Escribe:
Raúl Lizarzaburu
Con
inusitada rapidez se estrena otro largometraje nacional, compartiendo cartelera
con la comedia Loco cielo de abril y el terror de La cara del diablo, ambos de
discreto nivel pero con respuesta de público, al igual que A los 40 (íd.,
2014), primer largo como director del actor Bruno Ascenzo, que previamente se
había puesto tras las cámaras en un cortometraje y uno de los episodios de
Cuatro.
Sin
embargo, A los 40 no solo es un éxito de taquilla, sino que, según
informaciones, derrotó al mismísimo Hombre Araña y es la segunda película
peruana más vista después de Asu mare, desplazando a Cementerio General. ¿Pero
qué tiene de especial? Veamos. Como la citada Loco cielo de abril, también es
una comedia y mantiene, en cierto modo, una estructura coral.
El
guión, escrito por el propio Ascenzo, se divide en dos partes: la primera va
narrando pequeñas historias, de pareja o individuales, con las cuarentonas que
se preparan para una reunión de reencuentro, 25 años después, en el colegio de
monjas de Chaclacayo donde estudiaron, y vamos conociéndolas junto a sus
respectivos cónyuges, novios, hermanos, hijos(as), según sea el caso. Y en la
segunda vemos la reunión en sí, con Gabriela Velásquez como directora.
Algunas
secuencias tienen cierta gracia, como cuando una bocasucia Johanna San Miguel,
presentadora de televisión en el filme, saca de su casa a Sofía Rocha a punta
de carajeadas (aunque después la primera se desborde y se convierta en una
parodia de sí misma), o las discusiones entre Carlos Carlín (de lo mejor del
reparto junto a Wendy Ramos) y Patricia Portocarrero, a quien nadie traga y
tiene por nombre de pila Anita. La de las tías cantando tampoco está mal (al
margen que uno le guste o no Pandora). En otras se excede, por ejemplo Carlos
Alcántara bajo los efectos de los brownies con sorpresa, para hacer renegar a
su mujer Katia Condos.
Como
contraparte, el segmento más flojo es el único con actores jóvenes y algo de
sexo, el de la hija de Johanna (Lali Espósito) en una peleíta con su enamorado
Andrés Wiesse. Hasta llegar a unos 20 minutos finales francamente cursis y
rayanos en el ridículo, incluyendo una declaración matrimonial cantada con
guitarra de palo, el destape de un amor lésbico, un reproche en público de una
hija a una madre y una secuencia en la playa que nos recuerda a El Chavo en
Acapulco. Otro punto a objetar son las marcas de productos que se ve en algunos
encuadres como si fuera Al fondo hay sitio. Cosas de los auspiciadores.
Como
en Asu Mare, que debe ser un poco mejor (de la misma productora, Tondero
Films), aparecen los Claun en pleno, aunque aquí todos son protagónicos salvo
Gonzalo Torres. Y así, con esos elementos, una narración irregular y caras
conocidas de televisión, Ascenzo apela a una fórmula que, si bien no nos
satisface en lo fílmico, logra su objetivo con creces en la taquilla. Lo cual
es plausible para ellos, pero cabe preguntarse si debemos conformarnos con eso.
*Película actualmente en cartelera