Escribe: Ricardo Bedoya
Los mejores momentos de “Cielo oscuro” son aquellos en los que las acciones se toman una pausa y la cámara se detiene a observar el juego silencioso de los actores.
Por ejemplo, la secuencia de amor en el sofá; o el juego en la cama, luego de la conversación telefónica con el deudor; o la escena que muestra el recorrido de los dedos de Lucho Cáceres por el vientre de Sofía Humala. Es decir, cuando Calero decide mostrar la intimidad de la pareja.
Un buen pasaje también: el de Cáceres en el auto, exasperado por el tráfico, mejor, atrapado en su laberinto interior.
En esas escenas, que son breves, pero que dejan ver al director, la película respira y se quita de encima la estricta sujeción al relato y la servidumbre de lo ilustrativo.
Pero, de pronto, la intimidad es destruida por los celos. Y los celos son como esos cortes secos del montaje que llegan cuando las situaciones aún no han tenido tiempo de cuajar, de desarrollarse o de adquirir consistencia.
Es decir, impiden que las emociones “no dichas” que están ahí, contenidas en potencia en las actuaciones de Humala y de Cáceres –bien conducidos por Calero-, se liberen y fluyan.
“Cielo oscuro” esquiva la situación fuerte, el pico, la intensidad en su ápice. El estremecimiento se esboza, pero no llega a tomar cuerpo dramático. Cáceres está muy bien en sus intervenciones impertinentes y agresivas, dichas en la intimidad, pero la película no se detiene en ellas para examinarlas o para convertirlas en estímulo para el conflicto. En esos momentos, la acción se dirige hacia otros derroteros o se orienta a otro personaje (bien el de Mariella Zanetti)
“Cielo oscuro” es una película compacta, concisa. Una “primera obra” atractiva, hecha con solidez. Distanciándose de su modelo mayor y de la película que lo inspiró, “El infierno”, de Claude Chabrol (basada a su vez en el inacabado proyecto de Clouzot), Calero no elige el frenesí ni el exceso. Por el contrario, apuesta por el equilibrio y el control para dar cuenta de los celos, ese asunto ardiente y perturbador.
Ricardo Bedoya
Crítico de Cine
Dirige el blog de crítica de cine
Páginas del diario de Satán