Las “obras” del 2016 y su
abuela desalmada
Escrito por Diego La Hoz
El teatro como categoría ha
quedado desplazado por las nuevas teatralidades, dice Patrice Pavis. Ahora los
territorios del teatro son transitorios, emergentes, líquidos y más que nunca
divergentes. Interpelados por un espectador que busca desaparecer para
convertirse en el protagonista del hecho teatral. No nos engañemos.
El teatro no le importa a
nadie más que a la gente del teatro. Es fundamental poner en relieve esta
evidente problemática de las artes escénicas de aquí y ahora. Por lo pronto del
Perú. Desarrollar estrategias conjuntas de transformación y profundización con
las esferas del poder programático pero también con los colectivos disidentes.
De lo contrario, el futuro seguirá siendo incierto.
Mientras sigamos sentados
alrededor de una mesa discutiendo por qué tal o cual recibió financiamiento o
cuáles son los artistas relevantes según El Comercio, solo seremos testigos del
brutal espectáculo de la aniquilación del teatro por el teatro mismo. Lo
contradictorio del asunto es que en la realidad, sin estos mecanismos de
control modernos, el creador escénico parecería estar condenado a morir de
hambre o al fracaso. O en el mejor de los casos a la marginalidad más chicha.
El 2016 ha sido un año complejo
para el teatro peruano. Se nota la decantación y la urgencia de tejidos más
vivos. Más nuestros. Hay un espectador interesado y otro desorientado. Ninguno
suficiente para llenar las salas. Sin embargo, la oferta sigue creciendo. Se
diversifica en escenarios que se expanden sin mucho criterio. A veces, incluso,
se enajena con sus propias fórmulas de éxito que más responden a una moda que a
una construcción política.
Cuando me refiero a “política” no hablo de teatro
político, que sería una categoría, sino más bien de ese espacio crítico que se
desprende de la propia naturaleza del teatro. Por eso, el registro es
importante. Pero más importante aún la reflexión del acontecimiento. Recordemos
que la historia del teatro es la historia del teatro perdido.
Mariana De Althaus hace unos
días publicó una columna llamada Las diez mejores “obras” teatrales del 2016. Y
remarcó obras refiriéndose no a puestas en escena en sí mismas, sino a hechos
relevantes que construyen –y constituyen- nuestros teatros. Una interesante
mirada que nos ayuda a desmitificar que el teatro no es solo un montaje para
ver. Detrás, debajo y por encima hay políticas culturales, trabajo en equipo y
un poco más que buenas intenciones. Sin embargo, el centralismo es un grave
(gravísimo) problema del que nos cuesta mucho salir. A todos. Es por eso que,
en homenaje a su buena pluma, quiero sumar otra decena de buenas “obras” que
nos ayuden a ¿completar? está saludable mirada del año que parte con sabor
amargo.
1.- Se aprobó La Ley de
Promoción de Puntos de Cultura. Un histórico acontecimiento que permitirá
incorporar las artes y la cultura en el centro de las políticas de desarrollo
de nuestro país.
2.- La incansable Casa de la
Literatura Peruana inauguró la primera exposición de teatro infantil llamada Unos señores que parecen de verdad pero son
de mentira. La muestra ofreció durante cuatro meses -mediante afiches,
fotografías, videos y objetos- un panorama del teatro para niños en el Perú del
siglo XX. El curador fue el historiador de arte Daniel Contreras.
3.- Se creó el Conservatorio de
Formación en Artes Escénicas de la Universidad La Salle de Arequipa. La Ciudad
Blanca cuenta por vez primera con un centro de formación profesional que tiene
particular interés en la investigación y en la preservación de la memoria del
teatro peruano. La dirección está a cargo de Carlos Vargas Salgado. Por otro
lado, se tituló la primera promoción con especialidad en artes escénicas de la
Escuela Superior de Formación Artística “Francisco Laso” de Tacna. Espero de
corazón que los buenos vientos acompañen estas iniciativas y no mueran en el
intento por la mala burocracia.
4.- La Universidad Privada
Antenor Orrego de Trujillo (UPAO) ha construido, y está próximo a ser
inaugurado, el Gran Teatro “Víctor Raúl Lozano Ibáñez”. El más grande del norte
del país y probablemente el segundo mejor equipado después del Gran Teatro
Nacional.
5.- Siguiendo la tradición del
inquieto teatro independiente se abrieron importantes casas para el teatro
autogestivo y antiproduccionista. Este año le damos la bienvenida al Centro
Cultural Molinos de Viento (San Juan de Miraflores), La Cajita (Independencia),
Casa Perejil (Pueblo Libre), La Casa Teatro (Miraflores), Casa Arrisueño (La
Victoria), Cuarta Maraña (Cercado) y La Salita Victoria (Comas). Más allá de
Lima, saludamos a La Casa Laramamango (Tacna), Casa Teatro Cussia (Chiclayo),
Sala Ave Fénix (Ayacucho) y Casa Activa (Piura).
