Escribe: Raúl Lizarzaburu
Tercer filme del francés Cédric Klapisch
de la serie iniciada con Una casa de locos (L’auberge espagnole, 2002) y Las
muñecas rusas (Les poupées russes, 2005), desarrollados en Barcelona y San
Petersburgo respectivamente, todos con los mismos actores interpretando a los
mismos personajes. Pero al margen de ello, Lo mejor de nuestras vidas
(Casse-tête chinois, 2013) se puede ver independientemente de los otros dos, y
eso de por sí es una ventaja.
Luego de unos créditos iniciales en los
que se les ve más jóvenes, vemos al protagonista, ya cuarentón, y sobre quien
gira la trama principal (además conduce la historia con una narración en off):
es Daniel (Romain Duris), que se separa de su esposa inglesa Wendy (Kelly
Reilly), que tiene una pareja americana, y debe despedirse de sus dos niños,
que se van con ella a Nueva York. Pero él no se queda tranquilo, y decide
seguirla, con todo lo que ello implica: instalarse en la gran urbe, buscar un
depa y amoblarlo, conseguir un trabajo y un abogado, hacer la finta de un
matrimonio con una joven asiática a la que conoce en un accidente de auto para
obtener la residencia.
Y tanto en lo visual como en lo
narrativo, el filme pone énfasis en el cosmopolitismo y la efervescencia de NY,
con sus calles repletas de gente de todo el mundo (captado de manera espléndida
por la fotografía de Natasha Braier). Y mientras Alex trata de poner orden en
sus ideas y su vida se le aparece el espíritu de filósofos como Schopenhauer y
Hegel para darle consejos, y ponerle un componente onírico al asunto.
Al referirme a la trama principal, es
porque hay otras. Están por ejemplo la amiga lesbiana de Alex, Isabelle, que
vive con su pareja Ju (Cécile de France-Sandrine Holt), y recurre a él como
padre biológico de su hija. O Martine, la mujer que vuelve del pasado (Audrey
Tautou, guapa y más encantadora que nunca) también con dos hijos, y lo ayuda
con la novela que está escribiendo.
O la joven niñera belga, también llamada
Isabelle (Fiore Buenaventura), que despierta una súbita atracción en su tocaya.
Con todo esto, uno puede pensar que va a marearse. Pero Klapisch, además
productor y autor del guión, sabe cómo ensamblar las cosas y hacer que queden en
su lugar (de ahí el título original, Rompecabezas chino, más aparente que el
nombre con que se ve aquí). Pone el humor y los enredos en la nota justa, como
la ruta de Daniel en el mapa de Nueva York o los nervios ante el caripétreo
inspector de migraciones (Peter McRobbie). Con el toque dramático (que se da
sobre todo en el plano familiar), igual. Duris carga con el peso del filme y lo
hace bastante bien. El veterano Benoit Jacquot aparece como el padre de Alex,
que habla con él a la distancia.
En suma, Lo mejor de nuestras vidas es un
filme que no desagrada en absoluto. Además, de vez en cuando es bueno ver algún
estreno off-Hollywood en cartelera.