martes, 26 de septiembre de 2017

Irma del Águila: “Deseo hablar de esos tabúes de los cuales no hablamos”


 "Hay violencia en esta escenificación forzada de lo indígena para consumo turístico...", nos dice la autora del libro de cuentos Mínima señal, en un pasaje de la presente entrevista. 


Fotos: Rosana López Cubas

Hace poco presentó su nuevo título “Mínima señal” (FCE, 2017), segundo libro en lo que ha cuentística se refiere. Atractivos relatos que además de destacar por su estética, llama profundamente la atención del lector por sus temáticas y la manera como son abordadas. Los protagonistas de sus historias son hombres y mujeres que se desplazan en un medio social rutinario y abiertamente violento que a través del filtro de la autora nos gritan su condición.

La escritora Irma del Águila, que en estos momentos cuenta con su segundo libro de relatos bajo el brazo, será una de las autoras peruanas estelares del Hay Festival –uno de los eventos culturales más importantes de nuestro país que se celebrará del 9 al 12 de noviembre, en Arequipa– en donde participará en dos mesas de dialogo. Justamente para charlar sobre su nuevo y atractivo libro de cuentos Lima en Escena entrevistó a la autora.


De otro lado, el 27 de octubre se presentará “Mínima señal” (FCE, 2017) en Chile en la Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA) con la presencia de la autora y los comentarios de la periodista Vivian Lavín. El evento ha sido concertado por FCE Perú y la Filial en Chile como parte del programa del Corredor Cultural Grupo Fondo.




-Irma, observamos en tu cuentística un fuerte dialogo con nuestros problemas sociales que azotan al país como la violencia de género, por ejemplo…  ¿Estamos ante la mirada o guiño de la socióloga?

-Es la narradora la que mira, la que observa. Efectivamente, se puede percibir un filtro, en este caso, un filtro sociológico. Sin embargo, los relatos no son exclusivamente ensayos de sociología…

-No, no me refería estrictamente a una percepción de corte sociológico en los relatos sino más bien a determinadas temáticas vinculadas a problemáticas de género o sociales.

-La sensibilidad está antes que el discurso. La autora nos ofrece un filtro una manera de mirar los eventos. Particularmente, en algunos relatos como Pared medianera, está claramente contextualizado en el cerro El Agustino. De otro lado, en El baile de la garza, se narra la cotidianidad de los ciudadanos Bora quienes viven en las afueras de Iquitos y como consecuencia de los negocios turísticos son objeto de exhibición de las agencias de viaje. Ellos son puestos en vitrina sin importar la dignidad de las mujeres, en especial de las niñas.

-Los cierres de cada una de las historias, el final de cada relato incluido en Mínima señal son únicos. El elemento sorpresa y el corte intempestivo le dan un ingrediente especial.  

-En El campanario de San Blas hay un cambio de foco. La mirada de esta mujer/protagonista de la historia que no termina por explorarse. Ella tiene un quiebre, un momento de ensimismamiento en el que comienza a evocar asuntos que la perturban. Incluso suelta una lágrima en medio de la hecatombe, de la significación del fin del mundo, de la tormenta que se produce en la ciudad del Cusco. Al llegar a la plaza se da cuenta de la verdadera dimensión de la destrucción, la caída del campanario de la Iglesia de San Blas. Ella puede ver los escombros sobre el atrio, los fierros retorcidos, la gente huyendo despavorida, elementos que evidencian el desastre en medio de una tupida lluvia y los truenos de la tormenta. Es como si el drama de esta mujer estuviera somatizando el evento y no al revés.

-Precisamente esta somatización la lleva a toda esta catarsis de todo lo que le estaba perturbando, ¿no?

-Sí, claro. Nosotros generalmente tenemos un límite saludable. Como lo dicen algunos psicólogos somos personas escindidas. No vamos a explorar ese otro lado que nos resulta incómodo o amenazante pero en esos momentos límites sí. La protagonista encuentra alivio a la vista de la devastación del atrio, ese espacio consagrado.  Sin saber verbalizarlo. Es como si la dimensión de su drama encontrara un apaciguamiento en estas ruinas, en esta destrucción, en este espacio consagrado.

