sábado, 31 de diciembre de 2016

Un asesino serial que nos quitamos de encima



Las “obras” del 2016 y su abuela desalmada




Escrito por Diego La Hoz

El teatro como categoría ha quedado desplazado por las nuevas teatralidades, dice Patrice Pavis. Ahora los territorios del teatro son transitorios, emergentes, líquidos y más que nunca divergentes. Interpelados por un espectador que busca desaparecer para convertirse en el protagonista del hecho teatral.  No nos engañemos.

 El teatro no le importa a nadie más que a la gente del teatro. Es fundamental poner en relieve esta evidente problemática de las artes escénicas de aquí y ahora. Por lo pronto del Perú. Desarrollar estrategias conjuntas de transformación y profundización con las esferas del poder programático pero también con los colectivos disidentes. De lo contrario, el futuro seguirá siendo incierto. 

Mientras sigamos sentados alrededor de una mesa discutiendo por qué tal o cual recibió financiamiento o cuáles son los artistas relevantes según El Comercio, solo seremos testigos del brutal espectáculo de la aniquilación del teatro por el teatro mismo. Lo contradictorio del asunto es que en la realidad, sin estos mecanismos de control modernos, el creador escénico parecería estar condenado a morir de hambre o al fracaso. O en el mejor de los casos a la marginalidad más chicha.



El 2016 ha sido un año complejo para el teatro peruano. Se nota la decantación y la urgencia de tejidos más vivos. Más nuestros. Hay un espectador interesado y otro desorientado. Ninguno suficiente para llenar las salas. Sin embargo, la oferta sigue creciendo. Se diversifica en escenarios que se expanden sin mucho criterio. A veces, incluso, se enajena con sus propias fórmulas de éxito que más responden a una moda que a una construcción política. 

Cuando me refiero a “política” no hablo de teatro político, que sería una categoría, sino más bien de ese espacio crítico que se desprende de la propia naturaleza del teatro. Por eso, el registro es importante. Pero más importante aún la reflexión del acontecimiento. Recordemos que la historia del teatro es la historia del teatro perdido.

Mariana De Althaus hace unos días publicó una columna llamada Las diez mejores “obras” teatrales del 2016. Y remarcó obras refiriéndose no a puestas en escena en sí mismas, sino a hechos relevantes que construyen –y constituyen- nuestros teatros. Una interesante mirada que nos ayuda a desmitificar que el teatro no es solo un montaje para ver. Detrás, debajo y por encima hay políticas culturales, trabajo en equipo y un poco más que buenas intenciones. Sin embargo, el centralismo es un grave (gravísimo) problema del que nos cuesta mucho salir. A todos. Es por eso que, en homenaje a su buena pluma, quiero sumar otra decena de buenas “obras” que nos ayuden a ¿completar? está saludable mirada del año que parte con sabor amargo.


1.- Se aprobó La Ley de Promoción de Puntos de Cultura. Un histórico acontecimiento que permitirá incorporar las artes y la cultura en el centro de las políticas de desarrollo de nuestro país.

2.- La incansable Casa de la Literatura Peruana inauguró la primera exposición de teatro infantil llamada Unos señores que parecen de verdad pero son de mentira. La muestra ofreció durante cuatro meses -mediante afiches, fotografías, videos y objetos- un panorama del teatro para niños en el Perú del siglo XX. El curador fue el historiador de arte Daniel Contreras.

3.- Se creó el Conservatorio de Formación en Artes Escénicas de la Universidad La Salle de Arequipa. La Ciudad Blanca cuenta por vez primera con un centro de formación profesional que tiene particular interés en la investigación y en la preservación de la memoria del teatro peruano. La dirección está a cargo de Carlos Vargas Salgado. Por otro lado, se tituló la primera promoción con especialidad en artes escénicas de la Escuela Superior de Formación Artística “Francisco Laso” de Tacna. Espero de corazón que los buenos vientos acompañen estas iniciativas y no mueran en el intento por la mala burocracia.

4.- La Universidad Privada Antenor Orrego de Trujillo (UPAO) ha construido, y está próximo a ser inaugurado, el Gran Teatro “Víctor Raúl Lozano Ibáñez”. El más grande del norte del país y probablemente el segundo mejor equipado después del Gran Teatro Nacional.

5.- Siguiendo la tradición del inquieto teatro independiente se abrieron importantes casas para el teatro autogestivo y antiproduccionista. Este año le damos la bienvenida al Centro Cultural Molinos de Viento (San Juan de Miraflores), La Cajita (Independencia), Casa Perejil (Pueblo Libre), La Casa Teatro (Miraflores), Casa Arrisueño (La Victoria), Cuarta Maraña (Cercado) y La Salita Victoria (Comas). Más allá de Lima, saludamos a La Casa Laramamango (Tacna), Casa Teatro Cussia (Chiclayo), Sala Ave Fénix (Ayacucho) y Casa Activa (Piura).

