Escribe: Raúl Lizarzaburu
Oriundo de Suecia, Lasse Hallström (Estocolmo, 1946) hizo solo sus dos primeros largos en su país, uno de ellos Abba-El Gran Show, visto comercialmente en nuestro medio, sobre la gira australiana del exitoso cuarteto. Desarrollaría su carrera posterior básicamente en Norteamérica, donde hizo trabajos interesantes como A quién ama Gilbert Grape, Las reglas de la vida, Atando cabos o Un amor, dos destinos. Para el filme que comentamos, a estrenarse en Lima como Un amor imposible, título que no ayuda mucho (el original es Salmon Fishing in the Yemen), Hallström por primera vez se muda a Inglaterra.
El guión se basa en una novela de Paul Torday, pero el encargado de adaptarlo es el irregular Simon Beaufoy, autor de The Full Monty y de 127 horas, pero también de la detestable Quién quiere ser millonario, lo cual hacía sembrar dudas, afortunadamente infundadas. Primero vemos al doctor Alfred Jones (Ewan McGregor), un científico especializado en vida acuática que recibe una propuesta, en apariencia descabellada, del gobierno británico a través del primer ministro yemení, el jeque Muhammed (el egipcio Amr Waked, con un aire a Ben Kingsley), con los millones suficientes para llevar miles de salmones de Escocia a un río que habrá que llenar de agua en el seco Yemen para hacer posible su pesca (por ahí alguien pregunta “por qué no invierte su dinero comprando un equipo de fútbol”). Alfred se muestra escéptico hasta que es convencido por su guapa colega Harriet Chetwode-Talbot (Emily Blunt) y se mete en el proyecto, a cuya viabilidad se suma la oposición de muchos de los habitantes de ese país árabe pegado a sus costumbres ancestrales y convulsionado políticamente, que ven en la empresa un asunto meramente occidental y ajeno a su pueblo.
A ver, a ver. Tenemos un filme con elementos de comedia, tanto en base a gags (Alfred dándose de cara con una puerta) como romántica (la química que hacen los dos protagonistas en su viaje a Medio Oriente). De melodrama, en el infierno que cada cual vive en su respectiva relación: él en su matrimonio, sobre todo cuando su esposa (Rachael Stirling) se va a trabajar a Ginebra sin previo aviso; mientras el novio de ella (Tom Mison) es enviado a combatir a Afganistán. Y hasta de tinte político un tanto burlón, sobre todo en el perfil de Patricia Maxwell, la inescrupulosa jefa de prensa del primer ministro (excelente Kristin Scott-Thomas; se dice que el personaje fue pensado inicialmente para un actor), y recursos fílmicos como el crimen que es evitado lanzando la caña de pescar. Incluso los peces fuera del agua o los salmones nadando contra la corriente pueden tomarse como una alegoría.
Y aunque parezca increíble, Hallström hace que esta mixtura funcione. Para empezar, los actores están bien, como es habitual en los trabajos de este director, y la pareja protagónica se complementa debidamente. La fotografía de Terry Spacey explota el paisaje de Marruecos, donde fue filmada, sin llegar al abuso. Por ahí se podría cuestionar el acto de sabotaje o lo previsible de algunos giros de la trama, pero no son pecados graves. Un amor imposible es un filme llevadero, que se puede ver desde este jueves en cartelera.