jueves, 17 de diciembre de 2015

Mariela Dreyfus: “Una de las maravillas de la poesía es que te permite viajar en el tiempo”



"Me ilusiona pensar que mis poemas tienen forma, volumen, una pauta musical como sustento...", dice la autora en la presente entrevista 




Una de las invitadas más importantes del III Festival Internacional de Poesía de Lima - FIP Lima, evento que se llevará a cabo del 13 al 16 de abril del 2016 en Lima, es sin duda la destacada escritora y académica Mariela Dreyfus, quien hace poco publicó Cuaderno Músico precedido de Morir es un arte (Amargord 2015), álbum doble cuyo leitmotiv es la pregunta por la vida que es también una pregunta inevitable por la muerte, encarnados ambos en cuerpos tangibles, atravesados por el dolor y el deseo, siempre enquistados en su materialidad”. Aludido poemario ya circula en Lima y está disponible en la librería Inestable de Miraflores. Sobradas razones para charlar con la autora al respecto.




-Mariela, esta nueva edición nos ofrece los poemas de Morir es un arte, con los cuales ya estábamos familiarizadas, más los del nuevo poemario: Cuaderno músico. Sin embargo, al leer el libro en su conjunto, es decir uniendo ambos nos encontramos con dos libros en uno. ¿Es un dueto? ¿Será un tríptico? ...

Creo que entre ambos libros se genera una continuidad muy fluida porque están escritos bajo las mismas coordenadas estéticas, la misma mirada también, el mismo estilo y la misma voz. En ambos libros el leitmotiv es la pregunta por la vida que es también una pregunta inevitable por la muerte, encarnados ambos en cuerpos tangibles, atravesados por el dolor y el deseo, siempre enquistados en su materialidad. No sé si el próximo libro que ahora preparo podría marcar una nueva secuencia dentro de la misma órbita, pero intuyo que sí, sobre todo en el manejo de ese ritmo descubierto en Cuaderno músico con el que me siento muy cómoda por ahora.

-Cuaderno músico como Morir es un arte nos conducen por un cuerpo en deterioro, por la vida y la muerte… ¿A qué le atribuyes esta recurrencia?

Esto responde evidentemente a una conciencia muy grande respecto a la fragilidad de la existencia, a su inevitable finitud. Incluso en mis primeros poemas de Memorias de Electra, donde el erotismo se trabaja con intensidad, ya asoma al otro lado de la cima el precipicio, la nada. Será que desde muy joven me tocó ser testigo de modo involuntario de la muerte; será también producto de ciertas experiencias de lectura. Pero al final de cuentas, la muerte es uno de los temas fundamentales por los que siempre se ha preguntado la poesía.

-El nacimiento está asociado a la muerte como si la existencia estuviera siempre signada a lo sombrío, lo oscuro… La desolación es un tema contundente.

Uno de los primeros autores que leí durante la adolescencia fue Camus. En su novela El extranjero, la incapacidad de Mersault para llorar en el entierro de su propia madre o la decisión de dispararle a un árabe porque el sol le pegaba demasiado fuerte en la cabeza, son escenas cruciales, donde se aborda la muerte con una distancia extraña, sin dejar por ello de auscultarla, de nombrarla. En todo caso la experiencia me ha enseñado que en realidad la muerte ocurre así, de manera imprevista, absurda. Tal vez ese acercarse tanto a ella sea también una forma de exorcismo, un artilugio para mantenerla a raya, al menos por ahora.

- Todos estos gestos referidos a la vida, la creación, la muerte, han sido construidos apelando a herramientas como la fotografía pues también nos hablas de tonalidades, de revelados, de luz, encuadres, primeros planos. Igualmente encontramos pinceladas pictóricas: apelas mucho a los paisajes a los colores, elementos que le dan brillo y otro cariz a esa melancolía lírica permanente… 

Mi acercamiento a la literatura siempre ha sido interdisciplinario, dinámico. De joven iba mucho al cine, al teatro, consumía libros de arte, asistía a conciertos de rock. Justamente con ese espíritu se fundó a comienzos de los años 80 el colectivo artístico Kloaka, donde además de los poetas –Santiváñez, Ruiz Rosas, De Ramos, yo- participaron artistas talentosos como Enrique Polanco y Fernando Bryce, o grupos que practicaban el rock fusión como Delpueblo / Delbarrio y Durazno Sangrando. 

