¡Nuevas publicaciones! Siempre
será un placer charlar con la joven escritora Jennifer Thorndike: sincera,
sencilla, amable, dispuesta a responder cálidamente a todas las curiosidades e
inquietudes de la prensa. En esta oportunidad, Lima en Escena fue en su busca
para charlar sobre “Ella”, su primera novela, que recrea la historia sobre la
tormentosa relación entre una madre y su hija, un libro “intenso” como bien lo
define la autora.
Cabe destacar que Jennifer Thorndike, publicó su primer libro,
Cromosoma Z, en 2007 y ha sido antologada en Abofeteando un cadáver (2007),
Magdala (2008), Voces para Lilith (2011) y Disidentes 1 (2011). Actualmente
sigue un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Pennsylvania.
“(Ella)” acaba de morir a los noventa y cuatro años. Su hija, que bordea los sesenta, trata de procesar todo lo que pasó con una madre manipuladora y temible. ¿Por qué su muerte no tuvo un efecto liberador en ella? En la casa materna, la hija nunca pudo tener una vida. Con el paso de los años se fue encerrando en capas de vulnerabilidad, creando su propia existencia a imagen y semejanza de los deseos de la madre. Mi cuerpo se compone de tus palabras y tus insultos. Mi única versión es la que tú tenías sobre mí. Y si esa versión se extingue al desaparecer tu cuerpo, no existiré más.
En esta novela, Jennifer Thorndike, nos ofrece un grito de expiación, donde la protagonista se reconoce como un individuo vacío, que busca su yo verdadero, sabiendo que ya es demasiado tarde. El cántico brutal de una mujer cuyas cadenas se formaron desde el mismo vientre de su progenitora.
-Hace un tiempo leí un extracto de Ella a manera de relato sin presagiar que sería tu primera novela y ahora tu segundo libro…
-Es cierto. Cuando escribí el cuento Día de salida, que apareció en la antología Disidentes 1, ya sabía que era una historia que quería contar, que podía explorar como parte de un proyecto mayor. Por eso decidí escribir (Ella), que comienza cuando el cuento termina. Es decir, en el cuento la hija se encuentra con el cadáver de la madre y de pronto, no se sabe más. La novela, en cambio, comienza con la madre muerta y con una pregunta constante: ¿qué va a hacer esta mujer mayor ahora que la única vida que ha conocido, de encierro y de dedicación absoluta a su madre, parece haber terminado? ¿Quién es en realidad ese personaje, “la oscura materia animada por tu mano”, como dice el epígrafe de Blanca Varela?
-Ella, es una novela corta cuyo universo temático cambia radicalmente tu propuesta literaria, ¿es una historia relativamente reciente?
-No creo que esta novela cambie mi proyecto literario, aunque entiendo que pueda verse así. Lo que yo quería hacer tanto con Cromosoma Z como con (Ella) es extremar las relaciones entre mujeres. Con Cromosoma Z llevarlas por el lado de la sexualidad, explorar los conflictos que aparecen dentro de una relación de pareja entre dos mujeres. En (Ella) sucede algo similar, pero con un lazo que puede ser incluso más intenso, el lazo entre una madre y su hija. Llevo la propuesta a un punto extremo donde lo único que existe es la dependencia de la madre y la resignación de la hija. Mi propuesta va por ahí: desmontar las relaciones entre mujeres, ver qué hay adentro, analizar la manipulación, el poder, el dolor, la construcción de la identidad. En eso, ambos libros se parecen.
-¿Cómo se gesta la historia?
-Un día soñé que se abría un metro en Lima, un metro extraño, escalonado, con muchos niveles. Veía una mujer corriendo hacia una de sus bifurcaciones, la que separaba el mundo de los vivos y el de los muertos, como dice la novela. A un lado subía la gente que quería suicidarse lanzándose desde lo alto del andén y del otro, los familiares, que les gritaban que no lo hagan. No sé por qué tuve ese sueño. Fue extraño, macabro. Cuando pensaba en él, creía que era una de las tantas escenas que hubieran podido estar en el cuento, una escena que condensaba la culpa de la hija y el miedo que su madre le había inculcado para que nunca se alejara de ella. Me di cuenta de que había más escenas que debían contarse, que podían ser igual de fuertes, igual de intensas e impactantes, y que demostraran lo dañinas que pueden ser las relaciones de dependencia. Y (Ella) comenzó a escribirse y me quitó, es cierto, gran parte de energía. Fue una escritura muy fuerte, emocionalmente absorbente.
-Al leer la novela sabemos que no es una historia típica, todo lo contrario, es devastadora en todo sentido de la palabra, ¿por qué?