 -Irma, el cuento La piscina goza de una especial poética la cual sorprende porque también -y de manera sutil- está asociada a la violencia sistemática de género.  

-Efectivamente, es esta sensación de vivir al acecho. La misma sensación y actitud que tenemos al tomar un taxi. Optamos por no sentarnos adelante -como si lo hacen los hombres- para tomar distancia. Es una actitud que no es parte de un acuerdo escrito pero si de un acuerdo tácito.  Es una manera de educarnos desde que somos niñas, desde que recibimos el primer acoso, que para los muchachos que piropean puede ser solo eso, piropo. Sobre este tipo de asedios verbales y físicos de los hombres no se conversa en el colegio. Esto de caminar y sentir permanentemente la mirada, los gestos y ser abordada gratuitamente por desconocidos. Creo que no se habla y no explora lo suficiente, sobre todo entre mujeres en América Latina que viven crudamente este tipo de experiencias.

Si los chicos, los varones, pudieran escuchar en las escuelas, reflexiones sobre esta problemática de acoso, otra seria la actitud. Cuando llegué a vivir al Cusco sentí los piropos y el sentirme acechada en la calle. En un momento un individuo me soltó una de esas frases y al voltear me di cuenta que era un suboficial de la policía. “Oiga, ¿qué le pasa?… Usted tiene el uniforme...”, le dije. “Te enojas por un piropo”, respondió. “Pierdo mi tiempo”, me dije al no entender la actitud de esta persona. Es un hombre adulto, un hombre que porta un uniforme y ni siquiera le pasa por la cabeza que pueda estar agrediendo a una mujer. Allí está realmente el drama y la imposibilidad de colocarse en el lugar del otro. Esa otra es literalmente un objeto. Esta problemática parte de raíces profundas en la sociedad peruana.

-Problemáticas que se observan también en otros de tus cuentos de Mínima Señal.

-Sí, se refleja también en estas mujeres y niñas que ejecutan el Baila de la garza con el pecho descubierto. La desnudez no es buena ni mala, es un tema cultural. Pero hay violencia en esta escenificación forzada de lo indígena para consumo turístico porque son forzadas a mostrar los senos. Ahí literalmente hay una violencia que se ejerce en el cuerpo de esta niña que intenta cubrirse pero no la dejan. Hay una indignidad en ese acto.

-De otro lado, en este nuevo título se repiten personajes o temas explorados en otros libros tuyos. En uno de los cuentos ubicamos a una periodista,  en otros la diversidad cultural amazónica... Háblanos al respecto.

-Me seduce explorar estas culturas de lenguas básicamente orales que tienen maneras y procesos cognitivos distintos de las culturas del texto impreso y que son culturas de la lectura silenciosa. Porque la lectura medieval era una lectura en voz alta como la de los  monasterios. Este tema McLuhan lo explica mucho mejor. En las culturas orales lo tangible tiene un mayor peso cognitivo. En Haití asistí a un juicio sobre brujería. Una mujer fue acusada, pese a que la brujería ya no es delito, de haberse convertido en gato y haber matado a una niña. La “evidencia” de su culpabilidad, insistía la parte acusadora, estaba en su apariencia física: la anciana tenía  una verruga en el cuello. Esa fealdad física era la evidencia de su maldad interna. Más que el argumento abstracto de la ley era el argumento tangible de lo que podían ver y tocar. Los argumentos tienden a ser más emocionales.

-La periodista es un personaje frecuente en tus historias. Explícanos por qué esta familiaridad con el quehacer de la comunicadora que se filtra en algunas de tus historias.  

