A propósito de Documentos de Barbarie (Poesía 2002-2012)
de Victoria Guerrero
Escribe: Carmen Ollé
“Me pregunto en qué
momento mi nombre fue un puñal atravesado por ocho letras/8 letras redondas con
sus vocales y sus consonantes agitadas”.
Estos son los dos primeros versos del poemario Berlín, el segundo libro de Documentos de Barbarie(Paracaídas Editores),
al que le sigue Cuadernos de Quimioterapia, ambos precedidos por una selección de Ya nadie incendia el mundo y
El mar ese oscuro porvenir, la obra
poética reunida de Victoria Guerrero Peirano.
Berlín se abre con una oración en alemán escalofriante para quienes hemos crecido en el contexto de la Guerra fría, o el enfrentamiento político e ideológico entre La Unión Soviética y los Estados Unidos y la amenaza latente de una ofensiva de una u otra parte: Achtung/Sie verlassen den kapitalistischen Sektor (Atención/ usted está abandonando el sector capitalista).
Berlín se abre con una oración en alemán escalofriante para quienes hemos crecido en el contexto de la Guerra fría, o el enfrentamiento político e ideológico entre La Unión Soviética y los Estados Unidos y la amenaza latente de una ofensiva de una u otra parte: Achtung/Sie verlassen den kapitalistischen Sektor (Atención/ usted está abandonando el sector capitalista).
Esta frase crea la atmósfera predominante de Berlín,
lleva al lector a recrear el clima inhóspito, de sumo control y vigilancia
inherente a los regímenes totalitarios del siglo XX. Un ambiente oscuro y
precario, esa es la sensación que se tenía de la vida en los países detrás de
“la cortina de hierro”, países que los peruanos no podíamos visitar. Quien haya
viajado después de derribado el Muro de Berlín,
que marcó el fin de la Unión Soviética, ha podido percibir la diferencia
entre el sector socialista, lo que quedaba de él, y el capitalista. La pobreza,
casas mustias, tierras baldías, Berlín fue una ciudad secuestrada con antiguos
cafés y calles empedradas donde la tristeza se había instalado.
La poesía es enigmática,
ella nos lleva por caminos sinuosos a parajes que la palabra es capaz de
convocar para lograr que nuestros sentidos despierten, se agiten como esas
vocales y consonantes del nombre de la poeta. Los poemas de Guerrero se cocinan en verso libre, en esta última
entrega, el verso de largo aliento la acercan más a la poética de los años
setenta en el Perú, yéndonos más atrás, a la de los barbudos beatniks, como
Ginsberg, quienes a su vez impulsaron el trabajo literario de los poetas
horazerianos, los bardos de la movida en los años setenta, con Pimental,
Verástegui, Juan Ramírez Ruiz a la cabeza.
Berlín es también un diálogo con otros textos y
poetas, con el desaparecido Juan Ramírez
Ruiz, la noticia de su muerte prematura
y trágica enterrado bajo el alias de NN: “JRR es surrealista en mí”, escribe
Guerrero. Hay frecuentes referencias a
textos de otros autores, textos que señalan a un lector implícito, que puede
reconocer la procedencia de los mismos sin dejar indiferente a quien no lo es.
Los temas se entremezclan como en una pesadilla: el hijo no esperado, el amor
que se escapa, estar y no estar en Lima, aquí/allá Lima/Berlín: “Hoy caminas
por las calles de Berlín y te asaltan terribles ataques de pánico” y de pronto
anota: “Sabes que la cortina de hierro sigue latiendo en sus corazones”.
La poesía no busca
entretener ni construye una intriga que se resolverá con el desenlace como en
las novelas. La poesía apunta hacia un mundo propio. En Cuadernos de
quimioterapia, por ejemplo, veo tres aspectos importantes: el libro objeto, en
este caso personificado por un trozo del cabello de la hermana, trasciende la
esfera de la lírica, alcanza el mundo real, se puede tocar, ver, oler;
no solo imaginar desde los sentidos. De otro lado, el papel gravitante
de la cabellera como representación de poder, de energía y, por consiguiente su
falta, es sinónimo de agotamiento, de carencia.
Y como tercer aspecto tenemos que hablar de la enfermedad
que, como ya lo había trabajado Susan Sontag, en su intenso ensayo La enfermedad
y sus metáforas, la enfermedad se percibe como una maldición, como un
castigo; es una puerta para entender nuestro destino, tan precario como
significativo, tan opaco como delirante, tan libre como prisionero de nuestras
pasiones, deseos y limitaciones. Gracias a estos niveles de significación, a
las connotaciones y referentes, la obra poética de Victoria Guerrero deja de
ser un punto en el mapa o un capítulo de la historia de Alemania en Berlín o un
símbolo de fuerza o debilidad en Cuadernos de quimioterapia, para convertirse
en un universo personal y pleno de resonancias.
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