-Creo que así tenía que ser. Al construir el personaje de la hija, yo quería que fuera una mujer a quien le haya arruinado, literalmente, la vida. No sólo no ha conseguido tener una vida propia, sino que su cuerpo está destruído, su personalidad no existe. Es una construcción de su madre, un instrumento, una vida que sólo tiene sentido en la medida que le sirve a otra. La devastación del personaje me lleva a reflexionar sobre cómo se puede destruir la vida de una persona a la que supuestamente se le tiene cariño.
-¿Por qué la necesidad de recrear una historia que te castra la vida desde que llegas al mundo?
-Intenté que el vínculo entre la madre y la hija esté, en realidad, desde que los hijos están dentro del vientre. Esto lo hice para volver más fuerte la relación entre estas dos mujeres, para que se sintiera la deuda interminable por haberla traído al mundo que la madre le cobrar a su hija hasta el día de su muerte. Esta castración a través de la culpa y la responsabilidad por ella es una constante en toda la novela y parece hacerse más fuerte con el fallecimiento de la madre. Tenía que ser desde la gestación, pues es el punto de inicio que la madre toma para justificar el comportamiento que tiene con sus hijos.
-Abandono, soledad, desolación; en Ella no existe ni una pincelada de amor…
-No, porque no se puede querer a alguien que te ha hecho tanto daño, así sea tu propia madre. Eso lo dice la hija y creo que tiene razón. Creo que no se puede querer a alguien que destruye tu vida, y durante toda la novela la hija lo trata de explicar, trata de decir que ella no tiene la culpa de no sentir por su madre más que odio o asco. Trata de explicar por qué cuenta los días para que su madre muera. Sabe que esa es la única manera en que será libre. Nunca hubo amor dentro de esa familia: ni entre los padres, ni entre padres e hijos, y ni siquiera entre los gemelos, pues aunque parezca que se quieren, creo que tienen una relación más de dependencia o autodefensa. Además, ¿qué amor podrían sentir dos personas que la única realidad que conocen es el miedo constante?
-En la hija, hay un hálito de esperanza por salir de esa realidad, ¿no?
-Sí, por eso se dedica a contar los días para que su madre muera. Sin embargo, para su mala suerte, la madre supera todas sus expectativas de vida y, cuando finalmente muere, su hija siente que ya es demasiado tarde para comenzar de nuevo. Y eso es lo más frustrante, lo más terrible. Por eso escogí el epígrafe de Donoso: “Las cosas que terminan dan paz y las cosas que comienzan a concluirse, están siempre concluyéndose. Lo terrible es la esperanza”.
-Ella, es una mujer absolutamente siniestra... ¿exageramos?
-(Ella), la novela, es fuerte, puede incluso llegar a ser difícil de asimilar. No recuerdo haber leído un libro en que la hija guarde tanto rencor por su madre, que la lleve incluso a esperar con ansias su muerte. Entiendo que eso puede ser complicado para algunas personas. Pero encuentro que este tipo de situaciones ocurren. Que no es tan anormal que una relación entre madre e hija termine de esa manera. La madre de los gemelos es egoísta, está llena de traumas y de temores y le tiene pánico a la soledad. Por eso, está dispuesta a hacer cualquier cosa por retener a sus hijos a su lado, llegando incluso a encerrarlos y alejarlos de todo contacto con el mundo. Y lo logra, y creo que eso es lo que la hace más temible, más siniestra como dices, porque es su madre.
-El tema del desequilibrio emocional, ¿es el punto de partida de la novela?
-Es uno de los temas centrales de la novela. El desequilibrio de la madre destruyó su relación de pareja y la relación con sus hijos. Ninguno de los personajes de la novela ha podido librarse de eso, ni siquiera el gemelo, que se fuga de la casa, puede escapar de la culpa que la madre inculcó desde que eran niños. El desequilibrio emocional destruye todas estas vidas, pero justamente por eso construye la historia de la novela.
-Los gemelos, fueron un par de niños a los cuales se les castró y se les negó la posibilidad de vivir una vida normal, esta foto, ¿es un fragmento de la cotidianidad?
-Es el inicio de un plan que la madre tenía pensado para ellos en su afán de no quedarse sola. Como el marido ya la había abandonado, y ella misma se había quedado al cuidado de su madre, siente que sus hijos están obligados a hacer lo mismo. Lo logró parcialmente con el gemelo, y en su totalidad con la hija. Dentro de su lógica, haberles permitido tener una vida normal los hubiera alejado de su lado, y eso es algo que la madre no hubiera podido soportar.
