Sigo adelante con una investigación sobre la música popular de la Costa peruana hacia los orígenes del mestizaje cultural, comenta el director de El Plebeyo en la presente interviú.
El estreno del musical
"El plebeyo", dirigida por
Carlos Tolentino, en el Teatro Municipal de Lima, puesta en escena de ficción sobre
algunos pasajes de la vida de Felipe Pinglo Alva, compositor y máximo exponente
de la música popular peruana, es sin
duda, uno de los estrenos más importantes de este 2017 a punto de
culminar.
En este bello
tributo, el director nos ofrece un interesante paneo sobre aspectos relevantes de la vida del compositor Felipe Pinglo, notable figura de la música criolla. Justamente
para charlar al respecto y otros puntos sobre el quehacer teatral, entrevistamos
a Carlos Tolentino, una de las personalidades más activas y representativas del
segmento de las artes escénicas locales.
-Carlos, este 2017 tu labor como director
ha sido fructífera. Has estrenado un puñado de obras y un musical de
envergadura. En retrospectiva ¿Qué balance te deja este año a punto de
culminar?
-En efecto. Ha
sido un año exigente que me permitió reafirmar mi trabajo con la productora La
Banda SAC. Juntos estrenamos “El Plebeyo”,
un teatro musical de un formato diferente, que ya había experimentado con “Jarana” en el 2010. Espero seguir
investigando con otras experiencias similares. En ese sentido, el balance ha
sido bastante positivo.
-Este año nos sorprendiste con El Plebeyo,
un poético musical que nos trae a escena la música criolla, un género que para
ti es un motivo de reflexión permanente. ¿Por qué?
-Creo que lo que
está en crisis son las certezas y eso me favorece. Yo apuesto por un teatro
musical que toma argumentos y reflexiones que tienen que ver más con lo
nuestro, con nuestra identidad más cercana y popular. Siempre he dicho, bromeando,
que mis obras son imperfectas como todo lo que no se copia. Intento no seguir
formatos. Actualmente, por ejemplo, sigo adelante con una investigación sobre
la música popular de la Costa peruana hacia los orígenes del mestizaje
cultural y una resignificación de los movimientos sociales en Lima.
-El plebeyo es un justo tributo a Felipe
Pinglo Alva. ¿Cuál es tu percepción de Pinglo, el compositor que pese a sus
carencias económicas se entregaba a la escritura?
-Pinglo fue sin
duda un gran compositor. Poseía una visión humanista tan aguda como su llamado
de alerta a la manipulación de los políticos de entonces. Felipe Pinglo supo
canalizar su enorme sensibilidad en el momento histórico que le tocó vivir y se
entregó a la construcción de un socialismo por el que finalmente luchó. Al
final, murió de pobreza y no llegó a conocer en vida la trascendencia de sus
ideas y su obra. A través de su arte pudo tocar el alma de generaciones de
libres pensadores.
-Pinglo fue un compositor prolífico. ¿Qué
nos puedes decir sobre las composiciones que dan vida a la banda sonora de la
obra?
-La idea del
musical surgió cuando Diego Ribera me hizo escuchar su versión sinfónica de “El
Plebeyo” y vislumbramos juntos el desarrollo de una historia ficcionada en base
al origen de esta canción. La estructura dramática seguiría los avatares de una
historia de amor marcada sobre todo por las diferencias de clase. Se trazó un
itinerario no cronológico de la Lima de los años veinte en medio de agitación y
dictaduras. Attilia Boschetti se unió al equipo de creativos y diseñó una línea
narrativa donde pudimos insertar otras composiciones de Pinglo al servicio de
la trama. Esto fue posible y es importante resaltarlo, por la presencia de
Willy Terry y Julie Freundt, quienes nos asesoraron en la selección de los
valses y en la forma cómo debían ser interpretados en su transposición teatral.
-El musical nos acerca al Pinglo
político, activista, consecuente… ¿Cómo te vinculas con el Pinglo sindicalista,
con el obrero y su activismo por los derechos de los trabajadores?
-Siempre me ha
interesado la historia de nuestro periodismo y conocía casos aislados de
periodistas y sindicalistas quienes vivieron y murieron durante el gobierno de Leguía.
Los inicios del anarquismo y del socialismo fueron los que vivió Pinglo. Se
nutrió de las ideas de Haya de la Torre y de Mariátegui y trabajando como
obrero en una imprenta, donde gestó un proyecto artístico de gran sentido
social pero sobretodo de una poética inédita. No olvidemos que él no era
músico, sin embargo sus composiciones obedecen a una intuición musical muy
desarrollada. En nuestra música criolla hay aún mucha historia que descubrir y
mucho teatro por arriesgar.
-La obra parte de una historia de amor,
de un romance vetado, censurado, doloroso. ¿Por qué decides explorar sobre el
amor desde una relación fallida?
