Autor de la novela Austin, Texas 1979, en una amena charla con Lima
en Escena
Foto: Lima en Escena
Estuvo de vacaciones por el norte del país y se dio el tiempo y paciencia
de visitar algunas ciudades como Piura, Chiclayo, Chimbote, lugares a donde
llegó en compañía del sello editorial Animal de Invierno para presentar la
segunda edición de su exitosa y segunda novela Austin, Texas 1979.
Durante este periplo, el destacado escritor y crítico Francisco Ángeles,
quien desde hace algunos años reside en Estados Unidos en donde estudia un
doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Pennsylvania, tuvo la
ocasión de departir con los jóvenes y adultos mayores de estas ciudades. Un
público interesado en nuestra literatura actual, una gran comunidad desatendida por los sellos editoriales convencionales, pero al mismo tiempo "potenciales lectores a quienes se les debe tomar en
cuenta", según el autor de una de las novelas más importantes del 2014. Sobre este y otros temas charlamos
con el autor en la presente entrevista.
-Francisco, conversemos sobre el tema erótico de tu novela Austin, Texas
1979, un tema del cual no se ha ahondado mucho y me parece importante destacar
también porque lo abordas de manera cruda y animal, incluso hablas de los
“polvazos”. Me recuerda a este personaje "Paul Vazo" de una película
de Almodóvar…
-(Risas) Sí, recuerdo a "Paul Vazo", pero era un actor porno ¿no?
-Sí. Pero volviendo al tema. ¿Cómo surge esta necesidad por escribir sobre
sexo de una manera brutal?
-No tanto por ganas de escribir sobre sexo, sino por la decisión de
escribir sobre temas reales. No reales en el sentido de que necesariamente me
hayan ocurrido a mí, sino con el objetivo de quitarles la perspectiva literaria
del medio. Es decir, olvidarme de la literatura que he leído sobre un tema y escribir
sobre él tal como lo conozco. Entonces me imaginaba momentos de gran deseo
sexual, que todos hemos sentido por una o muchas personas a lo largo de nuestra
vida…
-Deseos crudos. Aquí no se da paso al romanticismo en absoluto lo cual no
me parece mal, es más, no he leído a un autor local tocar este tema en ese
registro…
-No, no hay romanticismo, para nada. Lo que hay es una arrechura intensa,
pero que también tiene su proceso. No es que la pareja se conoce y de inmediato
se van a la cama. Eso es lo que quise hacer: no un sexo romántico, pero tampoco
un sexo tipo literatura maldita, donde la sexualidad está vinculada a la noche,
la violencia o la promiscuidad extrema. Ni una ni otra, que son como dos
maneras opuestas de mitificar la relación sexual y por eso no me interesan
mucho como materia narrativa. En mi novela lo que hay es arrechura sin amor y
sin malditismo. Por eso, en las dos historias, la del profesor y su alumna, y
la del escritor y la hija del psiquiatra, se pasa por un proceso de reconocimiento.
Cuando eso ocurre todo se consuma en un "Paul Vazo", como en la
película de Almodóvar que recordabas hace un rato.
-Hay como una mirada medio porno en el aspecto sexual referido al escritor
¿no?
-No sé si porno. Creo que simplemente es una descripción de sexo explícito
sin amor. Me parece necesario darle visibilidad a un sexo no amoroso que, como
decía arriba, tampoco pase por el malditismo. O sea, ni idealismos romanticones
ni sexo vinculado a la juerga, las drogas y el rock and roll. Nada de eso. La
pareja de mi novela siente un fuerte deseo sexual el uno por el otro. Un deseo
sexual intenso, que creo es un tipo de relación muy importante en la vida de la
gente.
-Perfecto. Quedó claro este tema de lo sexual en tu novela. Ahora pasemos a esta interesante iniciativa de Animal de Invierno, tu sello
editorial, con quien hiciste un periplo por algunas ciudades de norte del país
y poder al mismo tiempo acceder a públicos impensables…
-Sí, en estas visitas hemos llegado a públicos muy distintos entre sí. Las
presentaciones del libro en ciudades del norte convocaron gente de todo tipo,
desde adolescentes hasta jubilados interesados en temas específicos de la
novela. Sobre todo lo político. Hay una parte de la novela donde se menciona a
Luis de la Puente Uceda, lo que llamó la atención de las personas mayores, que
recuerdan bien las guerrillas de los sesenta. Por otro lado estaba la gente de
menos de 20 años interesados en el libro…
-¿Los pulpines del norte…?