-El padre ausente, el que abandonó a su familia, ¿optó por una mejor opción de vida?
-Creo que al padre nunca le importaron los niños. De lo contrario, no los hubiera dejado con esa mujer que terminó por arruinarles la vida a todos. Sabe que continuar la relación con ella significaría el final de su propia existencia. Y por eso toma una decisión egoísta y se marcha. Después el gemelo hace lo mismo, pero no puede desarraigarse del todo. Su madre ha trabajado durante años para que esto no suceda.
-¿Existe alguna cualidad en esta mujer que se victimizó constantemente?
-Es una pregunta difícil. ¿Qué cualidad puede tener una persona así? Habrá querido en algo a sus hijos, supongo. Se lo repite siempre a ellos y creo que, por lo menos, ella piensa que es verdad. Pero es un amor extremo, un amor que hace daño, un amor que pide ser retribuido a cualquier precio.
-¿Por qué la hija no escapó como lo hizo su hermano gemelo?
-Él lo hizo primero, supongo que le ganó por puesta de mano. Por otro lado, el miedo que siente la hija de que su madre cumpla sus amenazas (de suicido, básicamente), la paralizan. Y esto se incrementa cuando su gemelo se va. Por eso siempre sueña que su madre se lanza a las vías de tren sonriente. Le dice que no cumplió bien su papel, que es la culpable de esa muerte, y por eso debe cargar para siempre con esa culpa. Creo que es más de lo que la hija puede tolerar. Quizá por eso se queda.
-¿Cuáles son los momentos más alentadores (si es que existen, lógico) de la historia?
-Los pocos momentos en los que la hija puede tomar decisiones. Cuando decide cremar el cadáver, por ejemplo, porque cree que así su madre no va a existir más. Cuando destruye los santos que su madre guarda en el pasadizo de su cuarto, porque está eliminando los ojos acusadores que siempre la han perseguido. Cuando le canta a la madre La Martiniana, para que la deje tranquila, para no escuchar su voz después de que ha muerto. Sin embargo, (Ella) es una novela de altibajos. Cuando crees que el personaje de la hija se ha librado de alguna manera de la madre, esta vuelve a aparecer, su presencia es demasiado intensa como para borrarla.
-Lo más interesante de la novela, es el perfil psicológico de cada uno de los personajes. ¿Cómo fue la construcción de cada uno de ellos...?
-Al recrear el lazo entre madre e hija, traté de analizar cómo podían sentirse estas mujeres realmente, sobre todo la hija. Quise llevar la situación a su punto más intenso, donde no haya retorno. Por eso los candados, las llaves que se ocultan, las ventanas cerradas, el aire escaso, la descripción de lo que le pasa al cuerpo después de la muerte, los sentimientos de los gemelos, los tranquilizantes. Me preguntaba qué sentiría un niño pequeño al saber que si no le da las pastillas a su mamá, ella se va a morir. O qué se sentiría saber que no puedes tener ni un minuto de paz aunque te encierres en tu cuarto porque hay alguien que te va a hablar a gritos a tu puerta o te va a pasar una nota que te va a hacer sentir miserable. ¿Qué pasaría si escuchas que a tu gemelo lo están reventando a palazos y después tienes que curarle las heridas? Así los fui construyendo: imaginando cómo me sentiría yo ante las situaciones que ellos tenían que enfrentarse.
-Ella marca un cambio en tu estilo narrativo, en tu manera de ver la vida…
-Es una novela que ciertamente me ha cambiado, que me costó escribir y releer debido a la carga emocional que tiene. El cambio del estilo demuestra, creo, que ahora estoy haciendo una literatura que se preocupa más por encontrar las palabras adecuadas para causar efecto en el lector, para precisar las ideas que tengo sobre mi proyecto de escritura, que básicamente está interesado en analizar las relaciones de poder entre mujeres, desde lo sexual hasta lo maternal.
-Después de leer la novela siento a una joven escritora más contundente y madura literariamente hablando, ¿cómo te sientes tú?
-Me siento más madura. No en vano han pasado cinco años desde Cromosoma Z. Publiqué ese libro muy joven. Ahora tengo veintiocho años, mi vida es muy distinta a la de los veintitrés y creo que eso se refleja en la escritura de mi novela. Me siento más tranquila, puedo pensar mucho más las cosas, las palabras, las escenas. No se ha roto el impulso, pero creo que ahora, al corregir, soy más consciente de lo que transmitir. Y por eso el resultado es consecuencia de un proceso más meditado de escritura, de un proyecto más definido que tengo ganas de continuar y hacer crecer.