Para mí la imagen y el ritmo del poema son imprescindibles. Por eso me ilusiona pensar que mis poemas tienen forma, volumen, una pauta musical como sustento. De ahí también los títulos específicos de algunos poemas en mis distintos libros como: “Cuadro”, “Canción”, “Imagen”, “Instantánea”, “Escena”. La correspondencia de las artes siempre me ha parecido un juego infinitamente fascinante.

-Este poemario tiene también su musicalidad y su danza y no creo que sea casual aludir a Miles Davis, Pina Bausch o Afro-Peruvian Sextet. ¿Hasta qué punto disciplinas como la música, la danza o el teatro estimulan tu escritura, tu proceso creativo…?

Cuaderno músico está precedido de un epígrafe del trompetista de jazz Miles Davis que lee: “I’ll play it first and tell you what it is later” [“Primero lo tocaré y luego te diré de qué se trata’], como para dar una pista de lectura respecto al método de composición. La afición al jazz la tengo desde que leí Rayuela de Cortázar a los 18, así es que en este caso fui de la literatura a la música, y en la época en que estaba escribiendo mi último libro, me topé con un texto maravilloso del poeta Yusef Komunyakaa titulado Blue Notes, donde él se refiere a la improvisación simétrica, un concepto tomado del jazz que luego traslada a su propia escritura, logrando que la espontaneidad y el control de la forma alcancen un logrado equilibrio. Yo creo que en los dos poemas que mencionas, “¿Quién hace brotar la lluvia (Pina Bausch)”? y “Carrasca chisporroteo bongó (Afro-Peruvian Sextet)”, es donde se cumple de modo más cabal la improvisación simétrica.

 El primero fue escrito prácticamente de un tirón después de asistir a la puesta en escena de Vallmond, ballet compuesto por la bailarina y coreógrafa alemana Pina Bausch, y tiene una gran intensidad erótica, lo mismo que su pieza. El segundo lo escribí originalmente en una computadora frente al público, durante una performance de música, arte y escritura, organizada por  Marcela Valencia, entonces promotora del grupo de jazz Afro-Peruvian Sextet. Allí, la música es el pretexto para emprender un “volver hacia atrás a la semilla”, conectándome con los ritmos afro-peruanos que son parte de nuestra tradición.




- A lo largo de tu trayectoria como poeta nos has brindado libros cuyo punto de partida ha sido el tema erótico. Si en tus inicios abordaste el mismo de manera desenfadada, ahora lo haces desde la abstracción ¿Cómo se han dado estas innovaciones, estas miradas?

Me interesa el tema del erotismo como pulsión vital, que encarna en el cuerpo aunque se nutre de un pensamiento detrás. En ese sentido en mi poesía se aborda el cuerpo en lo que tiene de multidimensional, complejo, en cierto modo insondable. De la piel a la víscera, digamos, tocando el centro del corazón en el poema. Por otra parte, con el tiempo me he ido familiarizando con ciertos filósofos contemporáneos como Foucault o Bataille que han pensado en el lugar del cuerpo en la cultura. Tal vez por eso ahora en mis poemas el erotismo es al mismo tiempo intuición, impulso, pero también meditación. 

- El tema de la pareja igual está latente en tu poética: “¿es de una este juego o somos dos?” ¿De qué manera influye la experiencia en pareja en estos retratos de tu lírica?

Cierto, son muchos los poemas en los que subyace la posibilidad de cumplir con el mito platónico, el reencuentro con el otro, esa mitad perdida, a fin de reparar la escisión y restituir la unidad, el ser total. El deseo de alcanzar la comunión erótica y al mismo tiempo mística –por ejemplo, en el poema que le dedico a Santa Teresa en mi tercer conjunto, Ónix- es un motivo que he ido delineando con formas diversas, desde distintas perspectivas y tonos, con el cuerpo como imagen central de la composición.

- Hay una belleza desde el deseo transgresor en las “Las niñas que así juegan”. ¿De qué manera se fusiona lo bello y lo transgresor?