6.- No hay teatro menor. Esto
quedó demostrado en la etapa nacional del Festival Escolar de Teatro “Túpac
Amaru” que este año organizó el grupo Metáfora y el Colegio San Agustín de
Jauja. Diez centros educativos secundarios de todo el país se reunieron en la
primera capital del Perú: Santa Fe de Hatun Xauxa. El tercer puesto lo obtuvo
el Colegio Leonado Da Vinci de Ayacucho, el segundo el emblemático Colegio de
Mujeres Edelmira Del Pando de Ate y el primer lugar el Colegio San Agustín de
Iquitos. Algunos de los integrantes del elenco de este último ya se están
organizando como nuevo grupo teatral a la cabeza de Óscar Ramírez Fartolino. Un
semillero que muy pronto veremos en nuestros escenarios nacionales.
7.- Si bien, este año no he
registrado publicaciones (libros) de teatro peruano, es interesante apuntar la
labor de las librerías por poner en vitrina variados libros sobre el teatro del
mundo que en años anteriores no he observado. Inclusive secciones de libros
usados de alto nivel histórico. Las frecuentes son La Libre en Barranco, El
Virrey e Inestable en Miraflores, Communitas y Sur en San Isidro. Como dato
interesante quiero contarles que en breve tendremos la primera publicación
póstuma de la última obra de Sara Joffré llamada Bagua: Ni Grande Ni Chica.
También es clave anotar las publicaciones digitales que están haciendo una
labor inconmensurable. Este año Teatro Club le creó dos anexos a su conocida
plataforma: Los Dramaturgos (Primera Biblioteca Virtual de Teatro Peruano) y
Los Columnistas. Además de des-centralizar sus notas con corresponsales
nacionales.
8.- El Segundo Congreso
Internacional de Saberes Escénicos que organizó la AIBAL, la ENSAD y La
Facultad de Letras de la UNMSM convocó importantes pensadores del quehacer
teatral mundial como Patrice Pavis, Jorge Dubatti, Nora Lía Sormani, Calos
Dimeo, Gail Bulman, José Manuel Lázaro y Ernesto Ráez. Por otro lado, el
Festival Sala de Parto nos regaló la presencia de Sergi Belbel, Claudio Tolcachir,
Paul Heritage y Sergi López. En fin, son varios más. Lo cierto es que ha sido
un año de ilustres visitas e intercambios de gran relevancia.
9.- Un premio que debemos
resaltar y que se instauró este año en el Concurso Nacional Nueva Dramaturgia
del MINCUL es el Premio Especial Teatro para la Memoria que distinguió a Jorge
Antonio Bazalar y su obra “Desaparecidos”. En esta línea se lanzó el programa
Teatro y Memoria como primer curso de especialización en dramaturgia y teatro
político organizado por el Goethe-Institut y el Centro Cultural de la
Universidad del Pacífico. Mención especial por los cuarenta años del Grupo
Barricada de Huancayo quienes promueven “un teatro por la memoria” a través de
foros, encuentros y obras de teatro.
10.- El circo debe ser una de
las disciplinas que mejor ha convivido con el teatro este año. No solo hemos
visto bellísimos espectáculos sino que los hemos apreciado en espacios
convencionales o mejor dicho pensados para el teatro y la danza. Es interesante
observarlo como un fenómeno producto de varios años de experimentación y
convergencia. Sin duda, notamos la presencia de proyectos como Agárrate
Catalina, La Tropa del Eclipse, La Compañía de Teatro Físico, Tránsito y
obviamente La Tarumba. Colectivos que además se retroalimentan. Esta comunión
de disciplinas también ha sido atravesada por lo testimonial. “El día que cargué a mi madre” de Paloma Carpio
es un buen ejemplo.
Cabe resaltar que el
mecanismo-escénico-testimonial ha servido como contenedor para creadores/creadoras
que han encontrado la necesidad de movilizar el pensamiento integrador de las
comunidades minoritarias y vulnerables. “Cuando
seamos libres” de Carolina Silva Santisteban consiguió financiamiento para
girar por diferentes ciudades peruanas y completar la idea del testimonio que
busca el abrazo entre lxs protagonistas de la comunidad LGTBIQ.
Estos diez puntos solo
pretender sumar al panorama del hacer teatral de este país tan ancho y tan
ajeno. Sin duda, estamos creciendo. Pero siguen siendo las iniciativas privadas
e independientes las que conforman este escenario. Ojalá no nos mate el
centralismo o la inanición. Ojalá sigamos dando testimonio de aquello que nos
moviliza como creadores. Ojalá sepamos responder a la fantasía del progreso con
espíritu libertario y celeridad. Ojalá no sea demasiado tarde. A casa. Siempre
a casa.