero, este personaje de la novela. El tiene raíces
indígenas pero también brasileñas y japonesas. Es un hombre que se abre paso
sin escrúpulos. Literalmente, va a la conquista de la selva y se vale de todo
lo que tiene a mano. En este proceso de sobrevivencia encuentra en el caucho
una herramienta para subsistir pues la época de oro del caucho ya había pasado.
Una época en la cual el caucho se vende poco y mal. El se recursea con este
producto a costa de espoliear a las poblaciones indígenas.
-Me llamó la
atención los episodios dedicados a la orquídea. Incluso se refiere a ella
desde estudios científicos.
-Me
contaron en Nieva que Fushía cultivaba orquídeas. Tenía una pasión por
ellas. En la selva hay bellas especies
de orquídeas entre ellas la Cattleya rex, la flor emblemática del departamento
de San Martín. En Moyobamba hay incluso un festival de orquídea. En la novela,
la orquídea sirve para crear una metáfora, una alegoría de las relaciones hombre/mujer
porque él está enamorado, fascinado por la belleza de una flor. Cuando la flor
se marchita tiene que cortar el tallo o la rama para que pueda dar otros brotes
y dar paso a otra floración. Con esta imagen sugiero lo que suceden con las
jóvenes que él iba recolectando.
-La isla de Fushía
toca el tema de la memoria desde diversas aristas también.
-Si,
en el caso de Fushía el recuerdo que se tiene sobre él cambia según la
geografía. En Nieva se tiene una visión amable. La imagen se transforma cuando
voy surcando el río Santiago. Progresivamente, el recuerdo se vuelve más
ingrato y más cercano a la memoria que nos dejó la Casa Verde. Me refiero a las
denuncias de la época. Surcar el río Santiago implica acercarte a las
comunidades indígenas. Es importante recalcar que el Perú, además de ser un país
diverso, es también un país fragmentado. Las historias oficiales se hacen desde
Lima o desde las élites regionales. El tema de la reforma agraria, por ejemplo.
Viví cinco años en el Cusco y un aspecto notable es que Lima y Cusco tienen
visiones antagónicas sobre el legado de la reforma agraria. Insisto, asumo el
hecho de que la reforma agraria fue un fracaso, las cooperativas quebraron y
fueron objeto de pillaje de gerentes y administradores, mas allá de eso,
debería ser incuestionable el hecho de su aporte. La reforma agraria liberó a
los siervos y les permitió intentar abrir el camino para que puedan convertirse
en ciudadanos. Devolverles esa dignidad humana fue un acto que debería ser
recordado sin escamoteo.
-Desde el plano
social y político. ¿Qué le permitió al Perú la reforma agraria?
-El
régimen militar de Velasco es un evento que surgió porque la clase política de
entonces fue incapaz de realizar reformas, principalmente en el sector agrario.
Belaunde hace una propuesta tímida sobre la reforma agraria y es el Apra, el
partido que cierra esta posibilidad en el Congreso. En respuesta a toda esta
crisis ingresan los militares. Si hay gobernabilidad en el país en parte se
debe a que se terminó con el sistema de servidumbre. No hay duda al respecto. Sobre
este punto debería haber un consenso de parte de la derecha como la izquierda.
En los ochenta Sendero no tuvo esta agenda.
-La isla de
Fushía, ¿es un tributo familiar?
-Es
un tributo, es un evocar con cariño a la abuela Del Águila a quien visitaba en
mi infancia. También hay una distancia, porque la niña intenta conocer la selva
soltándose de la mano de la abuela.
-Después de
toda esta aventura de viajes e investigaciones que sirvieron para recrear
La Isla de Fushía, ¿cuál es su percepción de nuestra actual Amazonía?
-Intento
poner a los indígenas en un escenario contemporáneo y evitar la representación
de lo indígena “esencial” que son las fotos que se toman en los tours o en las
postales. Los chicos de ahora tienen una amalgama de rasgos identitarios, son
chicos que hablan el awajún, probablemente creen en el tunche pero que también
ven la TV, desean ganar un salario, les fascina los reality shows. Son
ciudadanos peruanos.