-Post pulpines, diría yo. Chicos de 17 o 19 años. Es una generación post
Marca Perú a la que le tengo mucha fe. Pero en general, como decía, la
experiencia por el norte fue muy buena porque tomé contacto con públicos
diversos. Gente a la que le gusta leer y están con Borges, García Márquez,
escritores así. Es decir, gente interesada en literatura, pero que no
necesariamente saben en detalle qué ha pasado en nuestro país en los últimos
diez años. Creo que ese es el público a conquistar.
-Este público está totalmente desatendido, tanto por los sellos como por los autores quienes consideran que Lima es sinónimo de Perú, ¿no te parece?
-Claro, ese es el público al que me interesa llegar como autor. Creo que no
es tan difícil acceder a ellos. Si uno recuerda cómo progresivamente se han
introducido en el país las cadenas de cine, de comida rápida y los malls, negocios
que primero incursionaron en Lima y después lo hicieron en provincias, no hay
que ser vidente para apostar que igual sucederá con las editoriales
independientes, al menos si somos capaces de llevarles los libros adecuados y
presentarlos de la manera adecuada. Por otro lado, para mí estas presentaciones
no han sido un trabajo, ya que me gusta viajar por el Perú. Cada vez que puedo
lo hago. Así he observado los cambios experimentados en diferentes ciudades del
país.
-¿Cómo observas estos cambios?
-Los procesos por los que pasan las ciudades son siempre muy ricos como
materia de análisis. A Chiclayo, por ejemplo, no iba hace quince años. Y en
esta última visita descubrí otra ciudad, muy diferente de la que recordaba. Lo
mismo me sucedió en Piura, donde había estado hace solo cinco años, pero igual
está muy diferente. Todo cambia cada vez más rápido. Definitivamente en estas
ciudades hay un público al cual debemos llegar…
-Las labores literarias se centran en Lima, particularmente las
presentaciones de libros, los coloquios, en fin. ¿Esto debería cambiar no?
-Ese es un gran tema. Las literatura nacionales, desde mi punto de vista,
existen al menos como un espacio de circulación. Eso me parece bastante
indiscutible. Si bien los libros de algunos autores peruanos pueden publicarse
o venderse en varios países hispanohablantes o incluso llegar en traducciones a
otros lugares del mundo, para la inmensa mayoría de escritores peruanos su
público objetivo está en altísima medida dentro de Perú. No necesariamente por
temática ni por afinidad ni por patriotismo, sino porque así está segmentado el
mercado. O sea, también venden Inca Kola en Estados Unidos, pero eso no
significa que haya conquistado el mercado internacional. Ni siquiera que tenga
una presencia mediana en ese país en específico. Para nada. La distancia entre
ambas cosas es muy grande. Por eso, quizás con una o dos excepciones, la gran
mayoría de libros peruanos publicados tanto en sellos independientes como en
transnacionales serán comprados por lectores que también son peruanos. Eso es
así incluso si públicas en el extranjero o si ganas un premio internacional,
dos cosas que en algunos casos sirven sobre todo para producir la ilusión de
que alguien alcanzó éxito afuera para que, aunque parezca contradictorio, eso
le ayude a conseguirlo adentro. Hay casos distintos, por supuesto, como el
Herralde que ganó Alonso Cueto con La hora azul, por ejemplo. Pero son
excepciones. Por todo eso me parece absurdo dejar de lado la gran comunidad de
potenciales lectores existentes en otras ciudades para concentrarnos solo en
Lima.
-Después de las presentaciones de tu libro en Piura, Chiclayo, Trujillo y
Chimbote. ¿Qué percepción tienes sobre el público que se mostró interesado en
tu novela?
