Directora del Fondo de Cultura
Económica en Perú, diplomática, creadora de performances y narradora mexicana
nos habla sobre algunos estrenos de la cartelera local
Escribe:
Gabriela Olivo de Alba
Había leído la
reseña del trabajo de Yuyachkani en el texto Escenarios Liminales: donde se
cruzan el arte y la vida de Ileana Diéguez. Me había conmovido escuchar a
Ileana, de viva voz, durante sus cursos en el Instituto de Investigaciones
Estéticas en la UNAM, describir su experiencia en Perú y el acercamiento a las
propuestas escénicas de este colectivo, narrar los testimonios de Miguel, Ana,
Teresa, Débora, Rebeca.
La vida me trajo
a Lima, por motivos editoriales que absorbieron mi atención los primeros meses.
Tardé por ello en asistir al teatro. La primera experiencia fue con Ausentes, ese espléndido montaje sobre
el conflicto minero, producido por la PUCP, montaje presentado en Jirón Cuzco
446 en Lima Centro; la segunda en Magdalena del Mar, en la casona de Tacna 363,
con los Yuyachkani para la puesta en escena “Sin
título, técnica mixta”.
Lo que ahí
ocurrió me trasladó anímicamente a las vivencias más tempranas de ritualidad,
misticismo y teatralidad propios de las celebraciones patronales en el pueblo
de mi abuela materna, San Juan de los Lagos, a los más recientes episodios de
desapariciones violentas ocurridos en México, mi país.
¿Será que como
sugiere Ileana Diéguez que “la acción
escénica como escritura en el espacio, (…) se nutre de las contaminaciones
artísticas y expone un material fragmentado que los espectadores deberán
editar”, y la edición que yo hice
fue descorrer la veladura de las escenas de violencia en Perú, para enfrentar
la de la violencia ejercida casi como “segunda naturaleza” en mi territorio
original?
Siempre con la
guía y el acompañamiento de mi querida Rosana López Cubas, asistí al Teatro
Británico, en Miraflores, a ver INO MOXO
del grupo Íntegro, experiencia que viví como un acto de iniciación al
territorio para mí inexplorado de la Amazonía peruana, y que a su vez me hizo
recordar – por su poder hipnótico- los cantos de arrullo que hace casi una
década escuché cantar a una joven yanomami, en la Amazonía venezolana, cerca
del Orinoco.
La más reciente
“escapada al teatro” tuvo lugar el viernes pasado. Fue en el Centro Cultural de
la Universidad del Pacífico. “Un caballo
se lamenta”, espectáculo sobre canciones y poemas de Brecht, dirigido por
Miguel Rubio, con la interpretación de Teresa Ralli y Pepe Bárcenas al piano,
me descolocó. Desde mi butaca, perdí el decoro y la compostura.
La Ralli, su
extraordinario abanico de posibilidades estéticas, aunado a su capacidad de
explorar los registros corporales y anímicos más recónditos y su incuestionable
dominio escénico, hizo de mi lo que quiso. Me dejé llevar y descubrí que la
esencia de los postulados brechtianos sólo cumple a cabalidad su propósito con
creadores comprometidos de la talla de figuras como Teresa Ralli, Pepe Bárcenas
y Miguel Rubio.
Amerita un
capítulo aparte, la reflexión sobre mi acercamiento a la gente del El galpón
Espacio, que me permitió ver el resultado del taller que Guillermo Gómez-Peña y
La Pocha Nostra, ofrecieron a performes del Perú, los dioramas vivientes que
realizaron en la librería Blanca Varela para recordar al Inca Garcilaso, al
Manco de Lepanto y al Cisne de Avon.
Mañana en la
noche me enrumbaré a Pueblo Libre, con la Tropa Mezcalera, para ver en El
Galpón "Memorias de Agua"…Agradezco a la vida haberme traído al Perú.
Sobre Gabriela
Olivo de Alba
Diplomática,
creadora de performances y narradora mexicana. Estudió Literatura Dramática y
Teatro, en la UNAM. Es maestra en Historia del Arte, por la misma universidad y
magister en Historia del Arte por la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Agregada cultural de México en Venezuela en dos periodos: primero de 1995 a
2002 y posteriormente de 2008 a 2014. En mayo de 2015 fue nombrada directora
gerente general en la Filial Perú del Fondo de Cultura Económica.