-En Luces de la sombra se puede observar un dialogo y signos de interrogación. ¿Qué es un periodista y para qué está? ¿Qué hace en el país? De hecho esta periodista en Haití sufre una crisis de fotofobia luego de salir de Puerto Príncipe hacia un poblado en la planicie, a unas cuatro horas de la ciudad. La reportera llega al pueblo pero no encuentra el cuerpo solo residuos de sangre, ese rastro apelmazado en la tierra. Justamente esa ausencia del cuerpo es por donde finalmente entra la grieta, el malestar. ¿Qué hace una periodista en Haití?


-Mínima señal es tu primer libro de relatos. Háblanos sobre el porqué de esta incursión en la cuentística.

-Deseo trasmitir atmósferas más que hechos facticos. Trasmitir pulsiones contenidas, actos fallidos, perversiones…Deseo hablar de esos tabúes de los cuales no hablamos y damos vueltas y vueltas, sin embargo, son aspectos importantes y fuertes en nuestras vidas. Vale la pena contarlos no de manera explícita sino contarlo como lo que son: hechos soterrados que existen como aprehensión, una culpa, se mueven en terrenos fangosos. Es difícil ponerle letras, sin embargo, me interesa “hablar”, aludirlos en mis relatos.

-Los relatos son precisamente una especie de mínima señal, como el nombre del libro, historias que nos conducen por universos absolutamente insospechados.

-Son situaciones que podemos entender caer en lo explícito. Y crear complicidad.

-Evocar a Juan Gonzalo Rose me parece un punto de suma valía.

-“Tú voz existe”. También es bella la canción interpretada por Lucha Reyes. Cuando en el relato se evoca a la Lima de los ochentas, se hace a través de los cuadros que representan  una Lima sin población, una Lima con toques de queda. Quienes han vivido estas sensaciones puede entender estas ausencias, esta tierra de nadie o tierra para nadie, esta ciudad que se recoge.

-A propósito de todo este tema de la Lima de los ochentas o comienzos de los noventas, la Lima del periodo de la guerra interna, algunos de nuestros autores y autoras han recreado este periodo en sus libros. Sin tocar estos temas abiertamente en tu escritura encontramos estos episodios abordados de manera sutil.  

-Claro, es el vacío que muchas veces tiene más significado que el contenido. Mostrar una ausencia es más importante que poner una fotografía explicita, con una presencia. Mario Montalbetti  en Cualquier hombre es una isla (FCE), comenta cómo los museos están sobrecargados de objetos. En contraposición, menciona la exposición de una fotógrafa sobre las cárceles donde no hay presos, solo se pueden ver celdas desnudas con las paredes de mayólicas cuarteadas, pintura resquebrajándose, la letrina al costado del camastro en estado lamentable. Esas imágenes de cárceles “vacías” consiguen denotar la condición carcelaria del ausente.

Sobre la autora

Irma del Águila, estudió Sociología en la Pontificia Universidad Católica del Perú y obtuvo una maestría por la Universidad de Nueva York. Ha sido observadora de Derechos Humanos de la misión conjunta de la OEA y la ONU, en Haití. En 2005, ganó el II Concurso Internacional de Cuentos de Lan.com y el diario La Tercera de Chile, con Primera travesía. Asimismo, con El hombre que hablaba del cielo (Planeta, 2011) obtuvo el III Premio de Novela Breve de la Cámara Peruana del Libro. Además, ha publicado las obras El último capítulo (Banco Central de Reserva del Perú, 2001), Moby Dick en Cabo Blanco (Estruendomudo, 2009) y La isla de Fushía (Alfaguara, 2016). Sus relatos han sido traducidos al inglés y al francés.

Agenda de la autora en el 'Hay Festival'


10 de noviembre (16:00 – 17:00 h)
Biblioteca Regional Mario Vargas Llosa
Violencias. Irma del Águila, Sheila Alvarado, Verónica Ferrari y Edurne Portela

11 de noviembre (10:00 – 11:00 h)
Auditorio del Colegio de Arquitectos de Arequipa
Carlos Arambulo e Irma del Águila en una mesa de dialogo con Juan Carlos Pérez.