-Pienso que por
más fallida que pueda ser una relación algo nos debe enseñar. Es cierto que una
vez más son los personajes femeninos aquellos que me interesan descubrir y
profundizar. Porque son las mujeres quienes posibilitan los cambios
fundamentales en la historia de los pueblos. Lo que vivió Giannina Zucarelli
nos invita a reflexionar cómo una revolución personal es posible si encuentra
un terreno fértil donde atreverse. El amor es posible si hay obstáculos que
derribar y esto demuestra que en realidad no hay amor inútil, sino amantes
cobardes.
-Felipe Pinglo Alva, es uno de nuestros
compositores emblemáticos largamente invisibilizado por la academia. ¿A que le
atribuyes este hecho?
-Lo diferente
produce temor, y si además tiene un
origen modesto, se le trata de negar o hacerlo invisible. Nuestro país ha
tenido y tiene grandes compositores de música popular. Y no me refiero solo a
la música criolla. Conozco bastante bien de lo que se produce musicalmente en
Lima, y siguen siendo vetados por las emisoras radiales, por la Apdayc, y por una mafia -no existe
otro término – que intenta impedir que llegue a los oídos de un público
musicalmente abandonado. Tengo fe en la IMIP (Industria musical independiente
peruana), así como en el talento del compositor electro acústico Juan Arroyo, en Talía Vega vocalista del
proyecto musical Menores, entro otros.
-¿Sigues considerando que la creatividad
del director debe apostar por nuevas posibilidades en la escena?
-Definitivamente
sí. Por mi naturaleza iconoclasta desconfío de los premios y del éxito, y
privilegio siempre la “visión de mundo” que me entrega un joven director(a) que
arriesga y va más allá del trabajo edulcorado de un montaje hecho para
festivales. Apostar por lo nuevo es desafiar un sistema social y cultural que
actualmente pareciera tener puestas sus esperanzas solo en la gestión del
ministro de cultura.
Reflexiones sobre el
desarrollo del teatro local
-Una de tus apuestas teatrales es
visibilizar la dramaturgia local. ¿Cuál es tu relación con autores locales?
-Me interesa
mucho el desafío de una escritura teatral que constantemente se reinventa a sí
misma. Que no fundamente necesariamente la estructura narrativa sobre la
palabra, sino que deja espacio a una dramaturgia del cuerpo. Este año vimos
renovada la dramaturgia con obras sólidas de Celeste Viale, Gonzalo Rodríguez
Risco, Daniel Amaru Silva, por citar algunos autores ya reconocidos. Mientras
aparecen otras voces menos conocidas pero ya maduras como es el caso de Daniel
Dillon, Paola Terán, y Sebastián Eddowes.
-Carlos, un buen número de directores
jóvenes se vuelcan a los teatros a adaptar y dirigir. ¿Cómo observas esta
movida?
-Es muy válido
si sus proyectos apuntan a una continuidad. No basta presentar una sola obra en
un determinado número de semanas en un teatro. El teatro debe ser visto por el
mayor número posible de espectadores. Los jóvenes y viejos directores debemos
aprender a trabajar con gestores teatrales y con productores con visión de
nuevos mercados. Se deben crear redes que permitan apreciar nuevos directores
con nuevas propuestas de lenguaje teatral, y nuevos públicos que sepan
distinguir el valor del entretenimiento
y el valor de lo cultural.
-Nuestro teatro se desarrolla entre dos
grandes vías. La primera de ellas nos la ofrece la cartelera de los Centro
Culturales o salas como La Plaza y la segunda todo el bloque de casas o
espacios teatrales como como el Mocha, el Teatro Racional, la casa Espacio
Libre Teatro, entre otras. ¿Qué nos puedes decir sobre toda esta dinámica?
-Trato de
responder con otra pregunta: muchos de los temas e incluso tratamiento escénico
que vemos actualmente en obras de La Plaza, acaso ¿no fueron ya presentados
años atrás en salas como las de Yuyashkani o El Británico? ¿Qué estrategia de
marketing legitimizó la aceptación de
parte de un público acostumbrado al teatro de entretenimiento, al teatro entendido
como servicio social? El público que aún nos falta para apreciar el teatro y
llenar las salas aún está por conquistarse y mientras eso sucede con La Plaza
otras salas como el teatro Larco o El Julieta cierran.
-¿Cómo observas este impulso de la
dramaturgia local en nuestro país?
-Sumamente
alentador pero insuficiente ya que muchas veces es preferible dejar desierto el
premio a crear falsas expectativas y sobrevalorar los pretendidos autores.
-¿Qué nos puedes decir sobre las
temáticas que abordan nuestros dramaturgos contemporáneos?
-Es posible que
debamos dejar de mirarnos al ombligo los limeños y nos acerquemos a valorar los
dramaturgos de nuestras provincias.
-Para terminar. Qué nos puedes decir del
desarrollo teatral a lo largo de este 2017.
-No he podido
seguirlo debidamente como para dar una opinión pero considero que los elogios a
través de las redes y de las así llamadas críticas teatrales así como los
diversos premios que surgen para quedar bien entre todos, solo gratifican a los
ingenuos.