-Me gustó la movida que encontré en el norte. Me dejó muy optimista. A la
contra de lo que piensa mucha gente, yo creo que la literatura peruana
contemporánea pasa por un muy buen momento y que existe un especial interés por
parte de los jóvenes. Lo que pasa es que se tiende a pensar que en la
actualidad no hay interés en la literatura porque espacios frívolos como Esto
Es Guerra y todos esos programas han acaparado la atención del público, pero a
mí me parece que esa no es una lectura correcta de lo que está pasando. Siempre
hubo farándula y periodismo amarillo. Recuerda los ochenta. Estaban Ferrando y
Risas y Salsa, después estuvieron Magali, Laura Bozzo y los Cómicos Ambulantes,
ahora están Peluchín y Esto es Guerra. No veo nada nuevo.
El origen de la
confusión es que, al mismo tiempo que aparecen programas de los llamados
“basura”, se han ido perdiendo espacios dedicados a la cultura dentro de la
prensa tradicional. Pero creo que ese carencia ha sido muy bien cubierta por
publicaciones digitales como Letra Capital, Lee Por Gusto, El Buen Librero,
Lima en Escena, o revistas como Buen Salvaje, que ha tenido un éxito
impresionante. Eso no solo pasa en Lima. En Chiclayo, por ejemplo, está el
colectivo de la Agenda Cix, impulsado por Matilde Granados y Juan José Soto,
quienes desarrollan una excelente labor de difusión cultural. Lo mismo en
Chimbote, donde está La Resistencia de Augusto Rubio y Richard Ibarra. Y así
podría seguir. Pero hay que articular estos mercados.
-Cambiando de tema. Hace poco un autor dijo que la literatura peruana y en
general la latinoamericana está de regular para abajo. ¿Qué opinas al respecto?
-Bueno, creo que puede entenderse como una verdad manipulada…
-Me parece absurdo esta afirmación cuando hemos tenido interesantes
publicaciones como Ella, El Bosque tiene tu nombre, La sangre de la aurora,
Austin Texas…
-Creo que es una verdad manipulada porque si tú consideras que de toda la
historia de la literatura solo vale la pena leer a Shakespeare, Cervantes,
Dostoievski y Kafka, y que si eres buena gente aceptas meter de contrabando a
Proust y Faulkner, pues probablemente estás en lo cierto y la literatura
peruana o latinoamericana actual está de regular para abajo.
Lo mismo podría
decirse de cualquier otra literatura. Hay gente que cree que si no eres un
clásico de la historia universal no vales nada. O escribes al nivel de Borges o
no sirves para nada. En fin, me parece que esas son posiciones respetables,
pero el problema es que si de cualquier actividad humana decimos que los únicos
buenos son los tres mejores de la historia nos cargamos toda la poesía, todo el
cine, toda la música, toda la arquitectura y toda la filosofía producida en la
historia y de esa manera caemos en un relativismo casi absoluto…
-A propósito de los autores de las últimas generaciones. ¿Cómo observas toda esta actual producción
literaria en el país?
-Estoy al tanto de lo que ocurre, lo cual no significa que haya leído todo
lo que me hubiera gustado. Me parece que las editoriales y la prensa cultural
están haciendo un buen trabajo. La estructura, por lo tanto, está muy bien. Es
decir, todo este aparato que sostiene y difunde el trabajo de autores y
editoriales está muy bien, mucho mejor que antes, sin importar que se haya
perdido espacio en la prensa tradicional. Creo que a pesar de esa perdida,
estamos mucho mejor.
Ahora, el nivel de los libros es una discusión diferente,
pero creo que en eso también estamos mejor. Y en la medida en que la estructura
siga funcionando, la producción seguirá aumentando su nivel. Finalmente, aunque
muchos no estén de acuerdo, reafirmo algo que he dicho más de una vez: que mi
generación puede ser la mejor generación de la literatura peruana. No somos tan
jóvenes, es cierto, pero todavía no tenemos ni cuarenta. Que nos juzguen en
diez años. La mayoría tenemos por ahora solo dos o tres libros, así que queda
mucho por delante. En diez años acepto ir al paredón. Todavía no.