Mi aprendizaje literario tiene que ver con el acercamiento a los autores del santoral surrealista, los llamados poetas malditos franceses que reformulan las ideas de armonía y belleza de una forma definitiva, con una actitud irreverente, desacralizadora. Pienso en dos citas de dos autores que pertenecen a este linaje: “Una noche senté a la belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié” (Rimbaud) y “La belleza será convulsiva o no será” (Breton). Pero también está ese otro aforismo tan lúcido de nuestro César Moro, escrito originalmente en francés: “La belleza es un vicio, maravilloso, de la forma”. 

Así es que por un lado en mis poemas hay una compulsión por encontrar la forma exacta, la precisión, pero con una mirada que busca desestabilizar la realidad, lo establecido. Por eso al tratar el tema del erotismo he intentado presentar las múltiples posibilidades del deseo, más allá de lo estipulado por una sociedad heteronormativa, jerárquica. El juego, el descubrimiento constante, la amplitud de mira no hacen sino alimentar el deseo, hacerlo pleno, libre, al compás de ese impulso que nos acerca a lo animal y nos redime.

- De otro lado, observamos una mirada melancólica a los abuelos, al barrio, a la etapa juvenil, las lateadas ¿Te acecha la añoranza?

Una de las maravillas de la poesía es que te permite viajar en el tiempo, fusionar distintas temporalidades de manera fluida, como en el sueño. A mi edad, la infancia empieza a parecerme una etapa tan lejana que es como si le perteneciera a otra persona, y me aterra que esa niña que fui se adelgace y borre de la memoria. Tanto en Cuaderno músico como en la nueva serie poética que escribo ahora, emprendo un viaje hacia atrás para volver a instalarme en la infancia, en la adolescencia, recuperando esos momentos intensos a fin de fijarlos en el poema para que no mueran. En ese intento he vuelto a encontrarme además con esa voz desenfadada de los primeros tiempos, una voz que sintoniza con mi actitud desafiante, la de no someterse a ningún dictado establecido, ni estético ni vital, por supuesto.

- Nos paseas por Coney Island, Granada… hay toda una fusión de vivencias asociadas a geografías, autores. ¿Es una mirada nostálgica desde el papel de una poeta en su condición de inmigrante o en exilio?

Pienso en el viaje como una de las formas más elevadas de la aventura; ese alejamiento de lo familiar, ese extrañamiento, me resultan estimulantes para la escritura. Hace muchos años que vivo en Nueva York y estoy en permanente diálogo con la poesía norteamericana, y de esa tradición admiro especialmente a los poetas confesionales y a los Beatnik. De ahí por ejemplo el poema “Coney Island”, que lleva un epígrafe de Ferlinghetti. También sucedió que mientras escribía Cuaderno músico viajé un par de veces a España y hay dos poemas donde el recorrido por dos ciudades andaluzas, Granada y Sevilla, convocan la nostalgia de lo perdido –la ciudad natal, la infancia, la madre. Creo que ese es uno de los privilegios del viaje, te permite descolocarte, perderte, para recuperar zonas inesperadas de la memoria.

-Parafrasear a Dylan Thomas, Charles Baudelaire,  Shakespeare, Juan Parra del Riego, Rimbaud, Rilke, por citar algunos, ¿es una suerte de homenaje a todos estos creadores que de alguna manera han marcado tu escritura?

Recuerdo que en sus clases de Literatura de la Universidad de San Marcos, el poeta Marco Martos se refería con frecuencia a “El prado ameno de la literatura”, una frase que me parece que está tomada de Horacio. Considero maravillosa esa posibilidad que te ofrece la literatura de habitar en una especie de jardín inmenso y frondoso donde paseas rodeada de tus autores y artistas y músicos queridos, esos que vas aprendiendo a colocar como referentes fundamentales de tu obra porque sabes que su peculiar sensibilidad te es afín, que estás cercana a su mirada, a su tono, a su voz. Mi prado ameno en Cuaderno músico son también los parques juveniles de mi barrio de Lince, el Mariscal Castilla o el antiguo Bosque Matamula, que tantas veces recorrí con los amigos hablando de teatro, de poesía, de rock.