6.- No hay teatro menor. Esto quedó demostrado en la etapa nacional del Festival Escolar de Teatro “Túpac Amaru” que este año organizó el grupo Metáfora y el Colegio San Agustín de Jauja. Diez centros educativos secundarios de todo el país se reunieron en la primera capital del Perú: Santa Fe de Hatun Xauxa. El tercer puesto lo obtuvo el Colegio Leonado Da Vinci de Ayacucho, el segundo el emblemático Colegio de Mujeres Edelmira Del Pando de Ate y el primer lugar el Colegio San Agustín de Iquitos. Algunos de los integrantes del elenco de este último ya se están organizando como nuevo grupo teatral a la cabeza de Óscar Ramírez Fartolino. Un semillero que muy pronto veremos en nuestros escenarios nacionales.

7.- Si bien, este año no he registrado publicaciones (libros) de teatro peruano, es interesante apuntar la labor de las librerías por poner en vitrina variados libros sobre el teatro del mundo que en años anteriores no he observado. Inclusive secciones de libros usados de alto nivel histórico. Las frecuentes son La Libre en Barranco, El Virrey e Inestable en Miraflores, Communitas y Sur en San Isidro. Como dato interesante quiero contarles que en breve tendremos la primera publicación póstuma de la última obra de Sara Joffré llamada Bagua: Ni Grande Ni Chica. También es clave anotar las publicaciones digitales que están haciendo una labor inconmensurable. Este año Teatro Club le creó dos anexos a su conocida plataforma: Los Dramaturgos (Primera Biblioteca Virtual de Teatro Peruano) y Los Columnistas. Además de des-centralizar sus notas con corresponsales nacionales.

8.- El Segundo Congreso Internacional de Saberes Escénicos que organizó la AIBAL, la ENSAD y La Facultad de Letras de la UNMSM convocó importantes pensadores del quehacer teatral mundial como Patrice Pavis, Jorge Dubatti, Nora Lía Sormani, Calos Dimeo, Gail Bulman, José Manuel Lázaro y Ernesto Ráez. Por otro lado, el Festival Sala de Parto nos regaló la presencia de Sergi Belbel, Claudio Tolcachir, Paul Heritage y Sergi López. En fin, son varios más. Lo cierto es que ha sido un año de ilustres visitas e intercambios de gran relevancia.

9.- Un premio que debemos resaltar y que se instauró este año en el Concurso Nacional Nueva Dramaturgia del MINCUL es el Premio Especial Teatro para la Memoria que distinguió a Jorge Antonio Bazalar y su obra “Desaparecidos”. En esta línea se lanzó el programa Teatro y Memoria como primer curso de especialización en dramaturgia y teatro político organizado por el Goethe-Institut y el Centro Cultural de la Universidad del Pacífico. Mención especial por los cuarenta años del Grupo Barricada de Huancayo quienes promueven “un teatro por la memoria” a través de foros, encuentros y obras de teatro.

10.- El circo debe ser una de las disciplinas que mejor ha convivido con el teatro este año. No solo hemos visto bellísimos espectáculos sino que los hemos apreciado en espacios convencionales o mejor dicho pensados para el teatro y la danza. Es interesante observarlo como un fenómeno producto de varios años de experimentación y convergencia. Sin duda, notamos la presencia de proyectos como Agárrate Catalina, La Tropa del Eclipse, La Compañía de Teatro Físico, Tránsito y obviamente La Tarumba. Colectivos que además se retroalimentan. Esta comunión de disciplinas también ha sido atravesada por lo testimonial. “El día que cargué a mi madre” de Paloma Carpio es un buen ejemplo.


Cabe resaltar que el mecanismo-escénico-testimonial ha servido como contenedor para creadores/creadoras que han encontrado la necesidad de movilizar el pensamiento integrador de las comunidades minoritarias y vulnerables. “Cuando seamos libres” de Carolina Silva Santisteban consiguió financiamiento para girar por diferentes ciudades peruanas y completar la idea del testimonio que busca el abrazo entre lxs protagonistas de la comunidad LGTBIQ.

Estos diez puntos solo pretender sumar al panorama del hacer teatral de este país tan ancho y tan ajeno. Sin duda, estamos creciendo. Pero siguen siendo las iniciativas privadas e independientes las que conforman este escenario. Ojalá no nos mate el centralismo o la inanición. Ojalá sigamos dando testimonio de aquello que nos moviliza como creadores. Ojalá sepamos responder a la fantasía del progreso con espíritu libertario y celeridad. Ojalá no sea demasiado tarde. A casa. Siempre a casa.