A dos
semanas de su exitoso estreno, el director de El Método Gronholm habla con Lima
en Escena
¿Ya fueron a ver El Método Gronholm? ¿No? ¡No se la pierdan! La divertida comedia del dramaturgo español Jordi
Galcerán, que narra la
historia de cuatro ejecutivos seleccionados para pelear un puesto directivo, y
tras enfrentarse en un cruel juego propuesto por los ausentes anfitriones de una
poderosa transnacional que los convoca, solo quedará uno: el más fuerte, el más
capaz, el más productivo. La popular comedia ha cautivado al público limeño, y sin hacer tanto ruido ya va en su segunda semana de exitoso estreno .
Con un
elenco conformado por Norma Martínez, Gonzalo Torres, Miguel Iza y Roberto
Ruiz, “El método Gronholm” dirigida por Sergio Llusera, va en renovado teatro
Pirandello hasta el 23 de setiembre. Al respecto, Lima en Escena charló con el
director.
-¿Debe ser un desafío montar una obra de teatro después de haber sido un éxito en su primer
estreno?
- Cada
montaje que un director de teatro decide trabajar y poner en escena es un desafío,
un riesgo. Como director debo reconocer que me agrada asumir los riesgos. Todos los que se presentan en el camino. En el
año 2009 estrenamos el Método Gronholm y muchas personas no pudieron verla por
falta de entradas. Ahora la pueden venir a ver. La experiencia del primer estreno
fue grata. De hecho, en este reestreno estamos en el mismo camino.
-¿Cuáles han
sido los riesgos de la presente reposición?
-El solo
hecho de montar una comedia implica enfrentarse a una serie de riesgos. Tenemos
los desafíos de corte estético, la elección de los actores, la convocatoria de nueva
gente…
-Uno de
los principales atractivos de la obra, además de los crudos temas que toca, es
su elenco. ¿Por qué la elección de los actores es de vital importancia?
-Porque en
ellos recae la responsabilidad de interpretación, del desplazamiento en escena lo
cual le permite al público aceptar o no una obra de teatro. Los actores del
Método Gronholm, por ejemplo, además de ser experimentados son queridos por el público.
Gonzalo Torres es un actor exitoso y querido; Miguel y Norma además de
populares son actores de amplia trayectoria. Los cuatros actores de la obra son
geniales. Si bien nos arriesgamos con Roberto Ruiz, un actor relativamente
nobel, debemos reconocer que su trabajo en la obra es extraordinario.
-¿Ha cambiado
la presente versión?
-La obra
se mantiene tal cual. Se ha profundizado en algunos procesos lo cual nos ha
permitido mejorarla. En la experiencia actual, hay una maduración incluso de
los actores también. En el caso de Roberto Ruiz, por ejemplo, ha trabajado tres
años en Francia, se ha desarrollado en teatro experimental, ha hecho de todo, tiene
todo un bagaje, una experiencia de vida que se siente en el desarrollo del
personaje en escena.
-Tenemos
entendido que eres un director exigente, ¿por qué este seguimiento tan radical con los
actores?
-Porque en
materia teatral me gusta hablar de personas. Como espectador me agrada observar
a los actores que trabajan desde una lectura social, humana, en ese sentido,
los personajes se perciben, se muestran unidimensionales. Soy muy obsesivo, y les agradezco a los chicos del elenco por
su enorme paciencia para entenderme.
-Tienes un interés cuasi obsesivo por profundizar en la psicología de los personajes...
-Me
interesa explorar los mundos interiores en conflicto con el mundo exterior. Trabajar
esta parte te motiva a posicionarte frente a la vida, a tomar postura ante hechos
de corte social.
-El Método Gronholm nos habla sobre racismo, homofobia, machismo…
-Justamente
en abordar todos estos temas radica la importancia de esta hermosa comedia. Según
el autor, para escribir esta obra, se inspiró en unos papeles que encontró en un tacho de basura con comentarios discriminatorios, homofóbicos,
racistas, sobre candidatos a un puesto de trabajo. Le causó gracia e interés estos
comentarios insultantes que decidió tomarlos para crear esta maravillosa obra.
-Pese a los grandes cambios sociales experimentados en
determinados países, existen corporaciones abusivas…
-No estoy en contra del universo corporativo, ojo, pero soy
de las personas que están a favor de que existan empresas reguladas. Hay
empresas que ven a las personas como un recurso y no como individuos. Mi
crítica va por ahí. La corrección política nos lleva a ser cordiales cuando en
realidad no lo somos. Preferiría que las personas sean más directas en el
trabajo, sería más sano decir cómo te sientes realmente sin apelar al insulto, a
la humillación ¿no?
-Poner en escena una pieza tan crítica, ¿no es casual?
-¡No, para nada! Tenemos que reírnos de nosotros mismos. De
cómo somos. Creo que el Perú es un país que ríe poco. Es decir, nos reímos poco
de nosotros mismos. Nos reímos y nos burlamos del otro, ¡sí! pero no somos
capaces de autocriticarnos con humor, con humanismo. Una crítica confrontativa,
te posesiona en contra, pero si alguien te cuenta algo gracioso lo puedes
recibir de manera distinta. Se puede ser irónico, humorístico sin llegar a la
ofensa.
-¿Crees que seguimos siendo un país pacato?
-En materia económica el Perú ha avanzado mucho, sin embargo,
en el tema de mentalidad lamento admitir que tenemos cosas que trabajar. No es
casual que la obra hable de tolerancia, de apertura, frente a temas como la
homosexualidad, el racismo, por ejemplo. Tocamos estos tema y otros precisamente para
confrontar al público espectador.
-Pese
a tratarse de una comedia, el Método Gronholm es un montaje perverso…
-La obra pone en el tapete temas malvados pero se suavizan
por el género, por la manera como está planteada. Particularmente, me seduce la
posibilidad de expresar temas fuertes desde el humor. ¡El humor suaviza todo!
-¿Incluso los temas violentos?
-¡Por supuesto! La lucha encarnizada por el poder, es un
punto desolador en esta puesta en escena…
-¿Por qué apelar por una comedia irónica, cruda y divertida?
-Porque me gusta jugar y plantear absurdos, apostar por lo
lúdico, extremar las cosas. Somos un país que necesita imágenes absurdas.
-¿Qué es lo que más destacas del Método Gronholm?
- La estructura del guión. Me agrada el hecho de encontrarte con una sorpresa tras
otra, hecho que sin duda te mantiene en vilo. Te plantea dilemas éticos,
extremos, que te obligan a posesionarte como individuo.